Capítulo 12: Shan

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A la noche cinco sombras se movían por los lindes del bosque hasta alcanzar el imponente acantilado que separaba Shan del mar.
Entonces, una de ellas saltó al vacío con elegancia y se aterrizó en un saliente que hubiera pasado inadvertido a cualquiera a menos que fueras un Elfo Oscuro y conocieras bien el terreno.
-Todo en orden- informó la sombra desde el saliente.
-Las damas primero- dijo una de las sombras, con voz burlona.
-Gracias, Cairlin- respondió otra con el mismo tono.
Y dicho esto Izindriel se dejó caer al vacío y cayó sin hacer ruido sobre el saliente.
Los tres siguientes hicieron bastante más ruido al saltar, pero no sufieron percances.
-Bien, ahora comprobad las cuerdas- ordenó Shulliandlir.
Todos tironearon de ellas para comprobar que ninguna estuviera rota.
Cuando acabaron Shulliandlir inició la marcha, primero debían situarse bajo la ciudad, ya que se encontraban bastante desplazados por la derecha para que los vigías no los avistaran.
Les había costado mucho que Alzim les permitiera ir a ellos, ya que no se podían permitir los Elegidos murieran. Al final lo habían conseguido tras tres horas discutiendo.
Todo iba bien hasta que Cairlin resbaló y cayó deslizándose por la pared unos metros hasta quedar colgado con las dos manos de un saliente.
-¡Cairlin!- exclamó Glomli alarmado.- ¿Estás bien?
-Si de momento duros años de batalla no han acabado conmigo, no lo hará un acantilado- gruñó éste.
Dicho eso se puso en pie sobre el saliente gracias a sus poderosos brazos, se desplazó pegado a la pared hasta quedar bajo otro saliente y realizó un temerario salto para colgarse de este. Después se izó sobre él y se subió de nuevo al camino.
-Continuemos- dijo como si nada.
Continuaron el camino y al final llegaron a la ciudad con varios sustos y algunos arañazos de recuerdo.
Cuando subieron se escondieron tras un edificio y repasaron su plan:
-Aquí está el plano de la ciudad- explicó Shulliandlir mediante susurros.- Si seguimos ésta calle, torcemos por este callejón y…
La frase quedó interrumpida por una gran explosión en la Torre.
-Están ya muy cerca de Shillun. No hay tiempo, Shulliandlir, debes subir y hacerte con tu Arma del Destino.
-Glomli y yo podemos quedarnos a impedir que nadie entre por la puerta de la Torre- propuso Izindriel.
-Me parece bien, pero ten cuidado Shulliandlir- dijo Romdrin- No sabemos que fuerzas enemigas te esperan ahí dentro.
-Descuida Romdrin.- respondió Shulliandlir- Cairlin, Shadak-Uhr y tú encargaos de abrir las puertas.
Se separaron rápidamente.

Shulliandlir, Izindriel y Glomli llegaron hasta las puertas de la torre. Una flecha, un hacha y una daga derribaron a los tres guardias apostados en la entrada.
Una patrulla que pasaba por allí comenzó a correr en dirección a ellos.
-Shulliandlir, es tu oportunidad- le apremió Glomli- Hazlo rápido, me temo que Izindriel y yo vamos a tener mucho trabajo.
El Elfo Oscuro asintió, lanzó una mirada a sus compañeros y entro en la Torre mientras Izindriel abatía a varios Hezshrak de la patrulla.

Shadak-Uhr, Romdrin y Cairlin corrían por la calle cuando una patrulla de Hezshrak, con las espadas en la mano, doblaba la esquina. Supusieron que iban a la Torre, donde Izindriel y Glomli habían armado un estruendo.
Romdrin desenvainó y salió corriendo hacia los enemigos, que eran diez. Cinco quedaron calcinados por una llamarada de Shadak-Uhr, y el resto tomó la precaución de poner sus escudos entre ellos y el mago. Romdrin detuvo una estocada que iba directa a su cuello, contraatacó por el flanco izquierdo, pero su atacante detuvo la espada. Éste trazó un arco con la espada con la intención de alcanzar el corazón de Romdrin, pero él saltó a tiempo hacia atrás esquivando el arma de su enemigo y rebanándole el cuello con la suya. Paró la estocada del siguiente enemigo e hizo un amago de atacarle por arriba y cuando su enemigo levantó el escudo, Romdrin hizo presión en el mango con la mano libre volteando la espada y perforando con ella el pecho de su enemigo.
Shadak-Uhr había levantado una corriente de aire que había dejado tumbado boca arriba a un Hezshrak, que seguidamente fue atravesado por un haz de luz.
Cairlin se había agachado cuando dos Hezshrak le habían intentado atravesar a la vez y había agarrado sus cabezas haciéndolas entrechocar.

En la Torre, Izindriel y Glomli se habían atrincherado en la puerta volcando sillas y mesas sobre la puerta. Izindriel disparaba flechas desde una ventana. La puerta comenzó a ceder.
Shulliandlir se tumbó en las escaleras al sentir los pasos de dos Hezshrak en el piso superior mientras sacaba dos de las múltiples dagas que llevaba en su traje de cuero negro que se había equipado en el campamento. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se levantó con un fuerte impulso y le atravesó sus corazones sin darles tiempo a reaccionar.

Shadak-Uhr, Cairlin y Romdrin corrían por las empedradas calles de Shan hacia la torre donde estaban los engranajes que abrían la puerta. Cuando llegaron se encontraron con una desagradable sorpresa, una veintena de Hezshrak estaban apostados delante de la entrada.
-¿Creíais que podíais infiltraros, eliminar a una de nuestras patrullas y pasar inadvertidos?- preguntó el que parecía ser el jefe adelantándose- Tenemos espías por todas partes. Pero basta de explicaciones. Matadlos.

Las flechas de Izindriel no eran suficientes para evitar que los Hezshrak continuaran atacando la puerta. Además algunos portaban arcos con flechas y respondían a sus disparos obligándola a apartarse de la ventana. Entonces la puerta cedió y Glomli e Izindriel se colocaron en la barricada que habían colocado tras la puerta que obligaba a los enemigos a entrar de dos en dos.

Shulliandlir llegó hasta el último piso de la Torre y se encontró a un Hezshrak con túnicas de mago, y con una espada al cinto inclinado sobre una pared en la que había un pequeño agujero en el se atisbaba un altar en el que reposaba… Shillun.
Alrededor del Hezshrak estaba lo que parecía su guardia personal, unos diez hombres. Estaban tan absortos contemplando la daga que no se fijaron en Shulliandlir, que extrajo una bomba mágica y, tras lanzarla se refugio en el piso inferior hasta sentir la explosión y volvió a subir con una espada en la mano y una daga en la otra. Se encontró con cinco Hezshrak en el suelo y el resto con las espadas desenvainadas. Antes de que reaccionaran lanzó la daga clavándosela en el pecho a un Hezshrak. Consiguió repetir la operación con el mismo resultado antes de que los tres Hezshrak que quedaban de la guardia personal se lanzaran contra el. Extrajo una tercera daga, la colocó con el filo hacia atrás,- su traje de asesino le permitía llevar más de treinta- y con ella detuvo un ataque de un enemigo y con la espada le atravesó. Seguidamente rodó por el suelo y, mientras rodaba, le puso la zancadilla a un Hezshrak y cuando cayó fue atravesado por la daga de Shulliandlir. Éste, tumbado boca arriba, levantó la espada para parar la estocada del Hezshrak restante y con la daga le abrió un tajo en el pecho.
Cuando se incorporó casi no pudo evitar la espada que se le venía encima.

Romdrin, Shadak-Uhr y Cairlin habían conseguido abrirse paso hasta la rueda que abría la puerta, pero allí los Hezshrak les estaban acosando y no podían abrir la puerta.
-¡Tenemos que intentarlo!- gritó por encima del estruendo de la batalla Shadak-Uhr- ¡Cairlin, abre la puerta, te cubrimos!
El Humano saltó hacia atrás y se giró para empujar la pesada manivela en forma de timón que salía de la pared.
La planta baja de la torre era cuadrada, con accesos por el norte, este y oeste. En la zona sur estaba la rueda que habría la puerta. Ellos se encontraban en una desesperada lucha alrededor de la manivela.
Cuando Cairlin dejó de luchar para abrir la puerta las cosas se pusieron feas, ya que eran demasiados para Romdrin y Shadak-Uhr.
-¡No resistiremos más de un minuto! ¡Date prisa, Cairlin!- le instó Romdrin.
-¡No es suficiente!- gruñó Cairlin con voz tensa por la fuerza que estaba haciendo- ¡Esto está diseñado para que lo abran cinco personas!

Glomli eliminaba a los Hezshrak que se acercaba con su hacha mientras Izindriel, desde detrás, lanzaba flechas a diestro y siniestro con Amanriel.
Entonces, un Hezshrak derribó un mueble de los que habían movido para formar el estrecho pasillo en el que ahora se encontraban, los Hezshrak comenzaron a entrar en tropel.
Con un grito de rabia, Glomli redobló sus esfuerzos, pero sabía que no sería suficiente.
Sin previo aviso, un Hezshrak atacó a Glomli por uno de los lados y le alcanzó un brazo.

La habitación era un caos, todos los muebles estaban destrozados y volcados. En el centro Shulliandlir y el Hezshrak luchaban con todas sus fuerzas. Ninguno parecía imponerse.
En un momento dado chocaron contra el altar donde se encontraba Shillun y éste cayó al suelo girando y se detuvo a escasos metros de un ventanal que había en una pared. Por encima del fragor de la batalla les llegó el angustioso grito de dolor de Glomli. Esto distrajo momentáneamente a Shulliandlir, que se hallaba muy cerca del ventanal, de espaldas a él, lo que permitió al Hezshrak darle una patada en el pecho que lo lanzó hacia atrás.
Shulliandlir no pudo agarrarse a nada y, rompiendo el cristal debido a la fuerza de la patada se precipitó al vacío. Su última acción antes de caer fue arrastrar con su pie a Shillun, su Arma del Destino.

El Elfo Oscuro cayó de espaldas. Notó como varios huesos crujían. La vista se le nubló y noto que se ahogaba, por eso se dio la vuelta y vomitó sangre.
Se pasó la mano por los ojos para intentar disipar la neblina que le enturbiaba la vista, pero sabía que no iba a conseguir nada con eso. Se estaba desmayando, tal vez para siempre.
La caída había sido desde el piso más alto de la torre, y era capaz de matar a cualquiera, como probablemente haría con él. Pasó la vista por lo que tenía delante y vio, entre los cristales hechos añicos a Shillun, a unos cien metros de donde él se encontraba. Escuchaba los furiosos pasos de su oponente bajando de la Torre para recuperar el Arma del Destino.
Parpadeó y la niebla se hizo más densa, casi no veía nada.
Pensó en el resto de Elegidos, en todas las personas que morirían si el Hezshrak cogía a Shillun, todo Cerdriander caería.
Con un grito de rabia, ira y dolor comenzó a arrastrarse hacia Shillun. Los cristales se clavaban en su piel cada metro que avanzaba, pero no le importó. Solo tenía una cosa en mente, asir a Shillun.
Su oponente, que se había dado cuenta de la maniobra del Elfo Oscuro, se lanzó desde una ventana de los pisos superiores y aterrizó con una gracilidad sorprendente entre los restos del cristal que había roto.
Éste echó a correr hacia donde estaba Shillun.
Diez metros.
Shulliandlir seguía avanzando. Veía todo borroso.
Cinco metros.
La cabeza le daba vueltas. Un hilillo de sangre le brotaba por la comisura de los labios.
Un metro.
Sentía a su enemigo casi encima suya. Alargó la mano y sintió el tacto cálido de su Arma del Destino. El Arma hecha para él. Sintió que le proporcionaba la fuerza que necesitaba para impulsar su brazo.
Con un movimiento desesperado, Shulliandlir lanzó a Shillun hacia el Hezshrak. La daga desapareció en el aire con un fogonazo de luz y volvió a aparecer con otro fogonazo clavada en el pecho del Hezshrak, que se detuvo sorprendido.
Intentó extraerse la daga, pero las fuerzas le abandonaron y, con un grito de dolor sobrenatural, se desplomó.
Shulliandlir no lo pudo soportar más el dolor que le invadía y perdió la conciencia.

Al escuchar el grito agónico del Hezshrak mago, los demás Hezshrak dejaron de luchar un momento, intimidados. Romdrin y Shadak-Uhr se detuvieron, indecisos. Gracias a ese lapso de tiempo, Cairlin pudo terminar de levantar la puerta y agarrar a sus compañeros para arrastrarlos fuera del lugar. Los Hezshrak no hicieron nada por impedirlo, estaban aterrados. El Hezshrak mago era invencible, y ahora estaba muerto.

Lo mismo le ocurrió a los Hezshrak que peleaban contra Izindriel y Glomli, que aprovecharon para refugiarse en el piso superior. Cinco minutos después el ejército de Elfos Oscuros tomaba la ciudad fácilmente, ya que luchaban contra unos defensores sin esperanza.
Encontraron a Shulliandlir con vida, y fue rápidamente atendido por magos curanderos. A la semana siguiente estaba como nuevo y listo para su siguiente aventura: Paantrio.
Salieron al amanecer.
Seis figuras montadas a caballo por un sendero que serpenteaba por el borde del acantilado. El cielo era naranja, ya que el sol lo iluminaba así. Pronto se internaron en un bosque de altos pinos, en dirección a Orundlur.
Todos iban sumidos en sus pensamientos, ¿Qué les deparaba el destino?

Capítulo 11: El Doble Asedio

sábado, 21 de noviembre de 2009

El Jinete Blanco paseaba por delante de las filas de soldados gritando:
-¡Algún día, el enemigo nos abatirá, algún día nos rendiremos, algún día perderemos nuestras posesiones, pero hoy no es ese día, hoy lucharemos!
Todos gritaron enardecidos ante las palabras de su cabecilla.
-Soldados… ¡¡Por Cerdriander!!
Todos se lanzaron colina abajo gritando esa frase cubierto por las certeras flechas de los arqueros que luchaban bajo el estandarte del Jinete Blanco.
Los Hezshrak se habían confiado y habían lanzado las fuerzas que protegían la conquistada Elvéniador contra el bosque de Al y El Jinete Blanco había tomado la desprotegida ciudad y ahora atacaba a los Hezshrak por la retaguardia, acorralándolos.
Tal como esperaba, flechas provenientes del bosque se clavaron entre las filas de los Hezshrak. Sus soldados se dividieron en dos grandes escuadrones que formaron semicírculos y sitiaron a los Hezshrak, que estaban sufriendo desastrosas bajas debido a la puntería de los Elfos.
Un tercer escuadrón, en el que se encontraba El Jinete Blanco se dirigió hacia los enemigos formando un rectángulo y chocaron con las fuerzas contrarias. Los Hezshrak, acosados desde todos los flancos, rompieron filas y con ello perdieron la batalla.
En un determinado momento El Jinete Blanco peleaba contra un Hezshrak que enarbolaba una maza de pinchos unida con una cadena a un palo que servía de mango. Éste lanzó un ataque que alcanzó la cabeza del Jinete Blanco arrancándole el yelmo. El cabecilla acabó rápidamente con el Hezshrak.
-Esto va por Izindriel.-murmuró.
Los Elfos resultaron vencedores y pudieron fortificarse. Todos se fijaron en que su líder era un Elfo.

Antes de marcharse se Shimmiel pidieron un estandarte del rey de los Elfos Oscuros para el asedio. También les proporcionaron armaduras con el escudo de la realeza. Pasaron el resto de la mañana renovando armas y pertrechos. Shadak-Uhr aprovechó para comprar ingredientes para pociones.
Salieron de Shimmiel después de una deliciosa comida en una taberna.
Por el camino se encontraron una pequeña tropa de cien soldados que se dirigía a Shemil y se unieron a ellos. Entre los soldados había varios Humanos, pero en su mayoría eran Elfos Oscuros. Pasaron dos días de viaje en los que convivieron con el grupo. Fueron agradablemente acogidos.
Tras varios días de viaje enviaron a un explorador a caballo para asegurarse de que no había ningún imprevisto. Comenzaron a preocuparse al comprobar que tardaba más de los previsto, y éste, al volver, no anunció nada bueno:
-Los de Neldul han rodeado completamente la ciudad, el sitio ha comenzado.
Todos se miraron sin saber que hacer. No encontraban forma de acceder a la ciudad.
-Si perdemos esta batalla Neldul gobernará Llimin- dijo un soldado apesumbrado.
Romdrin decidió que era hora de intervernir:
-Puedo trazar un plan para acceder a la ciudad y romper el cerco, pero necesito vuestra total disposición.
Los soldados, que habían perdido toda esperanza, aceptaron a Romdrin como cabecilla.
-Bien, he oído que Shemil se encuentra en un claro gigante de un espeso bosque. ¿Es eso verdad?- preguntó Romdrin.
-Sí- le respondieron- y gracias a una antigua magia y a la espesura del bosque han creado una barrera que impide la entrada al bosque para protegerlo.
-Entonces era cierto…- murmuró Romdrin para sí, cavilando.- Bien, necesito madera para hacer una empalizada. ¡Ya!
Todos se desperdigaron por el bosque, recogieron y le dieron forma a la madera durante dos horas hasta tener cientos de palos en forma de estacas para formar una empalizada.
-Bien, ahora distribuidlas entre los caballos.
En diez minutos la orden quedó cumplida.
-Ahora os explicaré mi plan. Si queremos que Shemil reciba refuerzos y provisiones debemos romper el cerco que la rodea.
Entonces atacaremos por la noche incendiando su campamento y colocando las estacas que hemos fabricado a cada los lados de la muralla creando una improvisada muralla. Entonces confiaremos nuestras vidas a los guardianes de la ciudad, si nos ayudan a eliminar a los enemigos que hemos dejado encerrados, sobreviviremos, sino, nuestro intento ha sido en vano. No podemos hacer otra cosa. ¿Estáis conmigo?
Todos se dieron cuenta de que Romdrin tenía razón. ¿Qué otra cosa podían hacer, abandonar Llimin, morir en Shimmiel? No era unos cobardes. Lucharían.
Todos levantaron sus armas y gritaron en señal de afirmación.
Tras recoger el campamento se encaminaron a la batalla.

Estaban de pie en el linde del bosque. La noche había caído en Cerdriander.
El grupo se había dividido en dos, cada grupo tenía cinco jinetes que portaban la muralla.
-Soldados- dijo Romdrin.- Pueden aplastarnos, pueden torturarnos, pueden destrozarnos. ¡Pero nunca vencernos! ¡¡Por Llimin!!
Todas las dudas que guardaban sobre el ataque quedaron disipadas por el breve discurso de Romdrin.
El campamento se alzaba ante ellos surcado de hogueras en las que los Elfos Oscuros calentaban sus entumecidas manos. Todo parecía haberse quedado en silencio, hasta los sonidos del bosque se acallaron, a la espera de lo que se avecinaba.
Con un rugido los soldados los soldados se lanzaron a cumplir su misión. Los arqueros encendieron con fuego las flechas que seguidamente fueron lanzadas contra las tiendas enemigas. Éstos, que pensaban que si recibían algún ataque sería desde la ciudad, tardaron en darse cuenta de lo que ocurría. Todos se preocuparon en librarse de las llamas y el acero que caía sobre ellos y por eso no se fijaron en que por cada lado del campamento cinco jinetes escoltados por varios soldados se deslizaban a toda velocidad hacia el centro del claro y comenzaban a clavar estacas formando una muralla. Entonces ocurrió lo que todo el grupo de Romdrin estaba esperando. Los defensores de la ciudad comenzaron a disparar flechas incendiaras contra la parte delantera del cerco distrayendo así a los atacantes de ese sector, que se concentraron en apagar las llamas en vez de ayudar a sus compañeros.
Los Elegidos habían decidido permanecer juntos. Iban en el grupo de la derecha. Romdrin se dio cuenta de que los guardianes no podían salir a ayudarles ya que si abrían las puertas serían invadidos.
-Elegidos, llegó nuestra hora- informó Romdrin.
Todos sus amigos supieron a que se refería e invocaron su nuevo poder.
Separándose del resto del grupo, los Elegidos comenzaron a correr con las manos cada uno del color de su poder hacia los hombres de Neldul que obstruían la puerta gritando:
-¡Por Cerdriander!
Entonces desataron su poder.
Dos llamaradas salieron hacia delante abrasando a los Elfos Oscuros que se encontraban ante ellos.
Una pared de roca se formó a cada lado de ellos obstruyendo el paso de los enemigos mientras que un torrente de agua salía de las manos de Izindriel y, empujado por el viento de Shulliandlir, causaba estragos en las filas enemigas. Valiéndose de sus armas y sus recién adquiridos poderes, los Elegidos protagonizaron una lucha que inclinó el peso de la guerra a su favor ya que los guardianes de la ciudad comenzaron a salir por las puertas lanzándose al ataque.
En poco tiempo los supervivientes del ejército de Neldul tiraban las armas y eran apresados por los shemilianos.
Así Shemil rompió su cerco.

La ciudad de Shemil era una ciudad bien fortificada y regularmente distribuida. Contaba con cuatro puertas de las que salían cuatro caminos que dividían la ciudad en cuatro sectores, también había serpenteantes callejuelas que se perdían entre las casas. En el centro había una plaza en la que se encontraba una fuente en el medio.
Dos días más tarde se armó un gran revuelo en las lindes del campamento enemigo.
El sonido del acero al entrechocar y los gritos de los heridos llegaron a oídos de los defensores. Todos estaban desconcertados, hasta que un vigía gritó:
-¡Hezshrak!
-No podemos dejarles ahí- dijo inmediatamente Izindriel.
Alzim, que así se llamaba el Elfo Oscuro que estaba al mando de la ciudad estuvo de acuerdo con ella.
Las puertas de la ciudad se abrieron y los Elfos Oscuros de Neldul comenzaron a entrar en tromba en la ciudad para resguardarse de los mortíferos Hezshrak.
Muchos no lo consiguieron, y se desató una encarnizada lucha en la puerta para impedir el paso de los Hezshrak, al final consiguieron rechazarles y cerrar las puertas, iniciando así un nuevo asedio a Shemil.

Pasados varios días en los que los Elfos Oscuros y los Hezshrak recibieron incesantes lluvias de saetas que provocaron numerosas bajas en las filas de ambos bandos, un emisario fue enviado a Shimmiel para informar al rey de la situación.
Una semana más tarde el emisario volvió con nuevas noticias:
-El rey ha desplegado una poderosa fuerza armada que pretende capturar Shulen, que parece haber sido tomada por los Hezshrak. Neldul resiste en Shan y ha sentenciado la paz con el rey. Parece que los Hezshrak le han hecho recapitular.
-Entonces debemos aguantar aquí y creer en la victoria de las tropas de nuestro rey.-afirmó Alzim.

Esa misma tarde los Elegidos estaban reunidos con Alzim trazando una estrategia por si eran invadidos.
-Podríamos atrincherar los barrios posteriores de la ciudad y hacernos fuertes allí en el caso de que los Hezshrak consiguieran penetrar en la ciudad…- explicaba Romdrin cuando fue interrumpido por un vigía que parecía muy nervioso
-Señor, los Hezshrak se han decidido atacar y se dirigen hacia las muralla con arietes, catapultas y torres.
-Maldita sea, bien que los arqueros suban a las murallas y se formen pelotones de soldados en las puertas- ordenó Alzim tomando las riendas de la situación-, Romdrin, necesitamos llevar acabo tu plan, nos hará falta, haz uso de todos los Elfos Oscuros que necesites.
Mientras se alejaba corriendo aún le escuchaban impartir órdenes a diestro y siniestro: “¡Preparad aceite!, ¡Que los magos se preparen!”
Los Elegidos se pusieron rápidamente en marcha y en cinco minutos tenían a veinte hombres atrincherando los del sector oeste.
Cuando esto estuvo terminado los Elegidos se reunieron con Alzim en las murallas, donde los arqueros comenzaban a disparar intentando detener el lento pero inexorable avance de los arietes.
-Va a ser una dura batalla- opinó Alzim sin despegar la vista de los Hezshrak.
-Sí, pero sabes que entrarán- le dijo Romdrin.- Y si queremos que mi plan tenga efecto tendremos que inutilizar sus máquinas de asedio.
Ahora Alzim le miraba.
-¿Cómo vamos a inutilizar sus catapultas si no disponemos de medios ni para impedir su paso?
-Primero, concentrándonos en destruir sus arietes- respondió Glomli- Soy experto en máquinas de asedio, si me permitís dirigir una creo que podré inutilizar las suyas.
-¡Pero solo tenemos dos, las necesitamos para impedir su paso!
-No hay otra opción- informó Cairlin.
Alzim giró la vista de nuevo hacia las filas enemigas.
-Esta batalla está perdida. Haced lo que queráis.

La catapulta se encontraba en una de las dos torres que sostenían la puerta, la otra se encontraba en el otro torreón. A su derecha se extendía la muralla protegiendo la ciudad con su abrazo protector.
Cairlin y Romdrin orientaban la catapulta hacia el lugar que les indicaba Glomli mientras que Izindriel y Shulliandlir comprobaban la catapulta. Shadak-Uhr empleaba su magia para transportar los pesados proyectiles de roca de la catapulta.
Cuando todo estuvo listo las primeras lluvias de flechas por parte de ambos bandos ya habían empezado.
El proyectil fue lanzado diestramente gracias a las expertas indicaciones de Glomli destruyendo una de las cinco catapultas enemigas.
La siguiente también fue destruida rápidamente antes de que los Hezshrak reaccionaran.
Pero los enemigos se dieron cuenta de la estrategia del otro bando y las tres catapultas restantes comenzaron a bombardearles. Dos de los proyectiles acabaron lejos, pero uno cayó cerca su posición arrancando las almenas de la muralla.
Otra catapulta Hezshrak fue aplastada por los proyectiles de los Elegidos.
El problema surgió cuando una piedra proveniente de las máquinas enemigas dio de lleno en su objetivo reduciendo a escombros la catapulta.
Todos salieron despedidos, pero ninguno se hirió gravemente.
Cuando todos se pusieron en pie y comprobaron los restos de su catapulta se desmoralizaron, pero Shulliandlir tuvo una idea:
-¿Por qué no unimos nuestros poderes para intentar destruir sus catapultas?
-Es verdad- dijo Glomli- Yo podría crear una piedra, Romdrin y Cairlin envolverla en llamas y Shulliandlir, Izindriel y Shadak-Uhr impulsarla con sus poderes.
La cuarta catapulta cayó bajo una llameante roca.
Mientras tanto los Hezshrak habían llegado a las puertas e intentaban derribarlas con pesados arietes mientras que los Elfos Oscuros disparaban flechas sobre ellos.
Con un gran esfuerzo, ya que el anterior hechizo les había dejado exhaustos, los Elegidos consiguieron derribar la última catapulta.

En la siguiente hora se desarrolló una cruenta batalla en la que los Hezshrak consiguieron penetrar en la ciudad, no sin sufrir cuantiosas bajas y los Elfos Oscuros se replegaron a los sectores recién amurallados de la ciudad.
Ambos ejércitos habían quedado con igualdad de fuerzas.
Alzim fue informado de que en tres días llegaría una tropa de cien soldados proveniente de Shimmiel.

Los tres días que siguieron se organizaron varias escaramuzas en las que los dos bandos ganaron y perdieron. Cuando la tropa llegó los soldados del rey lanzaron un ataque definitivo expulsando a los Hezshrak de la ciudad.
Los Elegidos subieron a la muralla para pensar.
El paisaje era desolador, el gran claro del bosque se hallaba sembrado de cuerpos de Elfos Oscuros y Hezshrak, había varias piras funerarias ardiendo y estandartes rotos ondeaban al viento.
El escenario de una batalla que sería recordada mucho tiempo.
-Debemos irnos y continuar nuestro viaje, ya estamos cerca de Shan.- dijo Izindriel.
-Podemos proponerle a Alzim que lance un ataque contra Shan, dado que es el último refugio de los Hezshrak dado que Shulen ya ha sido tomada por los Elfos Oscuros.-propuso Cairlin.
-Pero los soldados están exhaustos- protestó Romdrin.
-Cairlin tiene razón, Romdrin- afirmó Glomli- los Hezshrak no se esperan un ataque ahora y además han perdido la mayor parte del ejército que ha atacado Llimin.
Más tarde se organizó una reunión con Alzim y al día siguiente todo el ejército partió hacia Shan.
Enviaron un mensajero al ejército del rey y a los tres días volvió diciendo que en una semana llegaría para atacar Shan.
La gran ciudad de Shan se encontraba a sus pies. Ésta ciudad con forma de semicírculo consistía en una gran torre desde la cual se distribuía la ciudad. Las extensas calzadas de piedra se extendía como ramas que surgen de un tronco, la torre.
La Torre era donde el rey tenía su residencia, pero dada la rebelión había tenido que abandonarla y dirigirse a Shimmiel.
Los edificios eran todos altos e imponentes, y tenían la mezcla perfecta de madera y piedra. La ciudad contaba con un innovador sistema de defensa:
No había solo una muralla, la ciudad estaba dividida en sectores separados por tres murallas.
Un acantilado hacía que la parte trasera de la ciudad fuera inaccesible, y para los atrevidos que intentaran escalar el acantilado el mar le esperaba con sus dientes afilados, las rocas.
-Esta ciudad parece impenetrable- comentó Romdrin.
Los Elegidos y el ejército de Elfos Oscuros se hallaban ocultos en las lindes de un bosque y observaban la ciudad sobrecogidos por su esplendor.
-Somos Elfos Oscuros- le respondió Alzim- no solemos entrar por la fuerza, sino por la astucia. Los Hezshrak no conocen nuestras tretas.
Por ejemplo, que las puertas de las murallas interiores no pueden ser cerradas a menos que el rey o una persona de la realeza se encuentre en la ciudad. La exterior sí se puede por si alguna vez ninguna persona de la realeza se encuentra en la ciudad.
De repente una gran explosión surgió de una de las ventanas de la Torre.
-Shillun…- murmuró Shadak-Uhr
Todos supieron a qué se refería.
-Amigo Alzim, no podemos esperar a los ejércitos del rey- explicó Izindriel.- Los Hezshrak han encontrado el lugar donde se esconde Shillun. Esa explosión era una trampa, pero no se rendirán.
-Bueno, tendremos que pensar que hacer- dijo Alzim- Reuniré a mis generales y haremos una estrategia.
Cuando se disponía a marcharse Shulliandlir dijo:
-No hará falta, sé como entrar.

Capítulo 10: Unir fuerzas

miércoles, 7 de octubre de 2009

-¿Qué ha sido eso?
-No lo sé. Yebrod, comprueba que esté despejado.
-Bien.
-No hace falta que lo compruebes, Humano.
-¡Elfos Oscuros! ¿Habéis venido a acompañarnos hasta Shimmiel?
-No, estúpido Humano, no queremos forasteros en nuestras tierras. Acabad con ellos.
-Turmiel, ¡a las armas!

Cairlin despertó sobresaltado. Confuso, comenzó a recordar el sueño que pugnaba por olvidarse. Se dio cuenta de lo que había visto y rápidamente comenzó a gritar:
-¡Elegidos, Yebrod, Turmiel y los refugiados están en peligro! ¡Levantaos!
Todos salieron de sus tiendas alarmados aún restregándose los ojos pero con las armas en la mano.
-Rápido, recoged todo, hay que ir a ayudarles- insistió Cairlin.
-¿Pero qué…?-preguntaba Glomli adormilado.
-He tenido un sueño. En el aparecían Elfos Oscuros atacando a los refugiados.- explicó apresuradamente Cairlin mientras recogía sus cosas.
-¡Pero eso no tiene sentido!,- saltó Shulliandlir indignado- mis hermanos nunca harían algo así.
-Por favor, tenéis que creerme- rogó Cairlin.
-Confío en él, vamos, recoged vuestras cosas- dijo Izindriel.
Tras diez minutos se pusieron en marcha. Corrían todo lo que podían. Cairlin encabezaba el grupo.
El paisaje comenzó a cambiar. Pasaron de los pantanos a un terreno boscoso y lleno de montañas rocosas con muchas cuevas. Había, a intervalos, extensas praderas. Los bosques tenían numerosos claros, y a uno de esos era hacia donde los guiaba Cairlin.
Tras media hora corriendo sin descanso, llegaron a un claro de un bosque donde los peores presagios de Cairlin se confirmaron.
El resto se quedó petrificado al ver la escena que se desarrollaba ante ellos.
En un claro más o menos circular, rodeado de árboles, excepto por dos sitios, que era por donde venía y continuaba el serpenteante camino por donde ellos habían venido, los Elfos Oscuros lo habían elegido para tenderles una emboscada al grupo de refugiados de Yebrod y Turmiel.
Muchos refugiados habían caído sin poder defenderse, mientras que otros, junto con los escoltas, peleaban desesperadamente contra los Elfos Oscuros. Algunos guardias también habían muerto.
Pero ellos no eran los únicos con bajas, varios Elfos Oscuros se habían desplomado sin vida sobre el ensangrentado suelo.
Cairlin no lo dudó, se descolgó el escudo de la espalda, desenfundó su espada y se lanzó en defensa de los refugiados.
Tras mirarse los unos a los otros, los Elegidos desenvainaron y se lanzaron a la carga.
Romdrin se enfrentó a un oponente que portaba dos espadas, con una de ellas con el filo hacia atrás- el estilo preferido de los Elfos Oscuros- que comenzó a lanzarle una serie de estocadas certeras y rápidas hasta que cometió un error pensando que iba a ganar lanzó un ataque que Romdrin pudo esquivar sin necesidad de su espada apartándose a un lado. Esto dejó a su enemigo desequilibrado y a su merced, rápidamente Romdrin acabó con él.
Glomli saltó poderosamente delante de un Elfo Oscuro armado con un escudo y una espada. Éste le atacó con un mandoble directo al pecho que Glomli interceptó con su hacha desviando la espada de su oponente hacia un lado. Atacó con un hachazo que el Elfo Oscuro paró con su escudo. Glomli le dio con la punta del mango de su hacha en la barriga haciendo que se encogiera de dolor. Entonces le hundió el hacha en la espalda.
Cairlin ya había acabado con dos oponentes cuando sucedió algo que paralizó la lucha.
De la espesura salió un grupo de Hezshrak que parecía escoltar a uno en concreto. Éstos se quedaron tan impresionados como ellos al encontrarlos luchando.
Izindriel dijo:
-¡No podemos consentir que escapen! ¡Unamos fuerzas!
Nadie la contradijo. Ambos bandos, Elegidos y Elfos Oscuros lanzaron un ataque combinado contra los Hezshrak, que había formado un semicírculo protegiendo al Hezshrak que escoltaban. Todos se percataron de ello.
Comenzó la pelea.
Cairlin paró un mandoble levantando su escudo y, girando sobre si mismo, lanzó un ataque giratorio que su enemigo esquivó saltando hacia atrás. El Hezshrak contraatacó alzando su espada por encima de la cabeza con las dos manos y descargando un ataque directamente a la cabeza de Cairlin, que hizo una maniobra muy arriesgada. Se lanzó rodando hacia delante desconcertando a su oponente y levantándose a un palmo de él y atravesándole con su espada.
Mientras, Shadak-Uhr buscaba algún mago cuando dos Hezshrak le atacaron. El Elegido pronunció un hechizo
-¡Yiaraeh Zuk!
Rayos de energía mágica brotaron de sus dedos matando a sus tres oponentes. Al ver esta demostración de magia, un mago Hezshrak se adelantó y se encaró con Shadak-Uhr.
Shadak-Uhr comprobó que su enemigo poseía un gran poder.
El Hezshrak alzó las manos por encima de la cabeza y comenzó a gritar palabras mágicas. Sus manos desparecieron bajo una luz blanca que las rodeaba. Apuntó con ellas a Shadak-Uhr y pronunció el hechizo.
Un gigante haz de luz blanca se lanzó hacia el Orco, que gritó extendiendo una mano ante él:
-¡Isaha Nhir!
Cuando el torrente mágico llegó hasta él, un círculo azul rodeaba al mago Orco protegiéndolo del mortífero torrente. Cuando éste se extinguió, Shadak-Uhr sonrió desdeñosamente al Hezshrak, que comprobó que en la mano que Shadak-Uhr no había utilizado había una bola negra con rayos amarillos rodeándola.
Extendiendo la mano, la bola salió disparada hacia su enemigo que no tuvo tiempo de preparar un contrahechizo y cayó con una mirada perpleja en los ojos.
Shulliandlir se internó en la espesura del bosque sin ser visto para reaparecer detrás de sus enemigos. Silenciosamente, extrajo dos dagas de sus vainas y, sosteniendo cada una en una mano, se acercó sigilosamente a los Hezshrak más cercanos al protegido, que parecía portar un fardo.
Dos cayeron bajo el mortífero acero de sus dagas. El otro, al ver lo que ocurría, salió corriendo. Cuando Shulliandlir se disponía a perseguirle, varios Hezshrak se abalanzaron sobre él obligándole a defenderse y detener su persecución.
Izindriel se había colocado en una posición desde la que podía apreciar todo el campo de batalla y, después de lanzar la flecha transparente para comprobar que ningún otro grupo de Hezshrak andaba por los bosques comenzó a disparar certeras flechas contra los Hezshrak. Vio lo que intentaba hacer Shulliandlir y, al ver que no lo conseguía cargó cuidadosamente Amanriel y disparó una certera saeta dorada que se clavó en la espalda del Hezshrak protegido.
Al comprobar que éste caía, los Hezshrak intentaron huir en desbandada, algunos lo consiguieron, pero otros murieron a manos de los Elfos Oscuros, de los Elegidos o de los refugiados.
-Dado que tenemos que perseguir a esos Hezshrak os dejaremos en paz- explicó un Elfo Oscuro de corto pelo negro.- Os aconsejamos que dejéis Llimin inmediatamente, no queremos forasteros en nuestro reino.
Antes de que nadie pudiera responder, los Elfos Oscuros desaparecieron en la vegetación del bosque.
Todos se pusieron a buscar supervivientes. Cairlin inspeccionaba unos refugiados que parecían estar muertos cuando se encontró con el cuerpo de Yebrod. Rápidamente se agachó junto a él y comprobó que aún respiraba, pero saltaba a la vista que la herida que tenía era mortal.
El moribundo abrió los ojos y se encontró con los de Cairlin mirándolo con unos ojos llorosos.
-Amigo…- Yebrod hablaba con dificultad, como si cada palabra fuera como levantar una montaña con las manos.- Tranquilo, sabías… que ocurriría. Voy a morir como siempre deseé, combatiendo.
Cairlin era casi incapaz de hablar a causa de la emoción.
-No, no puedes dejarnos- dijo sollozando.
Lanzando un cansado suspiro, Yebrod respondió:
-Me ha llegado la hora de descansar. Ese Hezshrak era condenadamente diestro. En fin. Adiós Cairlin, algún día volveremos a vernos.
Los ojos de Yebrod se cerraron para siempre y en su cara se reflejó una expresión de eterno descanso. Cairlin musitaba:
-No… no puede ser… Yebrod…
Comenzó a llorar unas amargas lágrimas. Yebrod, Tumriel y él siempre habían salido victoriosos de sus hazañas.
Juró venganza.
Turmiel llegó hasta él al verle agachado junto al cuerpo de un caído se acercó a él y, al comprobar que el caído era su amigo, retrocedió con vacilantes pasos sin podérselo creer. Luego calló de rodillas y se llevó las manos a la cara.
Más tarde los Elegidos se dieron cuenta de lo que había ocurrido se sintieron profundamente apenados y nadie se atrevió a decir nada.
Shulliandlir se acercó al Hezshrak que sus compañeros defendían con tanto empeño y vio que portaba una bolsa. En ella encontró un libro titulado: Magia para el campo de batalla.
Lo abrió y comprobó asombrado que lo que el libro contenía podía ayudarlos en muchas batallas: un estilo de magia que era muy fácil de usar, solo tenías que recibir un hechizo de un mago que desatara el poder. Se acercó a Shadak-Uhr y se lo enseñó.
-Nunca había visto nada parecido- murmuró el mago.- Aquí está el hechizo que debo formular para que la podáis usar.
Apuntó con la palma de su mano hacia Shulliandlir y dijo:
-¡Naharaeh Isalum Dlur!
Una pequeña esfera de energía brotó de su mano y se introdujo en el pecho de Shulliandlir.
-Según el libro a los Elfos Oscuros les resulta más fácil invocar el viento. Debes concentrarte y pensar en él.
Shulliandlir cerró los ojos y se concentró en lo que su amigo le decía. De repente unas bolitas blancas que dejaban un destello negro a su paso comenzaron a ascender por sus manos girando en espiral alrededor de ellas hasta alcanzar la muñeca de Shulliandlir recubriendo sus manos de la energía negra que desprendían las bolitas. El Elfo Oscuro abrió los ojos y miró asombrado sus manos.
-Ahora pone que debes pensar de que forma quieres canalizar el viento.-explicó Shadak-Uhr, que tampoco terminaba de creer lo que ocurría.- Prueba a lanzar una bola de viento contra ese árbol.
Shulliandlir comenzó a pensar en lo que su amigo le había ordenado y, sin saber muy bien lo que hacía, extendió las manos hacia delante como si quisiera formar una bola.
La energía que tenía en sus manos rellenó el hueco que había dejado entre sus manos creando una bola que salió disparada contra el árbol partiéndolo a la mitad.
El resto, que había permanecido ajeno a lo ocurrido se giraron alarmados y vieron a Shulliandlir con los brazos aún extendidos hacia árbol partido.
-Has… ¡Has hecho magia!- exclamó Romdrin.
-Pronto todos podréis- informó Shadak-Uhr.- Éste libro, que era lo que protegían los Hezshrak, explica como la gente no-maga puede hacer magia.
Procedió a explicarles lo que le había explicado a Shulliandlir.
-Para los Humanos, es más fácil invocar el poder del fuego, para los Elfos, el del agua, para los Elfos Oscuros, el viento, y para los Enanos, la roca.- terminó de explicar Shadak-Uhr- Ahora probaremos si todos sois capaces de usar vuestro poder.
Formuló el conjuro de liberación a cada uno de ellos y se prepararon para hacer las pruebas.
Glomli se situó delante de un árbol y se concentró como anteriormente había hecho Shulliandlir. De nuevo ocurrió el fenómeno que había envuelto las manos del Elfo Oscuro, sólo que esta vez era de color gris.
Glomli pensó en una gran roca y estiró los brazos hacia arriba. Pequeñas piedras comenzaron a elevarse por encima de sus brazos hasta formar una gran roca que, al apuntar Glomli con sus brazos al árbol, salió disparada hacia allí destrozando tres o cuatro.
Tras el impacto inicial, todos comenzaron a aplaudir riendo.
Glomli esbozó una sonrisa de suficiencia y se fue caminando altivamente cediendo el turno a Romdrin.
Se colocó delante de un árbol y se concentró, las bolitas comenzaron a ascender por sus brazos dejando un destello rojo. Cuando estuvo listo, extendió los brazos con las palmas hacia arriba y dos llamaradas brotaron de sus manos y se lanzaron contra el árbol.
Varios árboles comenzaron a arder y todos se alarmaron. Izindriel reaccionó recordando que ella era la que mejor controlaba el poder del agua.
Cargó sus manos como todos lo habían hecho y apuntó con ellas encima de los árboles que ardían. Una lluvia incesante comenzó a caer sobre los árboles hasta extinguir el incendio. Todos suspiraron aliviados.
Cairlin lanzó una bola de fuego contra un árbol y el incendio fue rápidamente apagado por la Elfa.
-Realizar un hechizo cansa un poco, por eso no se debe abusar de ellos mucho- explicó Shadak-Uhr.- A parte de los elementos que os he dicho, hay uno que os resultará tan fácil de usar como estos, el de la energía. Con el tiempo aprenderéis a usar todos lo elementos cada uno de vosotros. Esto es lo que dice el libro.
Nunca había visto un tipo de magia así, supongo que por eso los Hezshrak pretendían hacerse con ella...

Acamparon en el claro y todos estuvieron hasta bien entrada la noche practicando con el nuevo poder adquirido. Con el poder de Cairlin encendieron el fuego y Shulliandlir e Izindriel lo apagaron con los suyos provocando la risa de todos.
Shadak-Uhr les explicó que también podían crear una explosión mágica, pero que requería más tiempo y energía que el resto de hechizos.
Pasaron una noche sin incidentes.

Al día siguiente, tras un rápido desayuno se pusieron de nuevo en marcha hacia Shall, pero cambiando la ruta, porque como se encontraban cerca de Shimmiel decidieron pasar por la ciudad para reponer provisiones.
En el viaje vieron varias patrullas de Elfos Oscuros armadas y varios exploradores. Cuando ya estaban cerca de las puertas de la ciudad un grupo de soldados se les acercó para interrogarles:
-¿Por qué os dirigís a Shimmiel?- preguntó un soldado.
-Necesitamos alojamiento para una noche y provisiones- respondió Romdrin.
-Os acompañaremos hasta la ciudad- informó un soldado- no conviene que caminéis sin protección por Llimin.
Comenzaron a andar escoltados por los soldados.
-¿A qué viene todo esto?- inquirió Shadak-Uhr.
-Nos preparamos para lo peor, Neldun podría atacar en cualquier momento.- respondió un soldado.
-¿Qué tenéis que temer de Neldun?- preguntó Shulliandlir.
-¿No os habéis enterado?- preguntó a su vez otro soldado- Neldun y sus seguidores se han levantado en armas contra el rey ya que no quieren que gente de otras razas se refugie en Llimin. Estamos preocupados porque podría atacar en cualquier momento. Muchos de los nuestros se han puesto de su parte y ha formado un poderoso ejército.
-Pues ya lo ha hecho- dijo Cairlin.- Ayer fuimos atacados por un grupo de Elfos Oscuros que dijo que no querían forasteros en Llimin. Conseguimos rechazarlos.
Cairlin omitió lo del ataque Hezshrak ya que habían acordado que de momento guardaría el secreto de la magia de batalla para que no cayera en malas manos.
-Una guerra interna… ¿¡Es qué se han vuelto locos!?- estalló Romdrin.- ¡En vez de centrar sus fuerzas en defenderse de los Hezshrak las dirigen contra sus hermanos!
Todos permanecieron en silencio totalmente de acuerdo con Romdrin.
-¿Y dices que se ha puesto al mando de un ejército?- preguntó Shulliandlir.
-Exacto, y han controlado las ciudades Shan y Shullen, y creemos que pretender atacar Shemil.
-Bien,- dijo Shulliandlir dirigiéndose a sus amigos- creo que hay una forma de acabar con esto. Según la tradición, el que mate al rey o, en este caso, cabecilla podrá quedarse con sus posesiones así que, si conseguimos matar a Neldul, lideraremos su ejército y acabaremos con esta guerra.
-¿Dónde tiene Neldul su base?- inquirió Romdrin dirigiéndose a los soldados.
-En Shan.- le respondieron.
-Pues entonces podremos intentarlo, Shan es nuestro destino.- propuso Romdrin.
-Es arriesgado, pero vale la pena intentarlo- aceptó Izindriel.
Uno tras otro, todos expresaron su conformidad.
Llegaron a Shimmiel una hora más tarde y, tras comprar provisiones se alojaron en una concurrida posada. La mayoría de clientes eran exiliados que habían conseguido llegar sin que Neldul les atacara. Durante el día que pasaron allí se enteraron de que el asedio a Shemil estaba a punto de comenzar y decidieron marchar cuanto antes para poder participar en él.

Capítulo 9: ¡Atrapados!

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Tras varios días de cautiverio, en los que solo les fue permitido beber pequeñas raciones de agua, los esqueletos de los tronos les hablaron:
-Como bien sabéis, somos los generales malditos de la guerra del Pacto contra la Alianza, y solo tenemos una forma de salir de aquí, que los vivos nos guíen a través del bosque. Nuestra maldición nos hace volver al punto de partida. Y, si intentáis engañarnos, vuestra amiguita Elfa sufrirá mucho.
Los amigos tuvieron que desechar su plan, que consistía en perder a los esqueletos en el bosque y huir, pero si ellos volvían al punto de partida, torturarían a Izindriel.
Desalentados, los compañeros iniciaron la lúgubre marcha, era apocalíptica.
Los compañeros rodeados de esqueletos encabezados por los ocho generales, avanzaban por la ciudad en medio de una lluvia que había empezado antes de que salieran de la torre. Entraron en el bosque.
Nadie se atrevía a intentar algo dado la amenaza realizada por los esqueletos. El grupo guiaba a los espectros a través de la espesura por un camino que solo ellos veían. Podían sentir las miradas de los esqueletos del bosque. Después de varias horas salieron del bosque. Los esqueletos comenzaron a lanzar gritos de victoria.
-Ahora nos dirigiremos a Palantrio, donde el Pacto tiene sus últimas fuerzas.- dijo uno de los generales.
Entonces todos comprendieron horrorizados la locura de esas almas condenadas. Pensaban que la guerra no había acabado. Y las fuerzas de los vivos estaban concentradas en los Hezshrak. Aunque consiguieran vencer a las hordas de espectros los Hezshrak los destrozarían.
-Vosotros vendréis con nosotros- les dijo un espectro- ya que no tenemos mapas y parecéis conocer el territorio. Recordad lo que haremos con vuestra amiga si no nos hacéis caso.
Iniciaron la marcha hacia Palantrio, todos advirtieron una mirada de furia en la cara de Shadak-Uhr. Pasaron varios días caminando por las pantanosas tierras de Omendal y llegaron a una llanura que se extendía frente Palantrio.
Avanzaban sigilosamente, y gracias a un hechizo de invisibilidad hecho por uno de los magos esqueleto, los vigías no podían verlos. Ellos eran una avanzadilla, ya que no tenían el suficiente potencial mágico para cubrir todo el ejército. El resto aguardaba en los lindes de la llanura.
Con cada paso que daban la mueca de rabia de Shadak-Uhr se iba acrecentando. Cuando ya estaban a un kilómetro de las murallas, el mago Orco estalló.
Murmurando un hechizo las cuerdas que le ataban se esfumaron.
Con un grito de furia lanzó una bola de fuego contra uno de los magos enemigos calcinándolo y destruyendo el hechizo de invisibilidad. Antes de que los guerreros espectro pudieran reaccionar, lanzó un rayo de energía contra uno de los generales desintegrándolo. Una parte de los guerreros esqueleto desapareció. Los demás se miraron asustados.
-¡Si destruís a un general, las almas de los soldados bajo su mando quedan liberadas!- gritó Shadak-Uhr, y luego, dirigiéndose a las hordas enemigas añadió- ¡Nadie toca mi ciudad natal!

Gritando otro hechizo, las cuerdas que ataban a sus amigos también desaparecieron. Con un rápido conjuro, las armas de sus amigos aparecieron en la manos de sus respectivos dueños. Gracias a la ira, su resistencia mágica- cada mago tiene una resistencia mágica, que es parecida a la física, así que, cuando usan un hechizo, ésta disminuye, es como echar a correr. Usan unas pócimas para restaurarla- había sido sorprendente, pero ahora se la había agotado y se dispuso a beber una poción para restaurarla. Pero un esquelto, reaccionando se dispuso a matarle, y él estaba desarmado. Cerró los ojos al comprender que era demasiado tarde. Pero en ese momento un hacha enana paró la estocada mortal. Con un giro de muñeca, Glomli partió en dos al esqueleto.
-Supongo que esto salda la deuda pendiente por salvarme de Neriador- dijo el Enano.
Mientras, sus amigos se colocaron formando un círculo, armas en ristre, dejándole un hueco para ellos, que se apresuraron a ocupar.
Romdrin y Cairlin, armados con escudo y espada. Shulliandlir, con dos espadas. Izindriel, con Amanriel cargado. Glomli, hacha en mano. Shadak-Uhr, con una daga en una mano y un libro de hechizos en otra. Juntos, formaban la esperanza de las Tierras de Cerdriander. Se aprestaron para la inminente batalla de la que probablemente no saldrían vivos ya que el resto del ejército de esqueletos se dirigía hacia ellos. Comenzaron a defenderse como nunca nadie lo había hecho. Los esqueletos caían bajo la mortífera defensa de los compañeros. Cuando el resto de la horda estaba apunto de llegar, aparecieron los Orcos. Eran unos veinte.
Rugiendo, éstos se lanzaron a por los esqueletos.
Entre gritos, los Elegidos consiguieron explicarles que habían de matar a los generales.
Tras una fácil batalla, ya que los generales permanecían juntos y una vez que llegaron hasta ellos los destrozaron, el ejército se esfumó, libre de la maldición.

-Gracias por la ayuda, sin vosotros no lo habríamos conseguido.
Shadak-Uhr hablaba con el jefe de los soldados Orcos que les habían salvado la vida.
-No ha sido nada, por los Elegidos nos lanzaríamos contra las fuerzas Hezshrak sin dudarlo. Pero, ¿qué eran esos… espectros?
Todos procedieron a explicarle su aventura en Orundlur y la liberación de la ciudad.
-Informaré a mis superiores y mandaremos una patrulla allí para comprobar si la ciudad es habitable. Necesitamos espacio para los refugiados y esa ciudad tiene una buena disposición para defenderla.
-¿Y cómo van las guerras en el norte?- preguntó Romdrin.
-Los Elfos se han llevado la peor parte, su reino ha sido tomado. Las últimas fuerzas se han refugiado en el bosque de Al. De momento están resistiendo, pero no tardarán en caer. Los humanos resisten en Elindal y Ramalen con ayuda de los Enanos, que están tapiando la única entrada a su reino por el sur, Ergoth. Lo dejará abierto como vía de escape para los Humanos. Si Bendil cae, cerrarán la entrada. Nosotros estamos resistiendo en el camino que cruza los Páramos del Límite, pero no aguantaremos eternamente. Por eso estamos construyendo una fortaleza al final del paso. Ah, y un extraño ha estado reuniendo un ejército que se está convirtiendo en una gran potencia. Se hace llamar el Jinete Blanco. Han destruido ya varios campamentos Hezshrak.
En Palantrio, que era la ciudad natal de Shadak-Uhr, hicieron una parada en la que decidieron qué hacer.
-Estábamos muy cerca de Paantrio… -dijo Romdrin.
-Pero ahora, estamos en la frontera con Llimin, podríamos ir a Shan para buscar el Arma del Destino de Shulliandlir- propuso Izindriel.
Nadie se opuso a ello, ya que la ciudad de Orundlur aún les producía escalofríos.

Iniciaron la marcha tras una semana de merecido descanso en el que Shadak-Uhr aprovechó para visitar a su familia y amigos. Tras comprar provisiones se pusieron en marcha por una tierra que, a pesar de ser pantanosa y con aspecto lúgubre, les llenó de esperanza ya que sabían que sus habitantes habían reaccionado ante la amenaza Hezshrak. Cuando iban a cruzar la frontera se encontraron con un grupo de refugiados escoltados por humanos. Cairlin los reconoció y fue a saludarles:
-¡Yebrod y Turmiel! ¿Qué tal os ha ido?
-Bien, después del ataque nos encomendaron la misión de escoltar a los refugiados para que lleguen sanos y salvos a Llimin.- respondió el que se llamaba Turmiel.
-Veo que os dirigís también a Llimin. Nosotros vamos a Shimmiel en concreto. ¿Queréis acompañarnos?
-No gracias. Estamos cansados y teníamos pensado pasar una última noche en los territorios de Omendal.
-Bien, nos encantaría pasar la noche aquí. Pero tenemos prisa, ya que aún quedan muchos exiliados que escoltar.-explicó Turmiel
-Comprendo-respondió Cairlin- Me hubiera encantado estar de nuevo junto a vosotros, pero tengo otra misión.
-En ese caso-dijo Yebrod- Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse.
-Lo mismo digo.

Los Elegidos montaron un campamento al amparo de una arboleda. Romdrin y Glomli cazaron un ciervo. Al caer la noche encendieron una hoguera y cocinaron el ciervo. Estuvieron ultimando sus planes al calor de la hoguera hasta altas horas de la noche. Decidieron que tras encontrar el Arma del Destino de Shulliandlir volverían a Orundlur. Al final solo quedaron Romdrin y Cairlin alrededor de la hoguera. Cada uno estaba ensimismado en sus cavilaciones y no hablaban hasta que Cairlin rompió el silencio:
-Estoy preocupado por Yebrod y Turmiel. Me da mala espina Llimin, no se por qué.
-Yo también presiento que algo va a ocurrir. Y no es nada bueno.
-Bueno, son expertos luchadores, supongo que sabrán cuidarse.
-Eso espero… Porque no debes olvidar que protegen a un grupo indefenso de personas.
-Lo sé. Espero volver a verlos pronto.
Continuaron la conversación un rato más antes de retirarse a sus respectivas tiendas. Allí estaban, dos figuras en la inmensidad de la noche, iluminados por una crepitante hoguera rodeados de árboles.
“Parecemos un grupo de cazadores”, pensaba Romdrin.”Ojalá lo fuéramos, todo sería más fácil.
Cairlin pensaba preocupado en sus amigos, y sentía una creciente opresión en el pecho. Algo iba a ocurrir.
Lo que no podía saber era que se iba a encontrar con sus amigos.
Muy pronto.

Capítulo 8: Orundlur

domingo, 6 de septiembre de 2009

-Antes de nada –explicaba Shadak-Uhr- debes saber a donde nos dirigimos, probablemente no quieras venir.
-Os acompañaría hasta el fin del mundo- informó Cairlin decidido.
-Nos dirigimos a Orundlur, la Ciudad Maldita.- le dijo Shulliandlir.
Cairlin le miró con los ojos desorbitados, pero en seguida se recuperó y respondió:
-Como os he dicho, os acompañaré hasta el fin del mundo.
-Tienes un noble corazón- admiró Izindriel.
Se encontraban caminando por el pantanoso reino de los Orcos. El camino que seguían estaba abandonado ya que se dirigía a Orundlur, la Ciudad Maldita. Hacía mucho tiempo, en los tiempos de guerra entre el Pacto y la Alianza, se había librado una cruenta batalla por defender esa ciudad. Se habían empleado todas las trampas y artes oscuras conocidas en ese momento, por eso los dioses decidieron castigar a los altos cargos que allí pelearon rodeando la ciudad de árboles – cada uno era uno de los muertos de la batalla- malditos, donde las almas pululaban por ese bosque. Los generales quedaron encerrados en la ciudad hasta volverse locos. Se dice que sus almas continúan allí buscando la forma de salir.
El camino por el que transitaban estaba lleno de maleza que iban eliminando con sus Armas. Árboles retorcidos estaban a los lados del camino, y parecía que tenían brazos que intentaban atrapar a los caminantes que se aventuraban allí.
Izindriel les había explicado a sus amigos las mágicas propiedades de su carcaj y su flecha transparente, así que decidieron usar la flecha para ver el camino que tenían que atravesar en el bosque.
Ella se preparó para usar el poder de Amanriel. Cargó la flecha transparente, que empezó a relucir con una luz blanca sobrenatural. Apunto alto y disparó, fue como si abandonara su cuerpo, de repente, se encontró volando por encima del bosque. Miró hacia abajo y vio un camino que estaba un poco más a la izquierda de donde ellos se encontraban. Miró al bosque y no vio ningún peligro, si no árboles retorcidos como los que había en el camino, sin embargo emanaban un poder maligno. Ella, la flecha, continuó su trayectoria y llegó a una ciudad rodeada de una muralla derruida, las casas llenas de enredaderas y una torre que se erguía imponente en el centro de la cuidad, comprobó impresionada que era arquitectura orca, así que debían de haber tallado una montaña entera.
“Tanto trabajo para que fuera corrompido por las ansias del poder” pensó Izindriel descorazonada.
Vio que se iba a estrellar contra la muralla y cerró los ojos, pero como no sentía ningún impacto los abrió y se encontró de nuevo en su cuerpo, aún sostenía el arco en las manos. Sus amigos la miraban preocupados, ella los tranquilizó con una sonrisa y explicó:
-Un poco más al oeste hay un camino que atraviesa el bosque, no he visto ningún peligro, pero sentía un maligno poder proveniente de los árboles.
-Esto no pinta bien- dijo Romdrin.- En fin, no tenemos otra opción, adelante.
Encabezados por Cairlin, todos se encaminaron al lugar que había señalado Izindriel. No tardaron en descubrir el camino.
Con ayuda de sus armas, quitaron la maleza para dejar al descubierto un camino que serpenteaba entre los árboles. Comenzaron a avanzar. El bosque era tenebroso, todos se apretaban unos contra otros asustados por el mal que surgía de la espesura, hasta en el aire se respiraba la malignidad.
Cuando llevaban la mitad del recorrido ocurrió algo que nadie se esperaba, de un árbol, comenzó a salir una luz que se proyectaba hacia el camino, en esa luz se empezó a distinguir una figura que fue tomando forma hasta dar lugar a un esqueleto armado con escudo y espada. Giró su cráneo hacia ellos y dijo:
-Osáis penetrar en el bosque de la Ciudad Maldita, si queréis seguir con vida, dad la vuelta inmediatamente o preparaos para uniros a nosotros en la protección de la Ciudad Maldita, para toda la eternidad.
Más esqueletos comenzaron a salir de los árboles.
Todos desenfundaron las armas rápidamente y se posicionaron para la inminente lucha.
-Escuchad- dijo Romdrin- Cairlin y yo os cubriremos, vosotros corred hacia la ciudad. ¿Cairlin, estas conmigo?
El guerrero asintió, concentrado en sus oponentes. Los árboles casi no les dejaban espacio de maniobra. Todos juntos lanzaron un fiero ataque a los que les cortaban el camino hacia la ciudad, eliminaron a todos los que se interponían y Shulliandlir, Shadak-Uhr e Izindriel comenzaron a correr hacia allí mientras Romdrin y Cairlin se interponían entre sus amigos y los esqueletos.
El primero que se acercaba se desintegró gracias a una flecha lanzada por Izindriel, todos comprendieron que las Armas del Destino los destruían.
Romdrin decapitó a uno que intentó atravesarle con un sable curvo. El cuerpo se desplomó despojado de su poder maligno, al menos podían eliminar a sus enemigos, pensó esperanzado.
Cairlin se batía contra dos de los esqueletos. Romdrin contempló horrorizado como más esqueletos salían de los árboles y amenazaban con rodearles. Recordó que Izindriel había dicho que el camino desembocaba en un agujero que había en la derruida muralla.
-¡Cairlin –gritó Romdrin- Hemos de ir retrocediendo hasta la muralla, o nos rodearan!
-Vale, correremos un poco y no enfrentaremos a ellos de nuevo, y así sucesivamente- le respondió Cairlin mientras que un rápido movimiento de su brazo partía a la mitad a un esqueleto.
Los dos salieron corriendo tras sus compañeros, que ya les llevaban una considerable ventaja, éstos iban matando a los esqueletos que se interponían en su camino sin detenerse.
Tras avanzar unos cuantos metros se giraron de nuevo y comenzaron a luchar fieramente contra los esqueletos. Romdrin fintó hacía el lado derecho y partió a su enemigo por desde el lado izquierdo, seguidamente se impulsó con una roca que había a un lado del camino y saltó con la espada por encima de la cabeza sobre otro oponente partiéndole el cráneo. Mientras, Cairlin paró con el escudo la acometida de un esqueleto y contraatacó lanzando una potente estocada que su enemigo paró con su espada, pero Cairlin atizó con su escudo en la cabeza al esqueleto matándolo. Colgándose el escudo en la espalda recogió la espada de su enemigo caído y se enfrentó a su siguiente rival lanzándole una serie de estocadas que su enemigo detenía a duras penas hasta que una le cercenó el brazo en el que sostenía un escudo y entonces no pudo parar las mortíferas espadas de Cairlin.
Siguieron así un rato más y luego corrieron otro centenar de metros.
Cuando ya avistaban la muralla se encontraron con una desagradable sorpresa, un grupo de esqueletos les cortaban el camino hacia la Ciudad Maldita mientras que sus perseguidores se acercaban. Cairlin y Romdrin frenaron en seco y se pusieron espalda contra espalda mientras las huestes de espectros avanzaban pausadamente, armas en ristre, hacia ellos.
-No creo que salgamos de esta,- le dijo Romdrin a Cairlin- a sido un placer luchar al lado de un diestro guerrero como tú.
-Para mí ha sido un honor defender a un Elegido.
Los dos gritaron el nombre de su reino natal.
-¡Rogonar!
Cuando todo parecía perdido, una onda de energía mágica barrió a los esqueletos que les cortaban el paso hacia la muralla. Donde ellos habían estado hace unos segundos se encontraba la silueta de un Elfo Oscuro: Shulliandlir.
-Bombas mágicas- explicó apresuradamente Shulliandlir- fabricadas por Shadak-Uhr, tardan días en prepararse dado su gran consumo de magia. No hay tiempo para más explicaciones. Apresuraos.
Romdrin y Cairlin abatieron a algunos esqueletos antes de salir corriendo en pos de su salvador, que se había lanzado en una carrera hacia la muralla. Los tres se giraron al llegar al boquete dispuestos a enfrentarse al grupo de esqueletos cuando comprobaron asombrados que estos se retiraban de vuelta a los bosques.

Después de separarse de Shulliandlir, que había sacado un extraño objeto de sus bolsas que solo Shadak-Uhr sabía lo que era, Izindriel, Glomli y Shadak-Uhr avanzaban silenciosamente por las desoladas calles de Orundlur en busca de algún indicio que pudiera indicarles la situación del Arma del Destino de Shadak-Uhr. Ya habían explorado la mitad de la ciudad, que no era muy grande, cuando llegaron al centro de la ciudad, allí se erigía la gran torre mencionada por Izindriel.
-¿Estáis preparados? –preguntó Shadak-Uhr- No sabemos lo que podemos encontraron ahí dentro.
Izindriel y Glomli asintieron desconfiados aunque decididos. Una escalinata conducía a una puerta que se encontraba cerca de donde ellos se encontraban. Se acercaron cautelosamente, estaba entornada. Cruzando una mirada de complicidad, Shadak-Uhr abrió la puerta.
Entraron en una gran estancia circular, montañas de oro se alzaban por todas partes, columnas talladas en piedra sostenían el techo, las paredes estaban cubiertas por tapices que antaño habrían sido preciosos, pero que ahora se encontraban deshilachados y polvorientos.
Entre tantas riquezas se alzaban ocho tronos lujosamente hechos al fondo de la estancia, sobre cada uno de ellos descansaba el esqueleto de un Humano o un Enano. Todos ellos estaban vestidos con majestuosos ropajes y algunos llevaban coronas propias de reyes.
-Estos deben ser los generales de los que habla la leyenda- murmuró Glomli mientras avanzaban cautelosamente por la sala.
Sucedió algo que no esperaban.
Las cabezas de los esqueletos se movieron a la vez enfocando sus vacías cuencas hacia ellos y dijeron con voz espectral:
-En efecto Enano. Y parece que por fin podremos salir de aquí. Apresadlos.
Montones de esqueletos armados comenzaron a salir de los lugares más recónditos de la cámara.

Cairlin, Romdrin y Shulliandlir avanzaban por la ciudad cautelosamente, echando nerviosas miradas hacia atrás por si volvían sus perseguidores. Las derruidas paredes de las casas permitían saber que la ciudad llevaba mucho tiempo en desuso, ya que la arquitectura orca es difícil de destruir.
Avanzaban lo más rápido que podían, ya que también debían apresurarse para encontrar a sus amigos. No era muy difícil pasar inadvertido, ya que las calles estaban llenas de escombros. Pero por muy sigilosos que fueran, su presencia ya era sabida por los moradores de la torre. Tras hacer casi el mismo recorrido que sus amigos, los compañeros llegaron a la torre. Se quedaron en el umbral contemplando maravillados la imponente mole de la torre.
Tras cruzar una mirada, entraron.
Tuvieron un caluroso recibimiento, varios esqueletos les atacaron si casi darles tiempo a desenfundar las armas. Comenzaron a defenderse con la fuerza que otorga la desesperación. Gracias a la estrechez de la puerta, los enemigos no podían rodearles. Aguantaron estoicamente hasta que un esqueleto consiguió golpear con la empuñadura de su espada la cabeza de Cairlin, que cayó inconsciente. Shulliandlir y Romdrin no tuvieron más remedio que tirar las armas. Rápidamente, fueron despojados del resto de sus armas y atados. Ocho esqueletos ricamente vestidos se acercaron a ellos y dijeron:
-Llevarlos con el resto.
Shulliandlir y Romdrin fueron conducidos a un lugar de la sala seguidos por dos esqueletos que portaban a su inconsciente amigo. Allí se encontraron asombrados con el resto de los Elegidos
Desde su posición, los Elegidos escucharon a sus captores hablar:
-Preparadlo todo, estos vivos nos guiarán a través del bosque y podremos ser libres de nuevo.
Todos, impactados por el mal que estaban a punto de liberar, comenzaron a trazar un plan.

Capítulo 7: El jinete blanco. Mercenarios

lunes, 31 de agosto de 2009

Un jinete, que iba cubierto por una capa y una capucha blancas y portaba una lanza con un estandarte de un unicornio blanco relinchando, montado sobre su montura, un unicornio blanco, se abría paso en Fronteriza para llegar a la plaza central. La gente se apartaba a su paso en las calles no muy bien adoquinadas de la ciudad. Cuando llegó, se situó en el centro y, con una voz amplificada por un hechizo comenzó a hablar:
-He venido a Fronteriza para avisar a todos los mercenarios y soldados que aquí se hospedan o viven de que estoy reclutando gente para formar un ejército de resistencia bajo el estandarte del Jinete Blanco ya que varias ciudades ya han sido tomadas y es hora de actuar. Todos los que se quieran unir que se acerquen. Vuestros hogares están en juego.

Los Elegidos caminaban por una arboleda en dirección al Pantano del límite.
Ya lo veían aparecer en el horizonte. Los compañeros estaban preocupados por su escasez de dinero y decidieron que harían una pausa en su viaje hacia Orundlur en Ohrzul para trabajar de mercenarios durante un tiempo. Shadak-Uhr y Shulliandlir hablaban emocionados por la vuelta al reino donde Shadak-Uhr había nacido. Glomli explicaba a Romdrin e Izindriel como sus ancestros habían tallado una ciudad en una montaña. El viaje por el boscoso y montañoso reino de los Elfos estaba resultando agradable. El haber conseguido un Arma del Destino había levantado los ánimos del pintoresco grupo.
El viaje de una semana transcurrió sin problemas hasta llegar al único camino que cruzaba el Pantano del Límite. Los compañeros se apresuraron a esconder ya que vieron la bandera Hezshrak ondeando en el conjunto de casas que se encontraban en el camino.
-¿Cómo pasaremos?- preguntó Shulliandlir
-E aquí nuestro pasaporte para atravesar el Pantano y evitarnos muchas molestias. –respondió Romdrin mirando a diez Hezshrak que salían de las casas por el camino en el que ellos se hallaban escondidos. Como no se esperaban ningún ataque no llevaban defensas mágicas, por lo que un sencillo hechizo de sueño de Shadak-Uhr bastó para dejarlos fuera de combate. Se vistieron con sus trajes, adaptados por un nuevo conjuro de Shadak-Uhr a sus tallas, excepto Glomli y Romdrin, que hicieron de prisioneros, y se encaminaron hacia el conjunto de casas del camino. Eran unas destartaladas casas hechas de madera que se apiñaban de manera desordenada en el camino. El camino estaba hecho en su mayoría por puentes sólidamente construidos. El resto del camino era una simple senda de tierra. Usaron las capuchas que incluían los uniformes del traje para taparse la cabeza y se acercaron al puesto fronterizo.
-¿Por qué habéis vuelto? –preguntó un Hezshrak desconfiado en su idioma. Por suerte habían pensado en eso y la magia de Shadak-Uhr había obrado un milagro, todas las lenguas que escucharan sonaría en un idioma que ellos entenderían.
-Hemos encontrado a estos dos deambulando por el camino y hemos pensado que podrían ser peligrosos. Hemos de llevarlos al interior del Pantano para deshacernos de ellos.- respondió Shulliandlir.
Por suerte, los trajes que habían robado eran de mayor rango que los de esos soldados, por lo que no tuvieron más remedio que dejarles pasar. Se alejaron rápidamente del lugar, se cambiaron y comenzaron la travesía a través del brumoso pantano.
Todos caminaban lo más deprisa que podían, temerosos de que los persiguieran. El viaje transcurría sin problemas hasta que Glomli se hundió en el fango. Con ayuda de una cuerda estaban consiguiendo sacarlo cuando Shulliandlir dijo:
-Se acercan Hezshrak.
Maldiciendo, todos se apresuraron a sacar a Glomli. Cuando lo consiguieron fue demasiado tarde, apenas se puso en pie cuando se encontraron rodeados de Hezshrak. Se disponían a deponer las armas cuando varias flechas surgieron de la espesura matando a varios Hezshrak, aprovechando su oportunidad los Elegidos comenzaron a luchar con fiereza, acabando rápidamente con el grupo de Hezshrak. Tres figuras surgieron de la maleza. Eran un Orco, un Humano y un Elfo Oscuro. El Humano les explicó:
-Cualquiera que tenga a los Hezshrak como enemigo es nuestro amigo. Por cierto, me llamo Cairlin. Éstos con Shallan y Paaltril.
Los Elegidos también se presentaron. Izindriel dijo:
-Nos dirigimos a Ohrzul buscando un trabajo de mercenarios.
-Pues estáis de suerte, nosotros volvíamos de espiar a los Hezshrak que controlan el paso por los Pantanos cuando os vimos. Vamos a atacarles para poder continuar con las rutas comerciales. –explicó Cairlin- Además pagan bien a los que ayuden.
Los compañeros decidieron participar en el ataque, y todos se encaminaron a Ohrzul, que era donde estaba el resto de mercenarios para el ataque. En el viaje Cairlin, acordándose de lo que había oído exclamó:
-¡Vosotros sois los Elegidos, la descripción encaja!
El grupo, mirándose impresionado por que la noticia se hubiera extendido tan rápido decidieron confiar en Cairlin y le explicaron su historia.
-Nosotros, los que vamos a atacar a los Hezshrak,- informó Shallan- somos la Resistencia, un grupo de soldados dirigidos por varios nobles que nos pagan a fin de ayudarles en su causa por evitar que los Hezshrak entren en la parte sur de Cerdriander y, a poder ser, proporcionar ayuda a la parte norte.
El grupo, contento por saber que la gente comenzaba a reaccionar, pronto entabló amistad con sus salvadores. El resto del viaje a Ohrzul transcurrió sin incidentes.
Llegaron a una ciudad preparada para la guerra, millares de soldados corrían por las calles llevando armas o provisiones. Pocos habitantes se veían, ya que la mayoría o se había confinado en habitaciones secretas, o se había marchado de la ciudad. Ya que se sabía lo del camino del Pantano e intuían que pronto serían atacados. Las casas, hechas de roca con arquitectura orca, parecían sólidas para resistir un ataque. La arquitectura orca consistía en conseguir una roca del tamaño que se quisiera obtener y tallarla hasta darle la forma adecuada. Luego, mediante magia, se asentaban en el suelo.
Los elegidos se encaminaron a lo que parecía ser un palacio. Dos guardias custodiaban la entrada. Entraron en una amplia sala que no tenía columnas, ya que al ser una sola roca tallada no necesitaba soporte. Un Orco con aspecto de importante se les acercó:
-Bienvenidos a mi palacete, iré al grano, ¿queréis uniros al ataque contra el camino del Pantano?
Los amigos le explicaron quienes eran y su situación financiera.
-Los Elegidos- murmuró para sí impresionado el noble, luego en voz alta les dijo- aquí, en Ohrzul, tenemos nuestra base la Resistencia, un grupo de soldados que apoyamos a los Elegidos y… Ah, ya os lo han explicado.
Cairlin, Shallan y Paaltril presentaron su informe diciendo que habría aproximadamente un centenar de Hezshrak.
-Nosotros solo contamos un cuarenta hombres, ya que la noticia de la Resistencia aún no se ha extendido- explicó el noble- Pero tendremos que conformarnos. Debemos darnos prisa, ya que pronto los Hezshrak cruzarán el camino. Si conseguimos expulsarles del paso y hacer una fortificación allí habremos impedido que asolen el Omendal.
Tímidamente, Romdrin se acercó ha la mesa donde estaban los planos y le dijo al noble:
-Fui un comandante militar, y creo que tengo una idea de cómo realizar el ataque.
-Adelante- le animó amablemente el noble- Exponnos tu idea.
-Bien, -empezó Romdrin- es sencillo, por lo que he visto, donde se encuentran los Hezshrak son un grupo de casas apiñadas alrededor de un solo camino rodeadas de árboles. Podríais enviar a vuestros arqueros por la noche a los árboles armados con flechas ardiendo y disparar a las casas para que los Hezshrak se vean obligados a salir y no poder pertrecharse en las casas. Luego, los guerreros nos colocaríamos en el camino que va hacia Omendal obligándoles a retirarse hacia el Reino de los Elfos dado las continuas lluvias de flechas de los arqueros apostados en la arboleda.
El noble, impresionado por la inteligencia del Humano, dijo:
-Es un buen plan, será llevado acabo.

Romdrin, Glomli, Shadak-Uhr y Shulliandlir avanzaban por el camino hacia las casas donde casi habían sido atrapados por los Hezshrak, se movían en la noche, tan silenciosos como podían serlo treinta hombres. Después de una semana de viaje ya estaban llegando. Diez arqueros se habían adelantado para colocarse en sus posiciones, entre ellos Izindriel. Los pensamientos de los guerreros Elegidos volaban hasta su amiga, éstos estaban preocupados por su seguridad, pero Izindriel estaba mucho más preocupada, ya que ella prácticamente no corría peligro porque no lucharía cuerpo a cuerpo. Llegaron a su destino una hora más tarde. Silenciosamente se colocaron en sus puestos y vieron a los guardias, que deberían estar donde ellos se encontraban, atravesados por flechas. Se prepararon y lanzaron una saeta ardiendo a una casa, era la señal. De los árboles comenzaron a salir flechas ardientes que se clavaron en los tejados de las casas. Pronto comenzaron a salir Hezshrak colocándose la armadura o desenvainando espadas. Al ver el panorama, los Hezshrak intentaron agruparse, pero era muy difícil bajo una lluvia de flechas. Al final, una veintena se lanzaron hacia los guerreros mientras el resto intentaba huir por el otro lado, pocos escaparon. Los que se lanzaron a por los soldados fueron aniquilados. Romdrin fue el único Elegido que se enfrentó a uno, ya que las flechas y los soldados hicieron el resto. El combate no fue muy duro. El Hezshrak se lanzó hacia el lanzándole numerosas estocadas que Romdrin detenía con su espada con giros de muñeca. Cuando vio una oportunidad le lanzó una patada en el estómago a su enemigo, que se dobló de dolor, y entonces Romdrin le atravesó la espalda.

Los siguientes días fueron bastante felices, aunque todos tuvieron que trabajar con ahínco para fortificar el camino. Todos los soldados tenían esperanzas renovadas ya que todos los recelos a creer en los Elegidos habían desaparecido al conocerlos y ver a Amanriel. Dos días después del ataque llegaron los altos cargos con provisiones y soldados.
El noble que dirigía la resistencia les propuso:
-Hemos pensado enviaros una escolta. Y una persona se ha ofrecido, Cairlin. Os acompañará en vuestro viaje por los reinos. Es un experto cazador y un gran guerrero.
Nadie se opuso a que el hombretón los acompañara. Así, tres días más tarde, con provisiones y armamento nuevo, los Elegidos y Cairlin se echaron al camino.

Capítulo 6: Amanriel

lunes, 24 de agosto de 2009

Los Elegidos entraron en una sala con forma de estrella de seis puntas.
En el suelo había dibujada una estrella:


-¡Es un símbolo mágico!- exclamó Shadak-Uhr.- ¡Vamos, poneos en el centro!
A regañadientes y observando desconfiados, los Elegidos se pusieron en el centro de la sala. Shadak-Uhr se sentó justo en el centro y comenzó a hablar en el idioma de la magia.
No ocurría nada.
De repente, los trazos del dibujo comenzaron a expulsar una luz roja y a prolongarse hacia arriba, Shadak-Uhr, con los ojos cerrados para concentrarse, comenzó a levitar. Los demás se miraron unos a otros inquietos. Ellos también comenzaron a levitar. El único tranquilo era Shulliandlir. El resto estaba espantado. Hubo un fogonazo de luz y aparecieron en otra sala en la que había el mismo dibujo en el suelo pero el lugar era diferente.
-Hemos llegado- dijo Shadak-Uhr.
El resto miraba impresionado la sala en la que se encontraban, estaba hecha siguiendo el mismo modelo que la anterior, pero en el aire revoloteaban fuegos fatuos y había una luz como la que había aparecido cuando los dioses les habían hablado. Al final de la sala había un pasillo que conducía a la siguiente.
-En marcha. –dijo alegremente Shulliandlir echando a andar.
Shadak-Uhr, al ver que los demás no se movían exclamó:
-¡Vamos, habéis defendido una aldea y capturado a un peligroso secuestrador, y ahora os asusta caminar por un templo!
-Por lo menos sabíamos a lo que nos enfrentábamos- gruñó Glomli.
-¿Queréis vencer a los Hezshrak o no?- preguntó Shulliandlir.
Esto pareció convencerles, ya que echaron a andar aunque mirando a todos lados desconfiados.
La siguiente sala era circular y tenía una gruesa columna en el centro. La columna y la pared tenían unas curiosas hendiduras circulares. Entraron en la habitación y se escuchó un chasquido y el chirrido de engranajes poniéndose en marcha.
-¡Al suelo! –gritó Glomli, que sabía ingeniería y conocía el ruido de una trampa al ponerse en marcha.
Todos se tiraron al suelo y numerosos dardos comenzaron a salir por los orificios de las paredes y la columna. Los dardos salían sin cesar, un poco más adelante los dardos también pasaban por la altura a la que estaban ellos, por tanto no podían seguir arrastrándose.
-Bien, -dijo Shadak-Uhr- Puedo hacer un conjuro protector que hará que los dardos no os atraviesen, pero con este ruido no puedo concentrarme lo suficiente para incluirme a mí en el escudo.
-Pero no puedes quedarte aquí –protestó Shulliandlir.
-Probablemente cuando Izindriel recoja el arma la trampa se desactive.
-Aún así… -comenzó a decir Romdrin.
-¡No hay otra opción! –gritó Shadak-Uhr exasperado.
Comenzó a formular el hechizo. Al acabar una especie de halo cubría a los Elegidos menos a él.
-¡Corred!- exclamó- Y daos prisa, no se está muy cómodo tirado en la piedra.
Salieron corriendo y observaron impresionados como los dardos en vez de tocarlos se desviaban chocando con la pared.
Llegaron a la siguiente sala. Unos instantes más tarde el hechizo se desvanecía. Se encontraban en una sala que eran más bien una prolongación del pasillo por el que habían venido pero que se ensanchaba un poco y unas columnas sostenían el techo, éstas se encontraban donde antes estaba la pared del corredor.
Los Elegidos caminaban cautelosamente por el centro de la sala en dirección a la otra salida y, al llegar a la mitad, unos soldados transparentes saltaron de detrás de las columnas y uno golpeó la cabeza de Romdrin con la empuñadura de su espada dejándolo inconsciente.
-Somos los Guardianes de Amanriel- dijo uno de los soldados con voz espectral- Retroceded o preparaos para luchar.
Rápidamente todos sacaron sus armas y rodearon al inconsciente Romdrin mirando desafiantes a los espectros.
-Así sea –dijo otro Guardián.
Varios se pertrecharon tras las columnas sacando arcos mientras que otros sacaban espadas y se dirigían hacia los amigos.
-Rápido, tras las columnas- ordenó Shulliandlir reaccionando.
Él y Glomli cogieron a Romdrin mientras Izindriel cubría su retirada disparando contra los Guardianes, uno cayó abatido por la flecha y el otro se apresuró a esconderse tras las columnas.
Shulliandlir y Glomli depositaron el cuerpo de Romdrin recostado contra una columna y se colocaron detrás de otras para evitar los disparos de sus enemigos. Izindriel devolvía los disparos.
-¡Izindriel!- le gritó Glomli.- Cuando ellos ataquen, tú corre hasta la siguiente sala, nosotros nos ocuparemos de Romdrin. Recuerda lo que dijo Shadak-Uhr: “Las trampas se desactivarán cuando consigas el Arma.”
Izindriel asintió aunque le dolía dejar a sus amigos contra unos espectros.
Los espectros se lanzaron al ataque e Izindriel salió corriendo tan rápido como le permitían sus piernas.
Cuando se alejó de la sala se encontró en el mismo pasillo que comunicaba el resto de habitaciones. Se apoyó en la pared a recuperar el aliento, luego siguió corriendo hasta la abertura que se veía al final del pasillo.
Había una inscripción encima de la abertura escrita en élfico:
“Solo los que están dispuestos a arriesgarlo todo pueden asir Amanriel.”
Preguntándose que querría decir eso Izindriel entró en la sala. Lo que encontró la dejó sin aliento.
A su izquierda estaba su familia acorralada contra la pared por unos guerreros espectrales que iban a matarlos. A la derecha, sobre un pedestal en el que se leía Amanriel, estaba el arma más perfecta que Izindriel hubiera visto nunca. Era un arco que estaba hecho de lo que parecía mármol, pero parecía muy ligero. En las puntas estaba decorado con hojas hechas de esmeralda. La cuerda era tan fina que casi no se veía. También había un carcaj que contenía dos flechas de pluma dorada y una transparente. Era cuadrado y estaba hecho del mismo material que el arco.
Uno de los espectros se giró hacia ella y la traspasó con su gélida mirada diciendo:
-Elige, o tu familia o Cerdriander.
Entonces una puerta de piedra comenzó a bajar lentamente tapando el Arma del Destino. Izindriel decidió disparar a los espectros mientras corría hacia Amanriel, pero comprobó horrorizada que no tenía flechas y, si intentaba matar a los espectros con su espada, perdería el Arma del Destino. Se dio cuenta de que si salvaba a su familia sería solo temporal, ya que luego morirían a manos de los Hezshrak, aparte de otras muchas familias.
Llorando de frustración le dijo a su familia:
-Lo siento.
Entonces supo el significado de la frase escrita en la entrada. Hecho a correr y asió Amanriel colgándose el reluciente carcaj en el hombro. La puerta de piedra se paró. En ese instante supo como usar el arma. Supo que las flechas del carcaj nunca se acababan y que la flecha transparente al ser lanzada podía ver como si ella fuera la flecha. Se dispuso a disparar a los espectros y comprobó estupefacta que su familia ya no estaba.
-Era una ilusión- le explicó un espectro- Has superado la prueba.
Dicho esto el y su compañero se desvanecieron.
La Elfa corrió preocupada pero a la vez feliz hasta la sala donde dejó a sus amigos batallando y los encontró envainando las armas y mirando extrañados a donde sus enemigos habían estado hace un momento.
-Se han desvanecido- murmuraba Glomli cuando vio a Izindriel. Éste se quedo impresionado por la calidad del Arma del Destino para luego exclamar emocionado:
-¡Lo has conseguido!
Romdrin que se estaba levantando también vio a Izindriel y corrió a abrazarla. Shulliandlir también se acercó corriendo y todos comenzaron a reír y felicitar a Izindriel. Luego se acordaron de Shadak-Uhr y fueron corriendo a la siguiente sala y lo encontraron sacudiéndose el polvo.
-Ya era hora- dijo intentando aparentar un tono gruñón. Pero no pudo evitar reírse y, seguidamente, también abrazó a Izindriel sonriendo feliz.
Juntos volvieron a usar el símbolo mágico y salieron del Templo. La luz del sol los deslumbró y un ciudadano que acababa de doblar la esquina miró extrañado al pintoresco grupo y continuó su camino.
Esa noche todos se olvidaron de sus preocupaciones y responsabilidades y celebraron el haber conseguido Amanriel hasta altas horas de la noche en la posada. Esa noche durmieron sin hacer turnos de guardia y fue la primera vez que descansaron tranquilos.
A la mañana siguiente decidieron ir a Omendal a por Paantrio, el Arma del Destino de Shadak-Uhr. Tras pagar la posada, comprar provisiones y recoger sus cosas se echaron al camino.

Capítulo 5: El Coliseo. Elvéniador.

sábado, 22 de agosto de 2009

Tras pasar dos días en un calabozo, Shulliandlir y Shadak-Uhr eran transportados en un carro conducido por Neriador y su banda.
Los compañeros charlaban tranquilamente, eso frustraba a Neriador, ya que él nunca había secuestrado a experimentados mercenarios y sus víctimas siempre iban aterrorizadas.
-Tenéis dos opciones: O luchar por separado en el Coliseo o juntos.
Los amigos, intercambiando una mirada de complicidad dijeron a la vez:
-Juntos.
-Muy bien- les respondió Neriador- entonces la primera ronda será contra dos oponentes, luego contra tres y por último contra cuatro. Vosotros lucharéis con lo que lleváis encima, vuestros rivales, hombres de mi banda, elegirán sus armas. Las rondas serán seguidas, no habrá descanso, si vencéis liberaré a vuestro amigo.
-¿Y si no?- preguntó amenazadoramente Shulliandlir.
-Seréis ejecutados.
El resto del viaje Shulliandlir y Shadak-Uhr hicieron que dormían mientras hablaban por la red mágica que Shadak-Uhr había tejido. Trazaban planes sobre como huir, ya que sabían que Neriador no les devolvería a su amigo.
Al final acordaron que al acabar la lucha con un hechizo Shadak-Uhr teletransportaría a Neriador junto a ellos y lo usarían como rehén para escapar con Glomli.
Llegaron al coliseo.
Era un círculo rodeado de gradas toscamente hechas con madera, en ellas había sentada gente de muchas razas, probablemente bandidos. Estaba situado en un claro del bosque de Imin. Había dos puertas que daban al círculo, encima de una de ellas había un palco en el que se sentaba Neriador.
Mientras el subía allí, Shulliandlir y Shadak-Uhr fueron colocados en una de las puertas y Neriador comenzó a hablar:
-Queridos compañeros. Estas personas quieren liberar a su amigo, por tanto han de pasar una prueba, y he elegido la prueba del Coliseo. Como ya sabéis en que consiste daremos comienzo a la actuación.
La puerta se abrió y los compañeros entraron.

Romdrin e Izindriel continuaban por el camino en lo que sería la última jornada de viaje. Después de la defensa de la aldea, los compañeros habían pasado dos días sin casi hablar, pero el tercer día de viaje que era el último había amanecido soleado y había levantado los ánimos de los Elegidos.
Charlaban animadamente y reían con el sol brillando sobre sus cabezas, al mediodía avistaron los grandes edificios que caracterizaban a Elvéniador.
Después de comer continuaron caminando y llegaron media hora más tarde. Al entrar en la ciudad vieron una gran cantidad de arqueros en las murallas.
Mientras caminaban por las calles de Elvéniador observaron la urbe. Era una ciudad fortificada, con unas imponentes murallas y calles empedradas las casas eran de piedra, excepto las más pobres que eran de madera. Poca gente caminaba por la ciudad. Algunas cargaban con fardos que probablemente serían sus pertenencias. Lo que más se veía eran soldados.
-¿Cómo crees que les irá a Shulliandlir y Shadak-Uhr?- preguntó Romdrin
-Se les veía unos experimentados guerreros y grandes amigos. Yo creo que bien.

Lo que no podían saber es que en esos momentos sus amigos estaban en una lucha a muerte por salvar a Glomli.
El mago y el guerrero, que eran sus primeros contrincantes, acababan de aparecer.
El guerrero era un Humano de aspecto amenazador que con una mano habría podido estrujar a Shulliandlir, iba armado con una espada a dos manos, una daga y llevaba colgado en la espalda un escudo. El mago era otro Humano flacucho armado con una daga y un arco
Mirándose antes del ataque Shulliandlir preguntó:
-¿Listo?
-Listo- le respondió Shadak-Uhr. Acto seguido comenzó a murmurar palabras mágicas luchando contra el mago.
El guerrero enemigo se lanzó al ataque dirigiéndose hacia Shulliandlir. Cuando llegó hasta él ya no estaba, luego escuchó una voz susurrándole al oído:
-Podría matarte de muchas maneras…
El guerrero lanzó un codazo hacia atrás, pero solo golpeó aire.
Luego volvió a escuchar la voz a su derecha:
-Podría hacerte sufrir…
El guerrero bandido, desesperado, lanzó una estocada hacia la derecha y solo atravesó aire.
-Aunque prefiero no hacerlo- completó la voz a su izquierda.
Fue lo último que escuchó ya que se desplomó con la garganta degollada.
Shulliandlir estaba detrás de él con una daga que goteaba sangre.
Solo un Elfo Oscuro experimentado podía vencer a Shulliandlir.
Mientras, Shadak-Uhr había estado intentando romper las defensas mágicas del mago y, al conseguirlo, le lanzó un rayo que lo fulminó.
-¿Qué tal te ha i…?- Shadak-Uhr no pudo completar la frase porque Shulliandlir lo tiró al suelo. En ese momento una flecha pasó por donde había estado la cabeza de Shadak-Uhr.
Shulliandlir vio a un arquero Elfo Oscuro, un Orco guerrero y un Elfo mago en la puerta por la que debían salir sus contrincantes.
El Elegido le lanzó una furiosa mirada a Neriador, que se encogió de hombros y dijo:
-Dije que no habría descanso.

Izindriel y Romdrin entraron en la posada El Barco de Imuldis. Al entrar se encontraron en una sala llena de mesas donde la gente comía y bebía, el sitio estaba decorado con objetos del mar, desde redes de pesca hasta un timón.
Entraron y se dirigieron al posadero:
-Querríamos cuatro habitaciones.
-¿Por qué cuatro, si solo son dos?- preguntó extrañado Imuldis, pues ese era el nombre del posadero.
-Esperamos a unos amigos- le contesto Romdrin.
-Muy bien.
Estuvieron un rato charlando con Imuldis y bebieron un poco. Luego salieron a dar un paseo.
-Es una bonita ciudad- comentaba Romdrin.
-Además tiene unas sólidas murallas- añadió Izindriel.
De repente Romdrin se paró en seco mirando extrañado un lugar donde la muralla se ensanchaba la muralla.
-¿Qué ocurre?- se extrañó Izindriel.
-Mira estas inscripciones que hay en la muralla- le respondió Romdrin- Parece… ¡Parece el Idioma Antiguo!

Tras incorporarse Shadak-Uhr se preparó para luchar contra el mago pero una flecha le hizo tirarse al suelo.
-No puedo enfrentarme al mago con una maldita lluvia de flechas- dijo Shadak-Uhr.
-Bien, puedo intentar esquivar al guerrero y matar al arquero. Entonces si podrás.
-¡Así quedarás encerrado!- exclamó Shadak-Uhr
-¿Ves otra opción?- preguntó Shulliandlir con una sonrisa.
Antes de que contestara se lanzó corriendo con una velocidad que caracterizaba a los Elfos Oscuros y se encaró con el guerrero, que ya estaba en el centro del círculo, sin dejar de correr. Dio un salto y cayó agazapado para saltar con la potencia que su carrera le había proporcionado derribando al guerrero. Luego siguió corriendo hacia el arquero, que había disparado otra flecha hacia Shadak-Uhr sin éxito. El mago enemigo lanzó una bola de fuego contra Shulliandlir. Que continuó sin que la bola le tocara gracias a los escudos mágicos de Shadak-Uhr. Shulliandlir llegó hasta el arquero y le atravesó con su daga, ya que éste solo le había dado tiempo a tirar el arco para desenvainar su espada. Shulliandlir cogió el arco y el carcaj y, cargando una flecha, apuntó con el arco al mago, que perdió la concentración y murió cuando un torrente de agua mágico le cayó encima.
Rápidamente Shulliandlir volvió hasta Shadak-Uhr.
-Buen trabajo- le felicitó el Orco.
-Gracias- respondió sin aliento Shulliandlir.
Shadak-Uhr se dio cuenta de que su amigo tenía una herida en la barriga que sangraba abundantemente.
El Elfo Oscuro, al ver la mirada de su amigo le dijo:
-El guerrero…
Y salieron los rivales de la última ronda.

Izindriel salió corriendo hacia la posada en busca del pergamino que cada Elegido tenía con el abecedario del Idioma Antiguo mientras Romdrin observaba la muralla. Se dio cuenta que encima de las inscripciones había un sol. Las inscripciones eran:



Pasados cinco minutos volvía Izindriel sin aliento con el pergamino en la mano. Tras recuperar un poco el aliento se sentó y comenzó a traducir anotándolo en otro pergamino que traía. El texto rezaba así:
“Cuando el sol esté en lo alto posa tu mano sobre él”
-Mira,- señaló Romdrin- ese debe de ser el sol del que habla la inscripción.
-¡Esto puede ser el lugar donde está Amanriel!- exclamó Izindriel esperanzada.
-Pero debemos esperar por nuestros amigos dos días más antes de entrar- le recordó Romdrin.
-Dentro de dos días, al mediodía, entraremos, con o sin ellos.- juró Izindriel.

Shulliandlir cargó el arco y apuntó con él en horizontal, forma de disparo de los elfos escuros, al grupo formado por un guerrero Humano, un arquero Elfo, y dos magos, un Orco y un Elfo Oscuro.
“Bien- pensó Shulliandlir para hablar con Shadak-Uhr por la red mágica- puedo matar al arquero o a un mago y luego me enfrentaré al guerrero.
“Mata primero al arquero. Creo que podré resistir contra los dos magos- oyó pensar a Shadak-Uhr. Era una sensación extraña escuchar pensamientos de otra persona en tu cabeza.
Shulliandlir esperó a que el Elfo apuntara, ya que se quedó quieto y soltó la cuerda alcanzando a su rival en la cabeza. El guerrero se lanzó hacia él y, desenvainando la espada y una daga se preparó. Shadak-Uhr comenzó a lanzar hechizos como bolas de fuego y rayos contra sus enemigos a la vez que recibía ataques que eran parados por sus defensas mágicas que se iban debilitando.
Shulliandlir y su oponente se miraron midiéndose mutuamente. El primero en atacar fue el Humano que, armado con espada y escudo, lanzó un ataque de derecha a izquierda que Shulliandlir paró con su espada y, poniendo la daga hacia atrás atacó con ella al Humano, que la paró con su escudo. Empujando a Shulliandlir hacia atrás el guerrero lanzó un ataque desde arriba hacia abajo con la intención de partir a Shulliandlir a la mitad, éste consiguió detener el golpe, pero la espada se le resbaló de la mano debido a la debilidad provocada por su herida. Aprovechándose de la momentánea parálisis de su rival, el Humano, esgrimiendo su espada, lanzó un ataque para atravesar a Shulliandlir, éste, recuperándose, saltó hacia atrás, aunque no lo suficientemente rápido para que su contrincante no le inflingiera una herida en el hombro derecho. Shulliandlir cayó al suelo de espalda pensando que todo estaba perdido, pero acordándose de su daga, esperó a que su rival elevara su arma para dar el golpe final, y le lanzó el puñal directo al corazón, el Humano cayó de rodillas y se desplomó a un lado.
Shadak-Uhr, se hallaba en apuros. Sus escudos mágicos no aguantarían más de un hechizo. Con horror vio como sus enemigos comenzaban a invocar bolas de fuego. Cuando alzaron sus manos para lanzarlas uno de ellos cayó abatido por una flecha rompiendo la concentración del otro, así Shadak-Uhr le destruyó tirándole toneladas de roca encima.
Shulliandlir sostenía el arco en la mano cuando se acercó a Shadak-Uhr y le preguntó:
-¿Listo?
-Listo- le respondió éste.
Murmurando unas palabras en el idioma de la magia, Shadak-Uhr señaló a Neriador con la mano y, para asombro de todos los espectadores comenzó éste comenzó a levitar hasta los Elegidos. Rápidamente, Shulliandlir lo agarró y le puso una daga al cuello.
-¡Bien! -gritó- ¡Si queréis que vuestro querido jefe siga con vida, entregadnos al Enano y dadle sus armas!
Neriador, que nunca había estado en una situación como esa, gritó a sus subordinados que trajeran al Enano. Éstos obedecieron, ya que sin su jefe no eran nada.
Glomli fue dejado en el medio del círculo y corrió hasta sus amigos.
-¡Ya era hora! –gruñó el Enano desenfundando su hacha y mirando desafiante a los bandidos.
-¡Ahora, quiero un carro con dos caballos!- añadió Shulliandlir.
-¡Haced lo que dice!- gritó aterrorizado Neriador.
Cuando el carro estuvo listo Shadak-Uhr hizo arder en llamas los demás y se subieron con Neriador incluido.
-Glomli, ¿Serías tan amable de atender a nuestro querido amigo?- le preguntó Shulliandlir con una sonrisa cansada
-No lo dudes- respondió el Enano aceptando la daga que su compañero le ofrecía y poniéndosela a Neriador en el cuello.
Shulliandlir, con un gemido, comenzó a vendarse sus heridas con vendas que sacó de su zurrón.
El viaje hasta Guildriel se convirtió en un infierno, con Shulliandlir muriéndose, Neriador maldiciendo y el conocimiento de que eran perseguidos lo convirtió en algo insufrible. Al final llegaron a Guildriel y dejaron de ser perseguidos.
Neriador fue entregado a las autoridades y Shulliandlir atendido por curanderos.
No hubo manera de convencer al Elfo Oscuro de que se quedara en Guildriel a descansar así que emprendieron el viaje en el carro de los bandidos rápidamente, ya que solo tenían dos días para llegar a Elvéniador.
Fueron despedidos entre los víctores de la población por haber capturado a Neriador.
Al atardecer llegaron a una aldea que estaba en medio del camino. Pararon a comprar provisiones. Al entrar en la aldea toda la gente miraba al grupo como si recordaran algo.
Cuando le dijeron a un granjero que querían comprar provisiones éste les preguntó:
-¿Conocéis a Izindriel y Romdrin?- preguntó al grupo.
-¿Cómo sabe el nombre de nuestros amigos?- le preguntó a su vez Glomli.
-¡Son ellos, son el resto de los Elegidos de los que nos hablaron Romdrin e Izindriel!- comenzó a gritar el granjero a los demás habitantes.
Una hora más tarde salían del pueblo con el carro cargado de provisiones y ropa. La aldea no era otra que la que Romdrin e Izindriel habían defendido. Los aldeanos les explicaron la defensa de la aldea al grupo y éstos prosiguieron su camino.

Ya era mediodía. Romdrin e Izindriel se hallaban ante la inscripción del Idioma Antiguo. Los amigos posaron sus manos tristemente sobre el sol grabado en la roca. Estaban tristes porque sus amigos no habían aparecido, eso significaba que probablemente habrían fracasado y muerto. Las rocas se apartaron mágicamente dejando abierto un pasadizo no muy ancho hecho de piedra, que mostraba signos de abandono como telarañas y algunas rocas en el suelo. Sin embargo las antorchas que estaban en las paredes estaban encendidas. El pasadizo bajaba.
-Adelante- murmuró Romdrin sin mucho convencimiento.
Los amigos iban a entrar cuando escucharon una voz grave detrás suya que preguntaba:
-¿A dónde creéis que vais sin nosotros?
Romdrin e Izindriel se giraron alarmados y vieron, con gran alegría a Glomli en el medio de Shadak-Uhr y Shulliandlir.
Tras un cálido reencuentro y una breve explicación de lo que habían hecho mientras estuvieron separados, los cinco Elegidos, unidos nuevamente, se internaron en el pasadizo.

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