Capítulo 12: Shan

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A la noche cinco sombras se movían por los lindes del bosque hasta alcanzar el imponente acantilado que separaba Shan del mar.
Entonces, una de ellas saltó al vacío con elegancia y se aterrizó en un saliente que hubiera pasado inadvertido a cualquiera a menos que fueras un Elfo Oscuro y conocieras bien el terreno.
-Todo en orden- informó la sombra desde el saliente.
-Las damas primero- dijo una de las sombras, con voz burlona.
-Gracias, Cairlin- respondió otra con el mismo tono.
Y dicho esto Izindriel se dejó caer al vacío y cayó sin hacer ruido sobre el saliente.
Los tres siguientes hicieron bastante más ruido al saltar, pero no sufieron percances.
-Bien, ahora comprobad las cuerdas- ordenó Shulliandlir.
Todos tironearon de ellas para comprobar que ninguna estuviera rota.
Cuando acabaron Shulliandlir inició la marcha, primero debían situarse bajo la ciudad, ya que se encontraban bastante desplazados por la derecha para que los vigías no los avistaran.
Les había costado mucho que Alzim les permitiera ir a ellos, ya que no se podían permitir los Elegidos murieran. Al final lo habían conseguido tras tres horas discutiendo.
Todo iba bien hasta que Cairlin resbaló y cayó deslizándose por la pared unos metros hasta quedar colgado con las dos manos de un saliente.
-¡Cairlin!- exclamó Glomli alarmado.- ¿Estás bien?
-Si de momento duros años de batalla no han acabado conmigo, no lo hará un acantilado- gruñó éste.
Dicho eso se puso en pie sobre el saliente gracias a sus poderosos brazos, se desplazó pegado a la pared hasta quedar bajo otro saliente y realizó un temerario salto para colgarse de este. Después se izó sobre él y se subió de nuevo al camino.
-Continuemos- dijo como si nada.
Continuaron el camino y al final llegaron a la ciudad con varios sustos y algunos arañazos de recuerdo.
Cuando subieron se escondieron tras un edificio y repasaron su plan:
-Aquí está el plano de la ciudad- explicó Shulliandlir mediante susurros.- Si seguimos ésta calle, torcemos por este callejón y…
La frase quedó interrumpida por una gran explosión en la Torre.
-Están ya muy cerca de Shillun. No hay tiempo, Shulliandlir, debes subir y hacerte con tu Arma del Destino.
-Glomli y yo podemos quedarnos a impedir que nadie entre por la puerta de la Torre- propuso Izindriel.
-Me parece bien, pero ten cuidado Shulliandlir- dijo Romdrin- No sabemos que fuerzas enemigas te esperan ahí dentro.
-Descuida Romdrin.- respondió Shulliandlir- Cairlin, Shadak-Uhr y tú encargaos de abrir las puertas.
Se separaron rápidamente.

Shulliandlir, Izindriel y Glomli llegaron hasta las puertas de la torre. Una flecha, un hacha y una daga derribaron a los tres guardias apostados en la entrada.
Una patrulla que pasaba por allí comenzó a correr en dirección a ellos.
-Shulliandlir, es tu oportunidad- le apremió Glomli- Hazlo rápido, me temo que Izindriel y yo vamos a tener mucho trabajo.
El Elfo Oscuro asintió, lanzó una mirada a sus compañeros y entro en la Torre mientras Izindriel abatía a varios Hezshrak de la patrulla.

Shadak-Uhr, Romdrin y Cairlin corrían por la calle cuando una patrulla de Hezshrak, con las espadas en la mano, doblaba la esquina. Supusieron que iban a la Torre, donde Izindriel y Glomli habían armado un estruendo.
Romdrin desenvainó y salió corriendo hacia los enemigos, que eran diez. Cinco quedaron calcinados por una llamarada de Shadak-Uhr, y el resto tomó la precaución de poner sus escudos entre ellos y el mago. Romdrin detuvo una estocada que iba directa a su cuello, contraatacó por el flanco izquierdo, pero su atacante detuvo la espada. Éste trazó un arco con la espada con la intención de alcanzar el corazón de Romdrin, pero él saltó a tiempo hacia atrás esquivando el arma de su enemigo y rebanándole el cuello con la suya. Paró la estocada del siguiente enemigo e hizo un amago de atacarle por arriba y cuando su enemigo levantó el escudo, Romdrin hizo presión en el mango con la mano libre volteando la espada y perforando con ella el pecho de su enemigo.
Shadak-Uhr había levantado una corriente de aire que había dejado tumbado boca arriba a un Hezshrak, que seguidamente fue atravesado por un haz de luz.
Cairlin se había agachado cuando dos Hezshrak le habían intentado atravesar a la vez y había agarrado sus cabezas haciéndolas entrechocar.

En la Torre, Izindriel y Glomli se habían atrincherado en la puerta volcando sillas y mesas sobre la puerta. Izindriel disparaba flechas desde una ventana. La puerta comenzó a ceder.
Shulliandlir se tumbó en las escaleras al sentir los pasos de dos Hezshrak en el piso superior mientras sacaba dos de las múltiples dagas que llevaba en su traje de cuero negro que se había equipado en el campamento. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se levantó con un fuerte impulso y le atravesó sus corazones sin darles tiempo a reaccionar.

Shadak-Uhr, Cairlin y Romdrin corrían por las empedradas calles de Shan hacia la torre donde estaban los engranajes que abrían la puerta. Cuando llegaron se encontraron con una desagradable sorpresa, una veintena de Hezshrak estaban apostados delante de la entrada.
-¿Creíais que podíais infiltraros, eliminar a una de nuestras patrullas y pasar inadvertidos?- preguntó el que parecía ser el jefe adelantándose- Tenemos espías por todas partes. Pero basta de explicaciones. Matadlos.

Las flechas de Izindriel no eran suficientes para evitar que los Hezshrak continuaran atacando la puerta. Además algunos portaban arcos con flechas y respondían a sus disparos obligándola a apartarse de la ventana. Entonces la puerta cedió y Glomli e Izindriel se colocaron en la barricada que habían colocado tras la puerta que obligaba a los enemigos a entrar de dos en dos.

Shulliandlir llegó hasta el último piso de la Torre y se encontró a un Hezshrak con túnicas de mago, y con una espada al cinto inclinado sobre una pared en la que había un pequeño agujero en el se atisbaba un altar en el que reposaba… Shillun.
Alrededor del Hezshrak estaba lo que parecía su guardia personal, unos diez hombres. Estaban tan absortos contemplando la daga que no se fijaron en Shulliandlir, que extrajo una bomba mágica y, tras lanzarla se refugio en el piso inferior hasta sentir la explosión y volvió a subir con una espada en la mano y una daga en la otra. Se encontró con cinco Hezshrak en el suelo y el resto con las espadas desenvainadas. Antes de que reaccionaran lanzó la daga clavándosela en el pecho a un Hezshrak. Consiguió repetir la operación con el mismo resultado antes de que los tres Hezshrak que quedaban de la guardia personal se lanzaran contra el. Extrajo una tercera daga, la colocó con el filo hacia atrás,- su traje de asesino le permitía llevar más de treinta- y con ella detuvo un ataque de un enemigo y con la espada le atravesó. Seguidamente rodó por el suelo y, mientras rodaba, le puso la zancadilla a un Hezshrak y cuando cayó fue atravesado por la daga de Shulliandlir. Éste, tumbado boca arriba, levantó la espada para parar la estocada del Hezshrak restante y con la daga le abrió un tajo en el pecho.
Cuando se incorporó casi no pudo evitar la espada que se le venía encima.

Romdrin, Shadak-Uhr y Cairlin habían conseguido abrirse paso hasta la rueda que abría la puerta, pero allí los Hezshrak les estaban acosando y no podían abrir la puerta.
-¡Tenemos que intentarlo!- gritó por encima del estruendo de la batalla Shadak-Uhr- ¡Cairlin, abre la puerta, te cubrimos!
El Humano saltó hacia atrás y se giró para empujar la pesada manivela en forma de timón que salía de la pared.
La planta baja de la torre era cuadrada, con accesos por el norte, este y oeste. En la zona sur estaba la rueda que habría la puerta. Ellos se encontraban en una desesperada lucha alrededor de la manivela.
Cuando Cairlin dejó de luchar para abrir la puerta las cosas se pusieron feas, ya que eran demasiados para Romdrin y Shadak-Uhr.
-¡No resistiremos más de un minuto! ¡Date prisa, Cairlin!- le instó Romdrin.
-¡No es suficiente!- gruñó Cairlin con voz tensa por la fuerza que estaba haciendo- ¡Esto está diseñado para que lo abran cinco personas!

Glomli eliminaba a los Hezshrak que se acercaba con su hacha mientras Izindriel, desde detrás, lanzaba flechas a diestro y siniestro con Amanriel.
Entonces, un Hezshrak derribó un mueble de los que habían movido para formar el estrecho pasillo en el que ahora se encontraban, los Hezshrak comenzaron a entrar en tropel.
Con un grito de rabia, Glomli redobló sus esfuerzos, pero sabía que no sería suficiente.
Sin previo aviso, un Hezshrak atacó a Glomli por uno de los lados y le alcanzó un brazo.

La habitación era un caos, todos los muebles estaban destrozados y volcados. En el centro Shulliandlir y el Hezshrak luchaban con todas sus fuerzas. Ninguno parecía imponerse.
En un momento dado chocaron contra el altar donde se encontraba Shillun y éste cayó al suelo girando y se detuvo a escasos metros de un ventanal que había en una pared. Por encima del fragor de la batalla les llegó el angustioso grito de dolor de Glomli. Esto distrajo momentáneamente a Shulliandlir, que se hallaba muy cerca del ventanal, de espaldas a él, lo que permitió al Hezshrak darle una patada en el pecho que lo lanzó hacia atrás.
Shulliandlir no pudo agarrarse a nada y, rompiendo el cristal debido a la fuerza de la patada se precipitó al vacío. Su última acción antes de caer fue arrastrar con su pie a Shillun, su Arma del Destino.

El Elfo Oscuro cayó de espaldas. Notó como varios huesos crujían. La vista se le nubló y noto que se ahogaba, por eso se dio la vuelta y vomitó sangre.
Se pasó la mano por los ojos para intentar disipar la neblina que le enturbiaba la vista, pero sabía que no iba a conseguir nada con eso. Se estaba desmayando, tal vez para siempre.
La caída había sido desde el piso más alto de la torre, y era capaz de matar a cualquiera, como probablemente haría con él. Pasó la vista por lo que tenía delante y vio, entre los cristales hechos añicos a Shillun, a unos cien metros de donde él se encontraba. Escuchaba los furiosos pasos de su oponente bajando de la Torre para recuperar el Arma del Destino.
Parpadeó y la niebla se hizo más densa, casi no veía nada.
Pensó en el resto de Elegidos, en todas las personas que morirían si el Hezshrak cogía a Shillun, todo Cerdriander caería.
Con un grito de rabia, ira y dolor comenzó a arrastrarse hacia Shillun. Los cristales se clavaban en su piel cada metro que avanzaba, pero no le importó. Solo tenía una cosa en mente, asir a Shillun.
Su oponente, que se había dado cuenta de la maniobra del Elfo Oscuro, se lanzó desde una ventana de los pisos superiores y aterrizó con una gracilidad sorprendente entre los restos del cristal que había roto.
Éste echó a correr hacia donde estaba Shillun.
Diez metros.
Shulliandlir seguía avanzando. Veía todo borroso.
Cinco metros.
La cabeza le daba vueltas. Un hilillo de sangre le brotaba por la comisura de los labios.
Un metro.
Sentía a su enemigo casi encima suya. Alargó la mano y sintió el tacto cálido de su Arma del Destino. El Arma hecha para él. Sintió que le proporcionaba la fuerza que necesitaba para impulsar su brazo.
Con un movimiento desesperado, Shulliandlir lanzó a Shillun hacia el Hezshrak. La daga desapareció en el aire con un fogonazo de luz y volvió a aparecer con otro fogonazo clavada en el pecho del Hezshrak, que se detuvo sorprendido.
Intentó extraerse la daga, pero las fuerzas le abandonaron y, con un grito de dolor sobrenatural, se desplomó.
Shulliandlir no lo pudo soportar más el dolor que le invadía y perdió la conciencia.

Al escuchar el grito agónico del Hezshrak mago, los demás Hezshrak dejaron de luchar un momento, intimidados. Romdrin y Shadak-Uhr se detuvieron, indecisos. Gracias a ese lapso de tiempo, Cairlin pudo terminar de levantar la puerta y agarrar a sus compañeros para arrastrarlos fuera del lugar. Los Hezshrak no hicieron nada por impedirlo, estaban aterrados. El Hezshrak mago era invencible, y ahora estaba muerto.

Lo mismo le ocurrió a los Hezshrak que peleaban contra Izindriel y Glomli, que aprovecharon para refugiarse en el piso superior. Cinco minutos después el ejército de Elfos Oscuros tomaba la ciudad fácilmente, ya que luchaban contra unos defensores sin esperanza.
Encontraron a Shulliandlir con vida, y fue rápidamente atendido por magos curanderos. A la semana siguiente estaba como nuevo y listo para su siguiente aventura: Paantrio.
Salieron al amanecer.
Seis figuras montadas a caballo por un sendero que serpenteaba por el borde del acantilado. El cielo era naranja, ya que el sol lo iluminaba así. Pronto se internaron en un bosque de altos pinos, en dirección a Orundlur.
Todos iban sumidos en sus pensamientos, ¿Qué les deparaba el destino?

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