Capítulo 17: Reencuentros

miércoles, 25 de agosto de 2010

-No está mal- comentó Shadak-Uhr- Son buenas defensas mágicas, pero con Paantrio no suponen un problema. Si pasamos de este lugar, nos desorientaremos y acabaremos dando vueltas hasta salir por donde hemos venido. A no ser, claro, que se lleven unas buenas defensas mágicas.
-Es bueno saberlo- dijo Izindriel.
-Bueno, voy a lanzar un aviso mágico para que no se alarmen- informó el Orco.
Realizó un hechizo, y pasados cinco minutos, una barrera invisible tembló.
-Ya podemos pasar- dijo Shadak-Uhr.
Los bosques de pinos ocupaban aquella parte del reino, aunque también pasaron por llanuras verdes con colinas. En ellas se veían campamentos de soldados afilando sus armas y entrenándose.
Al verlos pasar giraban la cabeza, pero luego seguían a lo suyo. Al parecer, era habitual que llegaran personas nuevas.
Cruzaron varios ríos hasta llegar a Remun. La antes pequeña ciudad rebosaba ahora de actividad. Habían colocado una improvisada empalizada y, unos metros más atrás, estaban construyendo una muralla de piedra, que ya casi estaba terminada. Había mucha gente en las calles, refugiados que habían construido pequeñas casas en las afueras. Todos ayudaban en lo que podían. Llevaban comida a los campamentos militares, ayudaban a los herreros con las armas…
Al llegar a las puertas, una comitiva de soldados los estaba esperando.--¿Sois vosotros los del mensaje?- preguntó directamente el líder en cuanto se acercaron. Al ver que asentían añadió- Nuestros magos dijeron que queríais ver a los Elegidos, ¿no?
Volvieron a asentir.
-Tenemos malas noticias. Al salir del túnel, les tendieron una emboscada y se los llevaron. No pudimos impedirlo. Llegamos a tiempo para ayudar a los Enanos, pero no para salvarles. Hoy partirá una tropa de doscientos soldados para intentar rescatarlos, aunque será muy difícil.
-No serán suficientes- afirmó Shulliandlir.
-Lo sabemos, pero debemos intentarlo, y no podemos enviar a demasiados soldados fuera.
Los Elegidos se miraron entre ellos y tomaron una decisión.
-Iremos con ellos.
La comitiva avanzaba traqueteando por el sendero de tierra.
-¿Están todos listos?- preguntó el Jinete Blanco sin perder de vista el grupo- No podemos fallar.
-Nunca lo hacemos, mi señor- le respondió el general.
-Que así sea.
El grupo estaba formado por un medio millar de Hezshrak, y en el medio se veía una jaula con ruedas en la que iban Romdrin y Glomli. Se dirigían hacia una curva del camino que describía un ángulo recto alrededor de una gran roca.
-Los arqueros están listos.
-Que canten los arcos, entonces- ordenó el Jinete Blanco.- Pero apuntad con cuidado.
El soldado se acercó corriendo al peñasco de la curva y transmitió la orden a los arqueros, que se hallaban allí escondidos.
En unos segundos, una andanada de flechas cayó sobre los Hezshrak, y más de un centenar cayeron. El resto se protegió tras los escudos y retrocedieron para ocultarse detrás de carros y caballos.
Otra descarga cayó sobre ellos, pero ya estaban preparados, por lo que solo una veintena cayeron.
Los soldados Blancos- ese era el nombre que recibían los partidarios del Jinete Blanco- salieron de sus escondites y se lanzaron al ataque, con su jefe al frente. Antes de que sus enemigos pudieran reaccionar, sacaron a Romdrin y Glomli de la jaula y les devolvieron sus pertenencias.
Con un grito de guerra, los dos se lanzaron a la contienda. Tras una dura batalla, los Hezshrak se rindieron.
Escoltados por unos cuantos soldados, los dos Elegidos avanzaron por entre las filas del Ejército Blanco, que golpeaba sus escudos con el pomo de sus espadas o levantaban sus armas para aclamarlos.
Llegaron hasta donde estaba el Jinete Blanco.
Se encontraba en su tienda, despojándose de su armadura.
Tenía poca decoración, tan solo un camastro y algunos muebles para guardar sus pertenencias.
Aguardaron hasta que terminó. Llevaba una túnica roja con una capucha.
-Habéis llegado- dijo, y se quitó la capucha.

Shulliandlir, Shadak-Uhr e Izindriel se encontraban en el campamento del grupo de búsqueda, montando guardia. Habían acampado en un terreno bastante pedregoso, al lado de una gran roca, para resguardarse de las condiciones meteorológicas y de sus enemigos.
Ellos estaban en lo alto de una roca, cubiertos por varios arbustos y charlando en voz baja.
-Yo creo que deberíamos movernos también de noche- dijo Shulliandlir.
-Pero nosotros no vemos tan bien como tú en la oscuridad, y necesitamos descansar.- respondió Izindriel.
-Son soldados, deberían…
En ese momento vieron a un jinete ondeando una bandera blanca.
Todos comprobaron sus armas y descendieron.
Cuando el jinete estuvo lo suficientemente cerca, se interpusieron en su camino.
-Hola- saludó el jinete al comprobar que el escudo de las armaduras de las personas que tenía delante eran de lo Enanos.- Soy un emisario del Ejército Blanco. Vengo a deciros que los Elegidos Romdrin y Glomli han sido rescatados por nosotros y que en una semana llegaremos a Rumaë para lanzar el ataque definitivo contra los Hezshrak.
-Es un alivio saberlo- aseguró Izindriel con una sonrisa, pero luego se puso seria.- Nuestro ejército ha salido ya hacia Rumaë.
-Pues en una semana llegaremos nosotros, creo que necesitareis ayuda. Ahora debo irme.
Dicho esto el mensajero dio la vuelta y comenzó a desandar el camino.
-Ahora podremos concentrarnos en el ataque- dijo Shadak-Uhr.
-Volvamos al campamento, tenemos que volver con el ejército- recordó Shulliandlir.
Se despidieron de él y emprendieron la marcha hacia el campamento.
-¿Confiáis en él?-preguntó Shulliandlir.
-No mucho- respondió Shadak-Uhr- Pero debemos hacerlo, tres Elegidos en el asedio de Rumaë ayudarán.
-Si el Ejército Blanco no llega pronto, los Hezshrak vencerán- aseguró Izindriel.
Tres horas más tarde el grupo de búsqueda se encontraba de camino para reunirse con el ejército.

-No puede ser- dijo Romdrin- Es imposible que lo hayas conseguido.
-Ahora no es el momento de hablar- respondió el Jinete Blanco- Tenemos que ponernos en marcha. Cuando estemos todos reunidos os lo explicaré. Necesitamos a Elendal.
-Pero aún no sabemos donde está- les recordó Glomli.
Se hallaban en la tienda del Jinete Blanco, delante de un mapa detallado de Rogonar.
-Espera…- pidió Romdrin- ¡Ya se donde está! Existe una leyenda sobre una espada que se encuentra en el fondo del río Manuriel, hay personas que han afirmado verla relucir mientras nadaban, y que desde entonces su percepción del tiempo ha cambiado. La llaman la Espada de las Edades, porque las personas que dicen haberla visto pertenecen ha diferentes eras. Es imposible llegar hasta ella, porque se encuentra muy abajo. Pero si es Elendal, yo lo conseguiré.
-Entonces ya sabemos donde debemos ir- dijo el Jinete Blanco.

Partieron al día siguiente por las praderas de Rogonar. El paisaje consistía en pequeñas elevaciones y planicies cubiertas de hieba. De vez en cuando atravesaban algún bosque, pero era pequeño. También había muchos arbustos. Parecía un lugar como otro cualquiera, pero había una cosa escalofriante, el silencio. No se oía nada, ni siquiera las hojas de los árboles azotadas por el viento, tan solo las pisadas del Ejército Blanco. Los soldados murmuraban inquietos, sin atreverse a levantar la voz para romper aquella quietud.
-Algo se acerca, la naturaleza lo presiente- dijo el Jinete Blanco.
-Esto nunca había estado así- aseguró Romdrin.
Tras varias horas de camino, llegaron al río.

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