Capítulo 18: Elendal

domingo, 19 de diciembre de 2010

El ejército de Enanos y Humanos tomó posiciones frente a Rumaë rápidamente. Formaron un sólido bloque en una zona con unos pocos árboles, para no ser un blanco fácil. No rodearon la ciudad porque no eran suficientes. El campamento pronto estuvo instalado y a las pocos minutos avistaron a los Hezshrak de las murallas dar la voz de alarma.
-Deberíamos instalar tiendas de campaña alrededor de la ciudad, y poner vigías para que piensen que somos más- propuso Shulliandlir.
-¡Gran idea!- le respondió un estratega Enano.
Se hallaban reunidos entorno a una mesa en la tienda de campaña de los oficiales del ejército. En la mesa había un mapa detallado de la ciudad y sus alrededores.
-No podemos hacer nada hasta que aparezca el Ejército Blanco, pero podemos empezar a preparar la estrategia.- comentó un Humano- Creo que esta zona de la muralla…
-No servirá de nada.- cortó Shadak-Uhr- Pronto se darán cuenta de nuestra inferioridad y la situación desesperada en la que nos encontramos y atacarán. Debemos preparar una defensa.
-¿Y qué proponéis?- preguntó Izindriel.
-Evitar el contacto físico lo máximo posible- explicó un Humano- Debemos preparar trampas y situar arqueros en posición. La lucha cuerpo a cuerpo deberá ser nuestro último recurso.
-Que ironía- dijo Shulliandlir mientras esbozaba una sonrisa siniestra- Establecemos un asedio y nos preparamos para ser asediados.

Al final se colocaron murallas de madera improvisadas, se cavaron fosos y se colocaron trampas mágicas. Antes y después de la muralla se colocaron varios troncos de madera alineados para formar escudos; esparcidos por todo el campo como cobertura para las tropas.
También se instalaron campamentos fantasma alrededor de toda la ciudad y se establecieron vigías en cada uno de ellos.
Se construyeron plataformas en los árboles para los arqueros.
Comenzaron por el cuartel principal y después por los falsos.
Shadak-Uhr y el resto de magos establecieron una red de defensas mágicas.
-Ahora solo queda esperar- dijo Shadak-Uhr sin apartar la vista de Rumaë.

El tramo del río de la leyenda era una curva donde las turbulentas aguas se movían con rapidez y furia. La orilla estaba mojada por el constante chapoteo del agua. Unos escasos árboles se aventuraban a vivir al lado del río.
-Romdrin, es muy profundo. ¿Estás seguro?- pregunto Glomli.
-Soy el Elegido, debo conseguirlo- respondió.
Y antes de cambiar de opinión se lanzó al río.
Las aguas lo engulleron y sintió un entumecimiento al tomar contacto con el río, que estaba frío como el hielo. Las corrientes amenazaron con llevárselo, pero lucho contra la corriente y comenzó a descender.
Al poco rato las corrientes cesaron y todo quedó en calma.
Romdrin seguía bajando pero no veía nada, y cuando estaba a punto de darse la vuelta vio un destello en el fondo, un reflejo de algo metálico.
Comprobó que si iba hasta allá no tendría aire suficiente para volver superando las corrientes, pero decidió arriesgarse.
Siguió descendiendo, un pitido insoportable comenzó a adueñarse de su oído.
Una brazada más, sintió como la cabeza iba a reventarle.
Vio la empuñadura de la espada, semienterrada en el lecho del río, solo una brazada más.
Entonces estiró la mano y cogió a Elendal.
Le pareció escuchar una voz en su cabeza que decía: “La profecía está casi completa”, pero tenía cosas más importantes de las que preocuparse.
Descubrió el gran poder de la espada y lo usó. La espada comenzó a brillar con luz propia y todo se ralentizo, todo menos él.
Nado sin esfuerzo hasta la superficie, pero comprobó que cuanto más mantenía el poder de la espada en activo, la cabeza comenzaba a dolerle cada vez más.
Cogió aire ruidosamente y levantó la espada.
Todos gritaron de júbilo, y entonces la flecha envenenada salió disparada hacia Romdrin.

Shadak-Uhr fue despertado por los gritos de ira y dolor, los que caracterizan una batalla. Se levantó y salió de la tienda, el infierno estaba ante él.
El campo de batalla estaba sembrado de cuerpos, las flechas llovían por doquier y el sonido del metal contra metal se escuchaba por todo el lugar.
Shadak-Uhr se encontró con Izindriel, que estaba tan desconcertada como él.
-¿Qué esta ocurriendo?- le preguntó.
-No lo sé- respondió él.- Mira, allí está Shulliandlir.
Shulliandlir estaba aguardando a un Hezshrak de tamaño descomunal que se dirigía hacia el corriendo.
El Elfo Oscuro aguardaba sin moverse al enemigo, pero sus manos comenzaron a cargarse con la magia de batalla. Cuando este levantó su hacha y la descargó sobre él, una racha de viento se llevo su cuerpo, que se transformó en arena un segundo antes de que el arma se abatiese sobre él.
Shulliandlir se materializó a la espalda del Hezshrak con Shillun en alto y la clavó en la espalda de su enemigo. Otro oponente se dirigía hacia él. Lanzó el Arma del Destino, que desapareció en el aire y apareció en la garganta de su enemigo. Un tercer Hezshrak se dirigía hacia él.
Shulliandlir corrió hacia éste desarmado y, tras esquivar una estocada mortal, saltó apoyándose en el hombro del Hezshrak y levantó la otra mano cómo si tuviese un arma. En el último momento Shillun apareció con un fogonazo de luz en su mano y se la clavó al Hezshrak en el cuello. Aterrizó con un ágil movimiento y llegó hasta sus amigos.
-Es un grupo de reconocimiento Hezshrak- explicó rápidamente.- Son pocos, aunque nos han cogido por sorpresa. Ya saben que somos pocos, en breves lanzarán un ataque definitivo. Todo se ha acabado.
Los últimos Hezshrak caían abatidos.

Los lanceros del ejército Humano se encontraban en primera fila formando una herradura. Detrás estaban los guerreros Enanos con hacha y los espadas Humanos, en las últimas filas, los arqueros y magos preparaban hechizos y flechas, protegidos por una línea de Enanos que llevaban unos escudos enormes, con una pequeña daga para situaciones extremas.
Cerdriander se quedó en silencio, el mundo aguardaba expectante.
Las respiraciones de los soldados se escuchaban en medio del silencio sobrenatural.
Los portones de Rumaë se abrieron lentamente. Los Hezshrak salieron corriendo hacia ellos sin formación aparente, pero comprobaron como se dirigían al punto más débil de su formación, el centro.
-¡Aguantad!- gritó el comandante de los Enanos.
Los Hezshrak estaban cada vez más cerca.
-¡Aguantad!
Los lanceros se posicionaron bien en el suelo y agarraron sus lanzas con más fuerza.
-¡Aguantad!
Los primeros Hezshrak impactaron con el centro de la formación, pero los lanceros resistieron.
-¡Un poco más!
Entonces la mayoría de los Hezshrak se entraron en el centro de la herradura.
-¡AHORA!
La cerradura se cerró sobre los enemigos, encerrándolos.
Los Enanos con hacha y los espadas que se encontraban a los lados de los lanceros ocuparon los flancos y los arqueros comenzaron a disparar a los que no habían caído en la trampa.
La lucha dio comienzo. Al principio, los Hezshrak se sorprendieron por la trampa, y los que se encontraban en la retaguardia comenzaron a caer, hostigados por los Enanos, pero pronto se repusieron y se reagruparon formando un rectángulo. Los Enanos comenzaron a caer.
Mientras tanto, en los flancos los soldados con hacha aguantaban a los que no habían entrado en el centro de la herradura.
Entonces, los Hezshrak abrieron un hueco en el círculo Enano y comenzaron a salir. Una lluvia de flechas cayó sobre ellos matando a muchos y desperdigando al resto, pero se reagruparon y cargaron contra los Enanos, que no estaban preparados. Resistieron la embestida, pero no sin sufrir numerosas bajas. A partir de ese momento, la estrategia dio paso a la pelea, las formaciones se rompieron y comenzaron a formarse escaramuzas.
Tras media hora de batalla, los Hezshrak cayeron, aunque apenas quedaban lanceros Enanos, y un grupo de Hezshrak consiguió llegar asta los escudos y los arqueros y magos, entre los que se encontraban Shadak-Uhr y Izindriel. Mataron a casi todos los escudos y a muchos arqueros, pero los soldados con hacha llegaron para evitar más pérdidas, aunque el daño estaba hecho.
Los Elegidos se reunieron. Shadak-Uhr e Izindriel estaban intactos, pero Shulliandlir había recibido una estocada en el hombro, aunque había detenido la hemorragia y llevaba una venda. Shadak-Uhr se apresuró a curarlo con magia.
-Algo va mal- dijo Shulliandlir, mientras movía el hombro para comprobar que estaba bien- Ha sido demasiado fácil.
Entonces sus sospechas se confirmaron. Mientras los Enanos y Humanos socorrían a los heridos y se hallaban desperdigados por el campo de batalla, una segunda oleada de Hezshrak salió de Rumaë. Los soldados que estaban cerca del campamento se reagruparon como pudieron. Los demás comenzaron a correr hacia el grupo. Aunque todos se reagrupasen, no podrían aguantar la embestida.
-¡Soldados, este es el fin!- gritó Shadak-Uhr- ¡Pero antes de abandonar Cerdriander, me llevaré a unos cuantos Hezshrak por delante!
Todos les respaldaron y, mientras esperaban su muerte, algo mágico ocurrió.
Una persona apareció por detrás del ejército y se lanzó hacia los enemigos el solo. Portaba una extraordinaria espada.
-¡Es Romdrin!- exclamó Izindriel- ¡Tiene a Elendal!
Romdrin cargó contra una veintena de enemigos el solo. Cuando llegó hasta ellos todos comprobaron como todo sucedía a cámara lenta, todo menos lo que hacía Romdrin.
Los Hezshrak comenzaron a caer bajo su nueva espada, sin poder defenderse debido al poder de ralentizar el tiempo de Elendal. Mientras, con la otra mano, Romdrin usaba la magia de fuego para lanzar una llamarada continua contra otros Hezshrak.
Cuando el efecto de la espada se acabó, Romdrin había acabado con los veinte Hezshrak.
Entonces el Ejército Blanco apareció por detrás del campamento y se lanzó contra la oleada enemiga.
-¡Han llegado los refuerzos!- gritó Shulliandlir al ejército Enano y Humano.
Entonces todos se lanzaron a la batalla.

Capítulo 17: Reencuentros

miércoles, 25 de agosto de 2010

-No está mal- comentó Shadak-Uhr- Son buenas defensas mágicas, pero con Paantrio no suponen un problema. Si pasamos de este lugar, nos desorientaremos y acabaremos dando vueltas hasta salir por donde hemos venido. A no ser, claro, que se lleven unas buenas defensas mágicas.
-Es bueno saberlo- dijo Izindriel.
-Bueno, voy a lanzar un aviso mágico para que no se alarmen- informó el Orco.
Realizó un hechizo, y pasados cinco minutos, una barrera invisible tembló.
-Ya podemos pasar- dijo Shadak-Uhr.
Los bosques de pinos ocupaban aquella parte del reino, aunque también pasaron por llanuras verdes con colinas. En ellas se veían campamentos de soldados afilando sus armas y entrenándose.
Al verlos pasar giraban la cabeza, pero luego seguían a lo suyo. Al parecer, era habitual que llegaran personas nuevas.
Cruzaron varios ríos hasta llegar a Remun. La antes pequeña ciudad rebosaba ahora de actividad. Habían colocado una improvisada empalizada y, unos metros más atrás, estaban construyendo una muralla de piedra, que ya casi estaba terminada. Había mucha gente en las calles, refugiados que habían construido pequeñas casas en las afueras. Todos ayudaban en lo que podían. Llevaban comida a los campamentos militares, ayudaban a los herreros con las armas…
Al llegar a las puertas, una comitiva de soldados los estaba esperando.--¿Sois vosotros los del mensaje?- preguntó directamente el líder en cuanto se acercaron. Al ver que asentían añadió- Nuestros magos dijeron que queríais ver a los Elegidos, ¿no?
Volvieron a asentir.
-Tenemos malas noticias. Al salir del túnel, les tendieron una emboscada y se los llevaron. No pudimos impedirlo. Llegamos a tiempo para ayudar a los Enanos, pero no para salvarles. Hoy partirá una tropa de doscientos soldados para intentar rescatarlos, aunque será muy difícil.
-No serán suficientes- afirmó Shulliandlir.
-Lo sabemos, pero debemos intentarlo, y no podemos enviar a demasiados soldados fuera.
Los Elegidos se miraron entre ellos y tomaron una decisión.
-Iremos con ellos.
La comitiva avanzaba traqueteando por el sendero de tierra.
-¿Están todos listos?- preguntó el Jinete Blanco sin perder de vista el grupo- No podemos fallar.
-Nunca lo hacemos, mi señor- le respondió el general.
-Que así sea.
El grupo estaba formado por un medio millar de Hezshrak, y en el medio se veía una jaula con ruedas en la que iban Romdrin y Glomli. Se dirigían hacia una curva del camino que describía un ángulo recto alrededor de una gran roca.
-Los arqueros están listos.
-Que canten los arcos, entonces- ordenó el Jinete Blanco.- Pero apuntad con cuidado.
El soldado se acercó corriendo al peñasco de la curva y transmitió la orden a los arqueros, que se hallaban allí escondidos.
En unos segundos, una andanada de flechas cayó sobre los Hezshrak, y más de un centenar cayeron. El resto se protegió tras los escudos y retrocedieron para ocultarse detrás de carros y caballos.
Otra descarga cayó sobre ellos, pero ya estaban preparados, por lo que solo una veintena cayeron.
Los soldados Blancos- ese era el nombre que recibían los partidarios del Jinete Blanco- salieron de sus escondites y se lanzaron al ataque, con su jefe al frente. Antes de que sus enemigos pudieran reaccionar, sacaron a Romdrin y Glomli de la jaula y les devolvieron sus pertenencias.
Con un grito de guerra, los dos se lanzaron a la contienda. Tras una dura batalla, los Hezshrak se rindieron.
Escoltados por unos cuantos soldados, los dos Elegidos avanzaron por entre las filas del Ejército Blanco, que golpeaba sus escudos con el pomo de sus espadas o levantaban sus armas para aclamarlos.
Llegaron hasta donde estaba el Jinete Blanco.
Se encontraba en su tienda, despojándose de su armadura.
Tenía poca decoración, tan solo un camastro y algunos muebles para guardar sus pertenencias.
Aguardaron hasta que terminó. Llevaba una túnica roja con una capucha.
-Habéis llegado- dijo, y se quitó la capucha.

Shulliandlir, Shadak-Uhr e Izindriel se encontraban en el campamento del grupo de búsqueda, montando guardia. Habían acampado en un terreno bastante pedregoso, al lado de una gran roca, para resguardarse de las condiciones meteorológicas y de sus enemigos.
Ellos estaban en lo alto de una roca, cubiertos por varios arbustos y charlando en voz baja.
-Yo creo que deberíamos movernos también de noche- dijo Shulliandlir.
-Pero nosotros no vemos tan bien como tú en la oscuridad, y necesitamos descansar.- respondió Izindriel.
-Son soldados, deberían…
En ese momento vieron a un jinete ondeando una bandera blanca.
Todos comprobaron sus armas y descendieron.
Cuando el jinete estuvo lo suficientemente cerca, se interpusieron en su camino.
-Hola- saludó el jinete al comprobar que el escudo de las armaduras de las personas que tenía delante eran de lo Enanos.- Soy un emisario del Ejército Blanco. Vengo a deciros que los Elegidos Romdrin y Glomli han sido rescatados por nosotros y que en una semana llegaremos a Rumaë para lanzar el ataque definitivo contra los Hezshrak.
-Es un alivio saberlo- aseguró Izindriel con una sonrisa, pero luego se puso seria.- Nuestro ejército ha salido ya hacia Rumaë.
-Pues en una semana llegaremos nosotros, creo que necesitareis ayuda. Ahora debo irme.
Dicho esto el mensajero dio la vuelta y comenzó a desandar el camino.
-Ahora podremos concentrarnos en el ataque- dijo Shadak-Uhr.
-Volvamos al campamento, tenemos que volver con el ejército- recordó Shulliandlir.
Se despidieron de él y emprendieron la marcha hacia el campamento.
-¿Confiáis en él?-preguntó Shulliandlir.
-No mucho- respondió Shadak-Uhr- Pero debemos hacerlo, tres Elegidos en el asedio de Rumaë ayudarán.
-Si el Ejército Blanco no llega pronto, los Hezshrak vencerán- aseguró Izindriel.
Tres horas más tarde el grupo de búsqueda se encontraba de camino para reunirse con el ejército.

-No puede ser- dijo Romdrin- Es imposible que lo hayas conseguido.
-Ahora no es el momento de hablar- respondió el Jinete Blanco- Tenemos que ponernos en marcha. Cuando estemos todos reunidos os lo explicaré. Necesitamos a Elendal.
-Pero aún no sabemos donde está- les recordó Glomli.
Se hallaban en la tienda del Jinete Blanco, delante de un mapa detallado de Rogonar.
-Espera…- pidió Romdrin- ¡Ya se donde está! Existe una leyenda sobre una espada que se encuentra en el fondo del río Manuriel, hay personas que han afirmado verla relucir mientras nadaban, y que desde entonces su percepción del tiempo ha cambiado. La llaman la Espada de las Edades, porque las personas que dicen haberla visto pertenecen ha diferentes eras. Es imposible llegar hasta ella, porque se encuentra muy abajo. Pero si es Elendal, yo lo conseguiré.
-Entonces ya sabemos donde debemos ir- dijo el Jinete Blanco.

Partieron al día siguiente por las praderas de Rogonar. El paisaje consistía en pequeñas elevaciones y planicies cubiertas de hieba. De vez en cuando atravesaban algún bosque, pero era pequeño. También había muchos arbustos. Parecía un lugar como otro cualquiera, pero había una cosa escalofriante, el silencio. No se oía nada, ni siquiera las hojas de los árboles azotadas por el viento, tan solo las pisadas del Ejército Blanco. Los soldados murmuraban inquietos, sin atreverse a levantar la voz para romper aquella quietud.
-Algo se acerca, la naturaleza lo presiente- dijo el Jinete Blanco.
-Esto nunca había estado así- aseguró Romdrin.
Tras varias horas de camino, llegaron al río.

Capitulo 16: El último reino

martes, 25 de mayo de 2010

Un enano con aspecto hosco estaba apoyado contra el marco del túnel. Al verlos acercarse dijo amenazadoramente:
-Aquí no se os ha perdido nada.
-“No nos esconderemos como ratas”-recitó Glomli recordando la contraseña que les había dicho el posadero.
El rostro del enano paso a ser de amabilidad.
-Pasad por aquí, aún queda mucho trabajo.
Al entrar en el túnel vieron que unos metros más allá una gran mole de rocas lo taponaba. Los guiaron a través de un orificio que había en la izquierda y que quedaba disimulado por la oscuridad.
Tras avanzar unos diez minutos, bajo el constante ruído del metal contra la roca, llegaron a una zona donde unos veinte enanos y algún humano picaban las rocas que obstruían el túnel. Varios llevaban armas y cotas de malla. Al verlos entrar se llevaron la mano a la empuñadura de sus hachas, pero el enano que había guiado a Romdrin y Glomli hasta allí los tranquilizó con un gesto de la mano.
-Bueno, compañeros- dijo en voz bastante alta para hacerse oír por encima del estruendo de los picos y las palas.- Quiero presentaros a Glomli y Romdrin, que han decidido unirse a nuestra causa.
Todos alzaron los picos y gritaron unas palabras de bienvenida, luego siguieron su trabajo.
Glomli se acercó al que los había guiado hasta allí y le dijo mientras asía a Thror:
-Diles que se pongan detrás de mí.
El enano lo miró desconcertado, pero asintió
-Así descansarán un rato. ¡Venid todos aquí!
Todos dejaron sus picos y se situaron donde les dijeron, sin dejar de murmurar.
Glomli se situó en el extremo del túnel, cerró los ojos, se concentró y lanzó un golpe con Thror a las piedras.
Se escuchó un crujido como el que hacen dos piedras al chocar y, súbitamente, las piedras que obstruían el paso se esfumaron.
-Ya podemos pasar- dijo Glomli satisfecho.



Después de una semana construyeron el carromato.
-No es una obra de arte, ni de lejos- opinó uno de los enanos- pero servirá.
Siguieron por el frondoso bosque que tenía muchos hongos y árboles muy verdes, que dejaban filtrarse de vez en cuando pequeños rayos de sol.
El musgo y las rocas abundaban mucho, y todo estaba cubierto por una mullida capa de hierba.
-Es precioso- comentó Izindriel.
Al ser Elfa, los Enanos se habían mostrado hoscos con ella en un principio, pero pronto descubrieron que los viejos odios no iban con ella.
Salieron por la parte norte del bosque cinco días después.
-Nosotros nos dirigimos hacia Thraban.- les recordó un Enano- Os invitamos a venir, es una maravilla arquitectónica.
-Lo siento,- rechazó amablemente Shadak-Uhr- pero tenemos que resolver unos asuntos muy urgentes en Bhor.
-Allí casi no queda nada, desde que cerraron el túnel- informó una Enana.- Pero si debéis hacer algo allí, id.
Se despidieron y Izindriel, Shulliandlir y Shadak-Uhr pusieron rumbo a Bhor.
-¿Cómo creéis que les irá a nuestros amigos?- preguntó alegremente Izindriel.
-Seguro que bien.- respondió con una sonrisa Shadak-Uhr

-Después de hacer una gran proeza, el héroe no puede descansar, que va. Debe caminar al frente de un ejército. ¿Por qué?
-Ya lo sabes Glomli, debemos darnos prisa- respondió Romdrin ocultando su sonrisa.
Solo un día después de que Glomli abriera el túnel ya se habían puesto en marcha hacia Rogonar y en estos momentos se encontraban atravesando el túnel. Los rebeldes habían comprendido que se encontraban ante dos de los Elegidos y se habían postrado ante ellos. Romdrin dijo que seguirían a su jefe, y al día siguiente un ejército de mil Enanos- cifra considerable, teniendo en cuenta que eran rebeldes- se encontraba marchando a través del túnel de Bhor. Tuvieron que hacer cinco pausas para atravesar el túnel. Los Enanos no dejaban de bromear y reírse, aunque también se insultaban a veces. La mayor parte de las bromas consistían en especular sobre la cara que se le quedaría al rey cuando descubriera que el túnel había sido abierto. Cuando salieron por el otro lado, escucharon gritos de alarma:
-¡Emboscada!
De ambos lados de la salida del túnel comenzaron a surgir Hezshrak. También aparecieron por las calles de Bhor del Norte y se lanzaron contra la retaguardia del ejército Enano.
-Glomli, saben que estamos aquí- le dijo Romdrin mientras desenvainaba su espada.- Prepárate.
Glomli preparó a Thror y dijo:
-Déjalos venir.
Espadas y hachas y martillos chocaron estruendosamente. Los Hezshrak conocían la posición exacta de los Elegidos, por lo que pronto ellos y un grupo de veinte Enanos quedaron aislados del ejército, rodeados por Hezshrak.
-Tenemos…- Romdrin se agachó para esquivar un ataque y atravesó el pecho de su enemigo.-…que seguir adelante.- Paró un ataque interponiendo su espada entre su cuerpo y la espada enemiga, y empujó con esta a su enemigo, haciéndolo trastabillar y caer, donde fue ensartado.- ¡Todos conmigo!
Los que se encontraban de cara al ejército comenzaron a pelear con más saña y comenzaron a ganar terreno.
-¡No os paréis!- gritó Glomli mientras usaba magia para crear una piedra que aplasto a varios enemigos.- ¡Avanzad en bloque!
Todo parecía ir bien, ya casi habían alcanzado al resto de Enanos, pero entonces una flecha mató a un Enano de la retaguardia de la avanzadilla, y las cosas comenzaron a torcerse. Uno tras uno, los últimos de la tropa fueron cayendo.
Entonces, en una colina apareció un grupo de jinetes Humanos. Su líder exclamó:
-¡Jinetes de Remun! ¡Cabalgad!
Se lanzaron con las lanzas en ristre contra los Hezshrak. Eran solo un centenar, pero bastaron, ya que cogieron a los enemigos por la espalda y desprevenidos.
Romdrin alzó la espada y gritó:
-¡Rogonar!
Entonces solo pudo detener el mandoble de su enemigo antes de que este le diera una patada en el estómago, haciéndolo doblarse de dolor y después le diera con la empuñadura de la espada en la cabeza, desmayándolo. Glomli no llegó a tiempo para ocupar el puesto de su amigo, por lo que los Hezshrak penetraron en el interior del escuadrón y mataron a todos excepto a Romdrin y a Glomli, a quienes cogieron prisioneros.
Los hombres de Remun y los Enanos ganaron la batalla, pero no pudieron impedir que los Hezshrak huyeran llevándose a los Elegidos.
-Han partido sin nosotros…- comentó Shadak-Uhr ligeramente irritado.
-Era una buena oportunidad- le recordó Izindriel.
-Ya, ya… Pero ahora tendremos que localizarlos- respondió el Orco.
Se encontraban en el túnel de Bhor. Cinco días antes habían llegado a la posada y allí el tabernero los había puesto al día sobre las actividades de sus amigos y la posibilidad de supervivientes en Remun.
-Al fin la salida- suspiró Izindriel- Odio estar bajo tierra.
Al llegar la luz del sol los cegó. Shulliandlir fue el primero en adaptarse al cambio, e inmediatamente se puso alerta.
-¿Qué pasa?- le preguntó Shadak-Uhr alarmado.
-Aquí ha habido una batalla- respondió.
Y, en cuanto Izindriel y Shadak-Uhr pudieron ver, vieron armas esparcidas por el suelo y piras en las que ardían los cadáveres.
-Espero que no hayan sufrido muchas bajas- dijo Shulliandlir.
Avanzaron cautelosamente por el campo de batalla, con las armas siempre a mano hacia el rastro de montones de pisadas, que comprobaron que era de Enanos, por su tamaño.
-Fijaos, hay huellas de Humanos,- observó Shulliandlir- entonces debe de ser cierto lo de Remun.
-Si, también hay de caballos, y los Enanos no suelen montar.- añadió Izindriel.
-Bueno, sigámosles.- propuso Shadak-Uhr.
-Espera- dijo Izindriel- Lanzaré una de las flechas de Amanriel.
Cargó el arco, apuntó alto y disparó.
Se tambaleó unos segundos y luego se recuperó.
-Están a medio día de viaje aproximadamente, y son bastantes.- informó.
-Pues adelante.

Capítulo 15: Divide y vencerás

martes, 6 de abril de 2010

Era de noche. Habían llegado a Throien. El paisaje había cambiado bruscamente. Los pantanos se convirtieron en cerros con hierba y rocas. En el horizonte se avistaban numerosas montañas rocosas. Los árboles escaseaban, pero ellos habían hecho alto a los pies de un grupo de árboles, para resguardarse un poco. En la lejanía divisaban el fuego de sus enemigos.
Nadie decía nada. La muerte de Cairlin pesaba sobre ellos. Por fin, Izindriel habló:
-¿Cuántos más?- había lágrimas en sus ojos.- ¿Cuántos más tienen que morir por nosotros?
-Menos de los que morirán si fracasamos- respondió Romdrin.- Es un alto precio el que estamos pagando.
-No podemos quedarnos a llorar nuestras penas- dijo Shadak-Uhr.- Sé que es duro, pero hemos de continuar. Por él.
-Shadak tiene razón- afirmó Shulliandlir.- Tenemos que pensar. Nuestros enemigos se dirigen al este, probablemente para intentar regresar a Omendal. Pero no podemos perder tiempo yendo hacia el este, dado que Thror se encuentra en el oeste.
-Estoy de acuerdo.- apoyó Glomli.- Podríamos ir Romdrin y yo hacia el oeste. Necesitareis las flechas de Izindriel y la habilidad de rastreo de Shulliandlir.
Todos asintieron, desganados. A ninguno le hacía gracia separarse después de lo que acababa de ocurrir.
A la mañana siguiente se repartieron las provisiones y se despidieron amargamente.
-Recordad, la Posada Mestiza en Bhor del Sur.- insistió Glomli.
Entonces cada grupo siguió su camino.

-Creo que en dos semanas estaremos en la posada, quizás antes que ellos- Izindriel charlaba tranquilamente con Shadak-Uhr.- Aunque hemos perdido el rastro.
-Tenlo por seguro- respondió Romdrin.- Shulliandlir y éramos mercenarios, estamos acostumbrados a…
En ese momento Shulliandlir se tiró al suelo y comenzó a hacerles gestos con la mano para que se tumbaran como él. Después realizó una seña que significaba que le siguieran y comenzó a arrastrarse silenciosamente hasta unos arbustos. Cuando llevaban unos minutos allí escondidos aparecieron diez Hezshrak por el camino. Todos presentaban heridas de todo tipo, pero todas producidas por una espada. Shulliandlir desenvainó una daga pero cuando se iba a lanzar a por ellos Shadak-Uhr lo asió por el hombro.
-No, ellos nos guiarán hasta los demás.
Asintiendo, Shulliandlir guardó la daga.
-Ahí está la marca de Cairlin- susurró tristemente refiriéndose a los cortes de los Hezshrak.- Parece que estos ya se han repuesto lo suficiente.

Les llevó cinco días llegar a Thraban. Romdrin se quedó impresionado mientras Glomli sacaba pecho orgulloso.
-¿Preciosa, eh?
La gran ciudad-montaña de Thraban se alzaba ante ellos. Una muralla en espiral ascendía por la escarpada ladera hasta llegar a la cima, donde se erigía la cara esculpida del dios Throrniel. Por donde no se encontraba la muralla, numerosos salientes tallados por los Enanos en forma de ventanas sobresalían de las rocas. Había una gran puerta por la que entraba el río. Por encima de éste desfilaba un puente que tenía rampas a ambos lados de las aguas para que la gente pudiera subir y entrar a la ciudad. El puente terminaba en la calle de piedra de la ciudad, que estaba atravesada por el río, que discurría por un cauce artificial. De vez en cuando había pequeños puentes para cruzarlo.
-Todas las calles están surcadas por el río- explicó Glomli.
-¿Y cómo se cierran las puertas?- preguntó Romdrin.
-Si te fijas, verás que donde termina el puente para acceder a la ciudad hay dos portones, que se cierran dejando el viaducto fuera.
Entraron en la ciudad, todo en ella estaba construido de piedra, y Romdrin comprobó, asombrado, que la montaña estaba completamente hueca por dentro. Mientras paseaban recibió una interesante lección sobre arquitectura enana por parte de Glomli.
Le explicó que las ventanas que habían visto desde el exterior servían para renovar el aire de la ciudad y, mediante un sistema de espejos, hacían entrar la luz en el interior de Thraban.
-¿Qué lugar deberíamos visitar?- preguntó Romdrin.
-La Plaza Mayor, sin duda- respondió Glomli- Es el mejor sitio para empezar a buscar el Arma.
Llegaron a la Plaza Mayor, donde había multitud de puestos de comercio en los que los Enanos vendían sus valiosos trabajos de herrería a los soldados y campesinos que se acercaban hasta allí. En el centro de la plaza había una escultura, también de piedra, que representaba un atril y un libro abierto encima.
Al ver que Romdrin miraba interesado hacia allí, Glomli se apresuró a explicarle:
-Ese libro contiene un acertijo que mucha gente ha intentado resolver, pero nunca nadie lo ha conseguido.
-Podría ser la clave para encontrar a Thror.- aventuró Romdrin.
-Ahora que lo mencionas, me parece recordar que dice algo sobre un Elegido.- dijo Glomli entusiasmado.- Acerquémonos a leerlo.
El enigma decía así:
"Cuando el sol esté en su cúspide,
Throrniel entregará su legado al Elegido a través de los ojos de Thraban."

-Ahora lo entiendo- murmuró Glomli.- La gente pensaba que con lo de Elegido se refería a algún afortunado.
-Bueno, según esto, Throrniel entregará su legado al mediodía, pero si menciona el sol, significará que éste debe estar presente, y en el interior de la ciudad solo recibe luz solar por las ventanas de piedra…- caviló Romdrin.
-¡Pues claro, los ojos de Thraban!- exclamó Glomli.
-¿A qué te refieres?- inquirió Romdrin intrigado.
-¿No lo entiendes? Los ojos de Thraban. La estatua…
Entonces Romdrin comprendió a lo que se refería Glomli.
-Tenemos que subir allí arriba al mediodía.- afirmó Romdrin.

Los siguientes días los pasaron siguiendo a los Hezshrak. Ocultos en la maleza, no podían hacer ruido, y tuvieron que comer sin fuego. Tras varios días de viaje, los Hezshrak se reunieron con los otros.
Shulliandlir, Izindriel y Glomli empezaron a pensar en un plan. Hablaban por la red de comunicación tejida por Shadak-Uhr.
-La cuestión es hacerles creer que somos muchos- explicó Shulliandlir.
-Podría invocar golems y crear espectros, que son copias incorpóreas, para que parezcan más. También hacerlo con las flechas de Izindriel.- dijo el Orco.
-Soy rápida con el arco, puedo lanzar una flecha cada cinco segundos, así mataré algunos Hezshrak y dará la impresión de que las flechas espectro son de verdad.
-Vale, entonces tú, Izindriel, puedes subirte a un árbol y disparar desde allí. Yo usaré una capa y una capucha negras, para así asustarlos, mientras los golems atacan sus flancos. Después, Shadak, tu irás detrás de mí lanzando ataques mágicos.- propuso Shulliandlir.
-Bien- respondió Shadak-Uhr- pero entonces tendremos que esperar dos días para lanzar el ataque. Invocar golems requiere una gran cantidad de energía que consume toda la mágica y un poco de la vital, así que me dejará exhausto invocar a uno solo, y encima me pedís dos.

-Adelante.
Una densa niebla comenzó a surgir alrededor del campamento Hezshrak. Por un lado del claro apareció una figura envuelta en una capa negra. Llevaba una capucha también negra. Al verle, los Hezshrak se quedaron sobrecogidos, pero uno rápidamente se repuso y desenvainando la espada, se lanzó hacia el con un grito. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Shulliandlir extrajo a Shillun de su vaina y, poniendo el filo al revés, se lo clavó en el pecho al Hezshrak antes de que éste pudiera reaccionar. Lo arrancó bruscamente de su enemigo y lo guardó mientras sacaba una espada que llevaba en el cinturón. Haciéndola girar en su mano, aguardó al siguiente Hezshrak, que no tardó en atacar. Atacó por arriba, y Shulliandlir desvió fácilmente la espada a un lado y le atravesó con la suya, desclavándola al instante. Girando una vez más la espada en su mano, se colocó en posición de ataque. Entonces reinó el caos en el campamento enemigo. Comenzaron a llover miles de flechas de entre los árboles y numerosos golems- criaturas del tamaño de un Humanos, pero hecho de pequeñas piedras- empuñando garrotes de madera irrumpieron en el claro atacando a los Hezshrak. Detrás de Shulliandlir apareció Shadak-Uhr, que comenzó a lanzar rayos a sus enemigos. Tres Hezshrak se lanzaron contra Shulliandlir, pero este ya los aguardaba. Desviando el ataque del primer enemigo, realizó un giro hasta quedar de espaldas a él y entonces lanzó un ataque como si se fuera atravesar a si mismo, pero la espada pasó por su flanco izquierdo matando al estupefacto Hezshrak. Entonces se giró y le lanzó a Shullin al siguiente Hezshrak. El Arma del Destino desapareció en el aire con un fogonazo de luz y apareció con otro clavado en el pecho del Hezshrak. Shulliandlir extrajo su espada del primer Hezshrak, que aún seguía en pie, y con ella mató al último Hezshrak, que no se esperaba esa jugada.
Tras veinte minutos de batalla, la veintena de Hezshrak fue exterminada. Uno de los dos golems murió, y Shulliandlir recibió un corte en una pierna. Esos fueron los únicos daños que recibió el bando de los Elegidos.
-Viva el factor sorpresa- dijo Shulliandlir mientras envainaba su espada.
-Viva…- murmuró Shadak-Uhr distraído.
Se dirigió a la tienda más grande y allí encontró, envuelto en una manta, a Paantrio.
Entonces lo asió.

Glomli había comprado un equipo entero de herramientas para tallar.
-Todos los Enanos aprendemos a usarlas en nuestra infancia- explicó- además, tengo el presentimiento de que las voy a necesitar.
Media hora más tarde llegaron a la cima, desde allí, la estatua de Throrniel los hacía sentirse minúsculos. Había varios guardias apostados allí, custodiando la estatua que los saludaron al pasar. Allí había un camino que rodeaba la estatua y había numerosas terrazas que se usaban para observar el paisaje y vigilar la ciudad.
-Quedan unas horas para el mediodía, ¿por qué no damos un paseo?- propuso Romdrin.
Cuando faltaban unos minutos para el mediodía, los dos se situaron enfrente de la estatua y la contemplaron. De repente, Glomli frunció el ceño.
-Mira, las pupilas de la estatua, están como desplazadas, ¿no ves los huecos que hay a un lado?
-Tienes razón- respondió Romdrin.- Quizás si las movemos nos muestren donde está Thror.
-Yo tengo las piernas y los brazos demasiado cortos para escalar bien, Romdrin- dijo Glomli- Con escalar aquella maldita pared de Shan.
Con un suspiro de resignación Romdrin comenzó a izarse agarrándose a los pliegues de la armadura de piedra de la estatua. Cuando llegó al ojo izquierdo, se apoyó en la nariz con los pies y comenzó a hacer impulso. El ojo se movió lentamente hasta alcanzar su sitio.
Abajo, Glomli hablaba con los alterados guardias intentando apaciguarlos.
Romdrin se colgó del ojo y observó que tenía un cristal a modo de pupila. Saltó para encaramarse a la nariz mientras se quejaba de la ausencia de Shulliandlir. Repitió el proceso con el otro ojo, pero al acabar los pies le resbalaron y cayó al suelo provocando un buen estruendo. Por suerte no estaba muy alto y solo le salieron un par de verdugones. Con un quejido se levantó y fue hasta Glomli.
Al llegar hasta él y los guardias se dio cuenta de que habían dejado de discutir y miraban embobados a un sitio. Romdrin se giró despacio hacia la estatua y vio asombrado lo que ocurría.
Los cristales de las pupilas de la estatua reflejaban la luz del sol hacia una gran roca que había cerca de la ciudad.
-Es allí… -murmuraba Glomli cuando Romdrin llegó junto a él.- Lleva todos estos años allí…
-Pues a qué esperamos- dijo Romdrin.

Un torrente de conocimientos se precipitó hacia Shadak-Uhr. Éste perdió el equilibrio y casi cae al suelo, pero consiguió mantenerse. Sus amigos contemplaban inquietos el proceso. A cada segundo, Shadak-Uhr se ponía peor. Al final, Shulliandlir actuó, separó a su amigo del Arma del Destino.
Con un rugido, Shadak-Uhr pronunció un hechizo que lanzó por los aires a Shulliandlir. En el momento en que cruzaron sus miradas, el Elfo Oscuro pudo comprobar que su amigo estaba lejos, luchando por recuperar el control.
Comenzó a pronunciar otro hechizo, pero paró a mitad de la frase, ya que volvió a la realidad.
Se tambaleó, pero antes de caer Izindriel lo sujetó.
-Creo que ya está bien por hoy- le dijo amablemente.- Al parecer Paantrio tiene mucha sabiduría que transmitirte, demasiada para recibirla en un solo día.
-Tienes razón… Ahora conozco un montón de hechizos que nadie sabía de su existencia- respondió Shadak-Uhr aturdido.
-Uf, ahora se lo que sienten los que se enfrentan a ti…- se quejó Shulliandlir mientras se incorporaba.
-Lo siento, yo… no sé que me pasó…- se disculpó Shadak-Uhr.
-Tranquilo- le respondió Shulliandlir- lo vi en tu mirada, no eras tú.
Pasaron los siguientes tres días viajando hasta llegar al bosque Explan. Cada noche Shadak-Uhr cogía a Paantrio durante un minuto hasta que lo separaban de él. Se volvía enfurecido hacia quién lo había separado, pero luego se controlaba.
En los lindes del bosque se encontraron una caravana de enanos que se disponían a atravesar el bosque, y se unieron a ellos.

Romdrin y Glomli galopaban lo más rápido que los caballos les permitían. Llegaron allí en menos de diez minutos. La roca se alzaba ante ellos. Se sentían insignificantes a su lado. Parecía una roca normal, en forma de lágrima, pero se notaba que no era así por el aura de poder que desprendía. Se fijaron en que la luz de los ojos del dios apuntaba a un lugar en concreto de la base, así que Glomli se dirigió allí y comenzó a excavar.
-Está cerca… lo presiento…- murmuraba mientras trabajaba.
Romdrin le ayudaba en lo que podía, apartando los escombros que iba dejando su amigo, o picando la piedra donde éste no llegaba.
Tras varias horas el pico de Glomli hizo un ruido como los que hacen dos espadas al chocar.
Esperaron a que el polvo se asentara y allí vieron la parte rectangular del filo de un martillo de guerra.
Glomli comenzó a trabajar en la roca con más énfasis, aunque también con más delicadeza.
Tras unos intensos veinte minutos Glomli dejó al descubierto el martillo en su totalidad. Sin pensárselo dos veces lo cogió por el mango.
En cuanto lo tocó el martillo despidió un brillo gris un instante, y luego despareció.
-Siempre me han gustado los martillos- comentó Glomli.
Entonces, cómo le había ocurrido a Izindriel, supo como utilizarlo.
Dio un violento golpe al suelo con Thror y unos extraños símbolos que decoraban el filo comenzaron a brillar. Entonces la roca con forma de lágrima se elevó unos metros.
Romdrin contempló embobado la escena hasta que Glomli volvió a depositar la roca en el suelo.
-Bueno, ya podemos partir- dijo Glomli, satisfecho.

Tras varios días de viaje surgió un imprevisto. Mientras cenaban, estalló una tormenta que alcanzó un árbol que estaba al lado de su campamento y éste se derrumbó encima de un carromato.
-Tenemos que ayudarles a construir otro- dijo Izindriel- Han sido muy amables con nosotros, no podemos dejarles tirados.
-Además, así tendré más tiempo para seguir recibiendo información de Paantrio.
-Esto nos retrasará unos días, pero Glomli y Romdrin pueden esperar.
Informaron de sus intenciones a los enanos, que se mostraron muy agradecidos, y se pusieron a trabajar.

Tras cinco días de viaje llegaron a Bhor del Sur al anochecer. Era otra ciudad montaña como Thraban, solo que esta no estaba completamente metida en la montaña, ya que la excavación era para comunicar los reinos de Throien y Rogonar. Las casa estaban hechas de piedra, aunque también se podían ver casas de construcción humana, que mezclaban piedra- no tan bien tallada como las de los enanos- y madera. Las calles no estaban tan bien distribuidas como en Thraban, se notaba que la ciudad crecía continuamente por la presencia humana, ya que los Enanos vivían más y las nuevas generaciones tardaban en aparecer. Buscaron la Posada Mestiza y pidieron alojamiento y cena. Era una posada agradable y, como su nombre decía, era para Humanos y Enanos. La puerta era lo suficientemente alta para permitir pasar a Romdrin, y había mesas bajas y altas, al igual que las sillas. La barra tenía una mitad más elevada que la otra, y los taburetes estaban adaptados a cada altura. Según les explicó el posadero, lo mismo pasaba con las habitaciones, aunque también las había mixtas, que fue lo que ellos eligieron.
La cena fue abundante y rica. Tras entablar conversación con el posadero, un enano alegre- todo lo alegre que puede ser un enano-, surgió el tema del túnel.
-¿No os habéis enterado?- preguntó el tabernero incrédulo- El túnel ha sido derribado.
-¿Por qué?- preguntó Glomli alterado.
-La gente tiene miedo de los Hezshrak, así que el rey ha decidido cerrarlo. ¿Tenéis algún interés en cruzarlo?
-Nos dirigimos a Rogonar a combatir- explicó Romdrin.
El Enano se rió y dijo:
-Pues haber con quién, ya no quedan más que un puñado de soldados Humanos refugiados en los bosques, aunque se rumorea que la ciudad de Remun sigue en pie.
Se puso repentinamente serio y, tras asegurarse de que nadie escuchaba, les susurró al oído:
-Existe un grupo de desertores Enanos que pretenden ir a Rogonar a pelear. Están abriendo un camino en el túnel. No les vendría mal ayuda. Por suerte tienen un gran estratega como jefe, tienen posibilidades.
Glomli y Romdrin cruzaron una mirada.
-No podemos perder esta oportunidad- dijo Romdrin. Luego le dijo al posadero.- Mañana nos marchamos, pero… ¿Podría decirle a un grupo formado por un Elfo Oscuro, un Orco y una Elfa que hemos partido hacia allí?
Al Enano no le hizo mucha gracia oír que dos Elfos iban a venir a su posada, pero como eran amigos de los dos nuevos rebeldes, no le dio importancia.
-Por supuesto.
-Bien, ahora si nos disculpa, nos retiramos a descansar- dijo Romdrin.- Mañana nos espera un día de trabajo.

Capítulo 14: El Héroe

lunes, 1 de febrero de 2010

Los Elegidos cabalgaban desesperadamente. Sólo podían detenerse cada dos días para dormir, ya que los Hezshrak paraban ese tiempo.
-Ya que no tienen otro lugar por el que escapar, los Hezshrak tendrán que cruzar el desfiladero que lleva al reino de los Enanos.- comentó Romdrin en uno de los descansos.
-Allí les daremos caza- aseguró Cairlin- No podrán escapar.
Luego todos se retiraron a descansar mientras Shulliandlir hacía guardia.
A la mañana siguiente continuaron con su desesperada carrera. Cada día se encontraban más cerca de la frontera y sus esperanzas crecían con cada paso que daban.
Pero cuando se encontraban a unas horas del desfiladero las cosas se complicaron.
Llegaron sigilosos. Romdrin apenas tuvo tiempo de desenvainar su espada para rechazar a uno de ellos. Rápidamente gritó para despertar a sus amigos.
-¡Lobos Hezshrak!
Sabía esto porque aparecía el escudo Hezshrak sobre las corazas que llevaban.
Mientras sus amigos se despabilaban, Romdrin mantuvo a raya a diez lobos con su espada.
Tras unos segundos, todos se colocaron alrededor de Shadak-Uhr, que aún no se hallaba en condiciones para pelear.
Varios certeros flechazos de Izindriel, el poder del teletransporte de la daga de Shulliandlir y unos cuantos hachazos y espadazos por parte de Romdrin, Cairlin y Glomli fueron suficientes para ahuyentar a los lobos.
Se hallaban en un lugar del terreno que estaba seco, rodeados de pantano y matojos. Los cadáveres de varios lobos se encontraban esparcidos por el suelo. Los Elegidos, jadeantes, guardaron sus armas.
-¿Por qué habrán enviado lobos, sabiendo que podemos acabar con ellos fácilmente?- preguntó Glomli extrañado.
Romdrin, dándose cuenta de algo fue corriendo al lugar donde estaban los caballos y regresó muy alterado.
-Izindriel, lanza una flecha con Amanriel.- pidió éste.
Hizo lo que le dijo y al cabo de unos segundos explicó lo que había visto:
-Qué raro. Los Hezshrak que nos persiguen han aumentado su ritmo al máximo, no podrán aguantar así mucho más.
-No piensan hacerlo- informó Romdrin.- Los lobos han matado a nuestros caballos.
Todos se miraron sin saber qué hacer.
-No podemos quedarnos aquí parados- dijo Glomli enérgicamente- Hay que reanudar la marcha. Seguiremos a pie. Si conseguimos cruzar el desfiladero, mis hermanos nos ayudarán.

Los Elegidos corrían por entre los barrizales. La imponente figura del Desfiladero se alzaba sobre ellos. Dos gigantes montañas con una profunda grieta en el centro formaban el paso que comunicaba los dos reinos. Era bastante angosto, dado su altura.
Los Elegidos vieron en la lejanía a los Hezshrak que perseguían.
-Así que han decidido cruzar.- dijo Shadak-Uhr, al que llevaban en un camastro.
-Debemos apresurarnos, o los perderemos y nos cogerán- urgió Romdrin.

El paisaje seguía siendo igual de desértico, con árboles muertos, tierra árida…
Pero los Elegidos seguían corriendo incansablemente. Algunos pájaros revoloteaban en la cima del desfiladero.
Al volver la vista atrás veían cada vez más cerca a los Hezshrak, que con sus caballos no tardarían en darles alcance.
-Son demasiados, una treintena calculo- dijo Izindriel.- Si nos alcanzan no habrá nada que hacer.
-¿Qué tal estás, Shadak?- preguntó Shulliandlir al Orco.
Éste había insistido en ir a pie y ahora corría junto a ellos, pero se notaba que no estaba recuperado, ni mucho menos.
Siguieron corriendo durante una hora, en la que sus esperanzas fueron decayendo, ya que los Hezshrak que huían estaban cada vez más lejos y los que los perseguían les pisaban los talones. Izindriel disparó una flecha a uno que se acercó demasiado y éste cayó abatido. Desde entonces los Hezshrak sacaron sus escudos y se mostraron más precavidos, aunque no detuvieron su avance.
-Sigue insistiendo Izindriel- apremió Shulliandlir mientras la ayudaba con su arco.
Cada vez había más indicios de que no lo iban a conseguir.
Habían conseguido derribar un caballo, pero las buenas armaduras que estos llevaban les impidieron abatir más.
-Es imposible- dijo Romdrin.- Por mucho que corramos no podemos vencer a unos caballos.
-Tienes razón…- murmuró Cairlin pensativo- Tienes razón…
A partir de ese momento se quedo muy callado, y tenía cara de preocupación.
Tras unos minutos de carrera Cairlin pareció tomar una decisión.
-Elegidos…- comenzó, había lágrimas en sus ojos.- Ha sido un honor estar junto a vosotros, luchar codo con codo. Y ahora ha llegado el momento de ayudaros por última vez. Necesitáis tiempo, y yo puedo otorgároslo.
Sus manos se habían ido cargando de magia mientras hablaba.
-Cairlin… ¡Cairlin NO!- gritó Romdrin, pero ya era demasiado tarde.
El soldado desenvainó su espada, colocó su escudo en posición y se encaró con los Hezshrak.
-¡Cumplid la profecía!- fue lo que dijo.- ¡No hagáis que mi sacrificio y el de todos los que han luchado por vosotros sea en vano!
Y, con un rugido atronador se lanzó hacia los Hezshrak.
Allí fue donde Cairlin, el soldado de la resistencia, cayó defendiendo a los Elegidos. Dejo tan diezmados y malheridos a sus enemigos antes de morir que estos tuvieron que dar media vuelta. Su nombre fue recordado y el grito de guerra en numerosas batallas.

Capítulo 13: Persecución y huida

domingo, 3 de enero de 2010

El viaje hasta las lindes de Llimin transcurrió sin problemas. Las cosas se complicaron al llegar a las pantanosas tierras de los Orcos. Al parecer, los Hezshrak habían encontrado otra manera de cruzar el Pantano del Límite y ahora Omendal estaba en guerra, varias veces los Elegidos participaron en escaramuzas contra grupos de Hezshrak, afortunadamente todas tuvieron éxito.
Tras una de ellas consiguieron hablar con uno de los Orcos a los que habían ayudado.
-La cosa está muy fea –explicó el Orco- No se sabe como, los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano y han tomado Orundlur y Ohrlendur.
Han intentado conquistar Palantrio, pero hemos conseguido rechazarlos y hemos lanzado un contraataque pero al encontrar fuerte resistencia nos hemos dividido, como podéis comprobar, en grupos, aunque a los Hezshrak les ha pasado lo mismo.
Alarmados al escuchar que el lugar donde se dirigían estaba en manos de sus enemigos, partieron inmediatamente.
Durante tres días avanzaron a marchas forzadas hasta conseguir llegar a las inmediaciones de Orundlur. Allí se encontraron con algo que confirmó sus peores sospechas, la bandera Hezshrak ondeaba en las murallas de la ciudad.
Establecieron un campamento cerca de la ciudad para poder idear un plan.

Intentaron sin éxito hallar alguna forma de entrar, hasta que un día escucharon un fuerte alboroto a las puertas de la ciudad y vieron asombrados como un poderoso ejército de Orcos atacaba Orundlur.
-¿Cómo no los hemos escuchado llegar?, son centenares- preguntó Izindriel extrañada.
-Magia Orca- aclaró Shadak-Uhr- Y de un buen mago, Ohr. Aunque al parecer han conseguido desmantelar su conjuro de invisibilidad. Que extraño… solo hay un mago que supere a Ohr en todo Celdriander, y no creo que los Hezshrak consigan superar esa magia.
-¿Y quién es ese mago que le supera?- preguntó Cairlin.
-Mi maestro.- respondió Shadak-Uhr.

La batalla parecía ir a favor de los Orcos, ya que consiguieron derribar las puertas, pero las cosas se complicaron dentro. Se encontraron con fuerte resistencia en el interior, y pronto la batalla se volvió a igualar, ya que los Hezshrak dejaron de perder terreno ante los Orcos y se mantuvieron firmes.
Los Elegidos, que se habían unido a la batalla, se las ingeniaron para llegar hasta la gran torre donde los habían capturado los esqueletos gracias a sus poderes y al sigilo. Todo seguía igual, las riquezas, aunque un poco menguadas por las reparaciones de la ciudad, seguían esparcidas por el suelo alrededor de los tronos en la gran sala.
-Nosotros protegeremos la entrada, Shadak- le dijo Romdrin.
-Bien, ahora os protegeré con varios hechizos anti-magia. No sabemos a que os podéis enfrentar.
Tras formular varios hechizos sobre sus amigos, Shadak-Uhr se introdujo en un pasillo que llevaba a donde se encontraba Paantrio.

Dejando atrás el fragor de la batalla, Shadak-Uhr se internó en aquel pasillo que, tras recorrer durante diez minutos, desembocó en una amplia sala en la que en el centro se alzaba un majestuoso bastón de mago, Paantrio. Asombrado por la belleza y el poder que emanaban del Arma del Destino, Shadak-Uhr se acercó cautelosamente.
Con una punta de lanza de acero en su base, el mango, cubierto de antiguas inscripciones y hermosas filigranas, ascendía hasta una especie de óvalo hueco, formado por tiras superpuestas de oro, dentro tenía una bola mágica, que era de donde emanaba su poder.
Tras contemplarla unos instantes Shadak-Uhr la asió.
Fue como si una corriente eléctrica le hubiese alcanzado. Se aparto de un salto y cayó de rodillas, mientras a su alrededor todo se oscurecía y terribles recuerdos asaltaban su mente.

Romdrin, Cairlin, Izindriel, Shulliandlir y Glomli conversaban tranquila mente en la sala de los tronos cuando vieron aparecer a un Orco anciano vestido con ropajes parecidos a los de Shadak-Uhr por la puerta paseando tranquilamente.
-¿Qué hace aquí, mago?- inquirió Romdrin- ¿No debería estar ayudando a los Orcos?
-Oh, no –respondió riéndose el Orco- ¿Para qué ayudaría a mis enemigos? Además, lo que he venido a hacer aquí es a hacerme con Paantrio, con la ayuda de los Hezshrak conseguiré el Arma del Destino y crearé un gran reino.
-Ahora lo entiendo- gruñó Glomli, con el hacha en ristre- Tú eres el que ha destruido el hechizo de Ohr y gracias a ti los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano.
-Tienes una mente brillante, Enano- dijo irónicamente el Orco- Ahora, si me disculpáis, tengo asuntos importantes que atender.
Dicho esto comenzó a caminar por hacia el pasillo por donde Shadak-Uhr había desaparecido.
-No tan deprisa, viejo- exclamó Cairlin mientras todos le cerraban el paso al Orco.
-Bien, vosotros lo habéis querido- respondió el Orco.
Acto seguido pronunció un hechizo y Cairlin y el resto salieron volando contra la pared y cayeron desmayados.
Entonces el viejo siguió caminando.

“-Hoy es el gran día Shadak-Uhr
-Lo sé, maestro. Lo haré lo mejor que pueda.
Entonces comenzó la lucha, Shadak-Uhr no podía derrotarla.
Llegó el dolor…
Shadak-Uhr se retorcía…
Un último hechizo… La bestia en el suelo.
-Nunca serás nadie, Shadak-Uhr, nadie…”
Las últimas palabras flotaron en el aire antes de desvanecerse mientras Shadak-Uhr despertaba del sueño imbuido por la magia.
Recordó donde estaba y entonces se dio cuenta de que esa magia solo podía provenir de su maestro, lo que quería decir que los había traicionado.
Paantrio descansaba en el suelo a unos metros de él. No se atrevió a tocarlo, ya que sabía que la maldición solo se destruiría matando a su creador.
Escuchó pasos en los pasillos y se giró alarmado.
Allí estaba. Su maestro, el hombre que tanto le había hecho sufrir.
-Bien, aquí estás Shadak-Uhr- le dijo el mago- ¿Sigues intentando cumplir la profecía? Con un mago como tú los Elegidos no llegarán muy lejos. Me sorprende que hayáis conseguido llegar hasta aquí.
-Te sorprendería hasta donde podemos llegar- le respondió Shadak-Uhr, que ya se había repuesto de la impresión.
-Bien, los dos queremos el Arma del Destino. Así que, luchemos por ella.
Al decir la última palabra alzó la mano y una oleada de energía cargó contra Shadak-Uhr, que la detuvo con un escudo mágico.
Seguidamente el maestro lanzó una serie de rayos mágicos que Shadak-Uhr fue deteniendo a duras penas. El último le alcanzó y salió despedido por los aires.
Cayó al suelo pesadamente, y al alzar la vista vio como su maestro lanzaba un hechizo de oscuridad sumiéndolo todo en penumbra.
-No puedes vencerme- la voz parecía venir de todas partes.
Shadak-Uhr se puso en pie y consiguió encender en su mano una pequeña bola de fuego que apenas iluminaba a un metro de distancia.
Una bola de energía le alcanzó la espalda. Shadak-Uhr se retorció de dolor entre gritos.
-No puedes hacer nada- esta vez la voz sonó más cerca.
Una serie de hechizos alcanzaron a Shadak-Uhr por todos los flancos.
Se hallaba al límite de sus fuerzas.
-No eres nadie.
Entonces Shadak-Uhr estalló.
A pesar de los continuos hechizos que le hostigaban, el Orco se puso en pie y gritó alto y claro:
-¡¡YO SOY SHADAK-UHR!!
Una onda expansiva brotó de su cuerpo y deshizo el hechizo de oscuridad. Cuando pudo ver de nuevo se encontró a su maestro en el suelo, el ataque también le había hecho efecto a él.
Corrió hacia él, se situó a su lado y colocó las palmas de sus manos apuntando hacia su cuerpo.
-Muere, traidor.
Y lanzó una llamarada de fuego que consumió a su maestro.
Shadak-Uhr comenzó a avanzar a trompicones hacia Paantrio, pero cayó al suelo a mitad de camino. Escuchó pasos en el pasillo y rápidamente usó un hechizo de invisibilidad sobre él, lo que terminó de agotar sus fuerzas y le impidió moverse.
Por la puerta apareció un grupo de veinte Hezshrak que hablaban entre ellos.
-Os dije que hicimos bien en escondernos en el acceso secreto. El viejo y el mago se han matado entre ellos.
-Rápido, cojamos el Arma del Destino y larguémonos por donde hemos venido.
Uno de ellos asió Paantrio desconfiadamente y lo guardó en una bolsa.
Entonces se fueron por el pasillo.
Con la fuerza que la rabia le proporcionó, Shadak-Uhr lanzó una señal mágica de peligro por el pasillo antes de desmayarse.

Sus amigos, que se acababan de despertar tras el ataque recibido, recibieron la señal y se lanzaron al pasillo, donde se encontraron a Shadak-Uhr tirado en el suelo.
En una hora despertó y les explicó lo ocurrido.
-Debemos partir inmediatamente.- concluyó
-Pero mírate, no puedes caminar.- respondió Shulliandlir.
-Tendréis que llevarme- le respondió con una sonrisa Shadak-Uhr.
El trecho que debían recorrer era boscoso, apenas había pantanos. La luz rojiza del amanecer le confería un aspecto místico. Los Elegidos salieron temprano. A lo lejos veían la comitiva formada por los cinco Hezshrak.
-Nos han visto, y están desesperados. No saben a donde ir- informó Izindriel, tras lanzar una de sus flechas mágicas.
-No les daremos tregua- aseguró Romdrin.- Espero que te recuperes pronto, Shadak-Uhr, este viaje va a ser duro.
El Orco se encontraba recostado contra su caballo, al que le habían puesto una silla lo más acolchada posible para que el mago pudiera descansar.
-No te preocupes por mí, estaré bien.
Pararon tras doce horas de persecución para hacer un corto descanso.
Shulliandlir salió a inspeccionar el terreno y volvió muy agitado.
-Nos persiguen. Son unos treinta. Hay que ponerse en marcha, ¡ya!
Todos recogieron apresuradamente y en silencio y reanudaron la marcha.
Mientras cabalgaban Glomli dijo amargamente:
-Que ironía. Los cazadores cazados.

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