Asesino solitario

viernes, 11 de marzo de 2016

Salió de la taberna sabiendo que le seguirían, tal como había previsto. Era noche cerrada y la lluvia caía copiosamente, por lo que la calle, ya de por sí no muy transitada a altas horas de la noche, estaba desierta. Perfecto, no quería testigos. Siguió caminando sin mirar atrás, con la capucha puesta, y no tardó en oír el esperado ruido de la puerta abriéndose de nuevo, y el tintineo metálico que las fundas de las espadas de los dos hombres que salían dispuestos a darle una lección.
Giró en dirección a un callejón sin salida, y no tardó en escuchar como los dos hombres aceleraban el paso. Parecía que hoy tacharía a otro de la lista.

Se ocultó en las sombras que proporcionaba la esquina que acababa de girar y sacó el puñal, sujetándolo con la mano derecha. Dejó entrar al primero, prefería que tuviese que girarse para ayudar a su compañero. En cuanto el segundo hombre entró en el callejón salió de entre las sombras y entró en acción. Agarró al segundo del brazo de la espada y tiró de el hacia adelante con la intención de asestarle un golpe mortal, pero no era la primera pelea del hombre, por lo que en cuanto notó el agarrón se retorció, haciendo que el golpe no fuese mortal, sino que se le clavó profundamente en el hombro. Ashak no perdió el tiempo y sacó el puñal de la herida con un golpe seco, mientras reculaba y desenvainaba con la otra mano su espada, puesto que el otro hombre se le echaba encima.

-Hijo de puta, ahora si que acabas de perder la vida- el hombre que había hablado era su objetivo- Primero nos tiras la bebida y ahora apuñalas a mi amigo.

Ashak apretó el cuero de la empuñadura de su espada, haciendo que el cuero mojado crujiese bajo su mano. Cuero mojado y acero bañado en sangre. Que la ejecución de uno de los hombres que le había arrebatado todo así fuese.

Evitó el primer ataque de su oponente inclinando su torso hacia atrás, por lo que la estocada dirigida a su cara pasó a unos palmos de él, inofensiva. Detuvo el segundo golpe levantando su espada, y contraatacó con el puñal que tenía en la mano derecha, haciéndole un corte superficial en el brazo a su rival, lo cual lo enfureció aun más.

Mientras continuaba el combate, Ashak percibió por el rabillo del ojo que el hombre apuñalado, que había caído de rodillas, estaba recuperándose, y pronto se vería envuelto en un nada favorable combate. Tras un ataque que desvió sin problemas, Ashak lanzó una patada a la pierna de su oponente con la intención de derribarlo, pero la respuesta de éste no se la esperaba. El puñetazo le alcanzó en plena mejilla, con tal fuerza que lo lanzó al suelo.

Todo dio vueltas unos segundos, pero Ashak no se permitió flaquear. Rodó por instinto, evitando un golpe que seguramente lo habría matado. Había perdido su espada en la caída y no sabía donde estaba, pero aún conservaba el puñal. Se levantó aprovechando el impulso del giro y se encontró con el hombre apuñalado cargando contra él con la espada levantada, mientras el otro se recuperaba de la patada, que no había sido completamente inútil.

Esquivó el ataque del rival que cargaba agachándose, casi rodando, y pasó por debajo del cuerpo de su enemigo, de forma que le agarró las piernas y lo lanzó por encima suya. El espaldarazo contra el suelo y el golpe en la herida dejaron al hombre fuera de combate momentáneamente, de forma que Ashak pudo rematarle clavándole el puñal en el pecho.

No se paró a extraer el puñal, porque sabía que el enemigo que seguía con vida no dudaría en matarlo, así que se alejó y recuperó su espada; en el momento justo para detener otro golpe mortal.
A ese le sucedió un rápido intercambio de golpes, en el que Ashak, gracias a su enorme entrenamiento y dedicación, sacó una clara ventaja de su rival, al que ganó cuando éste lanzó un golpe intentando ensartarle, cosa que Ashak evitó desviando la espada del rival hacia un lado con la suya, desequilibrándole. El cuello del hombre quedó al descubierto, y Ashak agarró su espada con las dos manos y lanzó un poderoso madoble que separó la cabeza del tronco de su enemigo sin problemas. La sangre salió como un torrente, bañando a Ashak en sangre, el cual apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo, donde recuperó el aliento.

La lluvia seguía cayendo, y Ashak levantó el rostro hacia el cielo con los ojos cerrados para aliviar un poco el dolor pulsante que sentía en la cara tras el tremendo puñetazo que había recibido. Luego bajó la vista y contempló el resultado de la lucha. La sangre se diluía en los charcos que la lluvia había formado en el callejón. La cabeza cercenada tenía una grotesca expresión en la cara. Ashak la contempló con indiferencia.

Ellos le habían quitado todo, habían violado y matado a su familia delante de sus ojos por diversión, con la excusa de que no tenían suficiente para pagar los impuestos. Le habían quitado todo menos la vida, y era lo que él les quitaría a ellos.

Con un bufido de dolor Ashak se levantó. Había trabajo que hacer.

Al día siguiente los vecinos vieron con horror la cabeza que estaba empalada en el asta de la bandera de una casa.



Le llevó un par de semanas recuperarse completamente del combate. No dejó de entrenar ni un sólo día a pesar del dolor que lo atormentaba. Había alquilado una habitación en una posada en las afueras del pueblo para poder salir y entrenar en el bosque. Mientras caminaba por la calle miraba a la gente a los ojos e intentaba dilucidar qué pensaban. No podía evitar sentir cierta lástima de ellos, inocentes personas que creían ser felices. Pero él sabía la verdad, el había visto la verdadera naturaleza humana en su estado más puro y sabía que todo el mundo estaba solo. Lo había comprendido en los meses que había pasado deambulando por las calles de la ciudad, sin nadie a quien recurrir y sin nadie que le ayudase. Al principio había llorado y había suplicado ayuda, pero se le había negado. Luego sus lágrimas se secaron, cuando comenzó a comprender al ser humano.

Cuando veía a las personas sonreír y divertirse notaba una punzada de envidia, pero luego recordaba, y no podía evitar apenarse por ellos, tan inocentes, tan alejados de la cruda verdad, de que todo lo que hacían no era más que una mentira, una vida con la promesa de un paraíso al final, que todos sus males no eran más que penurias que tenían que soportar hasta alcanzar el tan ansiado final del viaje. Pero Ashak sabía que no había nada después, que no eran más que una casualidad del destino, escalofriante y hermosa la vez. En un mundo en el que todo tenía una causa y una razón de ser, la vida misma de los seres vivos que se plantean esa cuestión, lo único que no tiene la razón que define todo, es la vida misma.



Su siguiente objetivo vivía en una casa alejada del pueblo, lo cual haría el trabajo más fácil. Ashak deambuló por los alrededores, observando a la gente y pasando desapercibido, cómo el sabía. Esperó hasta bien entrada la noche para saltar el muro y entrar.
Era una granja no muy grande, con una casa austera pero por encima de la media de los granjeros normales. Ashak sabía por que; ese hombre era uno de los recaudadores de impuestos, así que seguramente hubiese ahorrado suficiente para esa casa. Se acercó a la pared de la casa y escuchó.
El crepitar de la chimenea aún se oía, pero no había conversaciones, así que forzó la cerradura con una ganzúa, tal como había aprendido en las calles durante su “infancia”, y se coló dentro.
Con el sigilo de un ladrón profesional se coló dentro y llegó hasta la chimenea, donde encontró a su objetivo sentado mirando al fuego, de espaldas a él.

Podría simplemente decapitarlo y acabar con eso, pero no era su estilo. A la derecha de la estancia vio una espada colgada de la pared, y se acercó a ella, la cogió y apareció delante del hombre, apuntándole con ella.
-He venido a quitarte lo único que vosotros me dejasteis- dijo Ashak con una voz fría y tranquila- Un solo grito y no te daré la oportunidad de defenderte.
El hombre, claramente sobresaltado, apenas pudo recuperarse de la sorpresa.
-¿Qué es esto? - preguntó sin apenas levantar la voz, pues tenía una espada a escasos centímetros de su garganta. - Por favor, llévate lo que quieras, pero déjanos en paz a mi y a mi familia.
Ashak sonrió y contestó:
-Sólo hay una cosa que quiero, y es tu vida – los ojos del hombre se abrieron un poco más.- ¿Recuerdas aquella granja en las afueras? - la sonrisa había desaparecido y una mueca de rabia se iba apropiando de su rostro – Violasteis a mis hermanas y a mi madre, arrastrasteis a mi padre por el fango y lo desangrasteis como a un cerdo, todo mientras me obligabais a verlo. “Así aprenderás a pagar”, me decíais. Bueno, pues aquí estamos, ahora es mi turno de cobrarte algo.
La expresión de su objetivo había cambiado. En su cara había una expresión de tristeza, y las lágrimas asomaban a sus ojos.
-Dios, no sabes cuanto lo siento. Yo me opuse desde el primer momento, dije que no participaría en eso, – a Ashak le vino vanamente un recuerdo de uno de los soldados discutiendo con su superior- en ningún momento les ayudé y…
-¿¡ Y por qué no pediste ayuda o trataste de impedirlo!? - la expresión de Ashak se había descompuesto totalmente en una horrible mueca de furia - ¿¡Crees que tus explicaciones sirven de algo!? Suficiente cháchara.
Dicho esto lanzó la espada que sujetaba al regazo del hombre, retrocediendo un par de pasos y desenvainando su propia espada.
El otro no dudó, cogió la espada y se levantó dispuesto a defenderse.
No fue un combate largo, la víctima de Ashak había colgado la espada hacía tiempo y estaba desentrenado. No tardó en caer a sus pies sangrando profusamente por una herida en el hombro. El hombre levantó la vista, con la cara ensangrentada y una expresión de miedo en su cara, suplicando por su vida.
Ashak miró la cara del hombre y no sintió nada. Levantó la espada dispuesto a acabar el trabajo, cuando un grito lo interrumpió. Miró a la izquierda y vio a una mujer y a dos niñas pequeñas mirando la escena desde la puerta con cara de horror.
Quizás en ese momento el niño que vivía con su familia en una granja se hubiese dado cuenta de la atrocidad que estaba cometiendo, similar quizás a lo que le había hecho a él; pero el Ashak que sostenía la espada seguía sin sentir nada, y con un golpe secó descargó su espada contra el cuello del hombre.
Al día siguiente los vecinos desenterraban la lanza con la cabeza del antiguo cobrador de impuestos que estaba clavada en la entrada de su casa.


Ya estaba muy cerca, su último objetivo era el jefe de la cuadrilla, que había ascendido hasta ser el capitán de la guardia de la comarca, por lo que Ashak se enfrentaba a su misión más difícil. Estuvo días observando el cuartel de la guardia, buscando la forma de colarse, pero una noche se presentó su ocasión.
La pelea de taberna se había descontrolado, y era bien entrada la noche, por lo que solo el capitán y otros dos hombres fueron a tratar de controlarla.
Ashak estaba apostado en un tejado de una casa baja, y el grupo pasó por delante sin verlo, dispuestos a acabar el trabajo cuanto antes para volver a sus lechos. Cuando pasaron de largo, Ashak tensó la cuerda del arco, cogió aire y cerró los ojos. En su mente se hizo el silencio, y abrió los ojos mientras soltaba el aire poco a poco. En cuanto sus pulmones quedaron vacíos soltó la cuerda. La flecha encontró su objetivo en el cuello de uno de los soldados, que cayó llevándose las manos al cuello mientras emitía un gorgoteo agónico.

Mientras la flecha surcaba el aire, Ashak ya había lanzado el arco, había saltado al edificio de al lado y se abalanzaba sobre el otro soldado, sin que apenas los otros dos hombres tuviesen tiempo de reaccionar.

A pesar de haber calculado bien el salto sobre el otro rival, fue un golpe aparatoso que dejó sin respiración a Ashak, aunque no perdió el tiempo y clavó su puñal en el pecho del soldado. Sabía que no tenía tiempo para reponerse, así que sacó el arma de la herida abierta del agonizante guardia y rodó hacia atrás mientras sacaba su espada, y en menos de un segundo tuvo encima a su enemigo, el que había dirigido a los hombres que le habían quitado todo.

La enorme desventaja de Ashak se empezaba a notar en el intercambio de golpes. Aunque no se había roto ni torcido nada en la caída, no había tenido tiempo de recuperarse de la caída, y su rival era superior a él en el arte de la espada, y también tenía un puñal y una espada y sabía manejar ambas con gran destreza, por lo que tampoco podía sacar ventaja en eso.

Estaba ahí, delante suya, derrotándolo en el combate para el que llevaba entrenándose toda su vida, la razón por la que seguía viviendo en un mundo extraño y aterrador, la persona que le había quitado todo y a la que quería matar, ganándole en un duelo singular. Ashak redobló sus esfuerzos, lanzando golpes y desviando los de su enemigo en una defensa impecable, pero sabía que era una batalla perdida, su enemigo era mejor que él.

Los golpes se sucedían a una velocidad vertiginosa, y la espalda de Ashak estaba casi tocando la pared de la calle. Lágrimas de rabia y frustración asomaban a sus ojos, porque sabía que estaba a punto de perder sin cumplir su objetivo. Tenía que haber una manera, no podía acabar tan cerca del final, ese hijo de puta tenía que morir. Entonces lo entendió. Tenía que crear una distracción, y sólo había una cosa que podía distraer a su enemigo.

Tras realizar una parada con la espada, bloqueando la de su rival encima de su cabeza, Ashak podría haber intentado apuñalarle con la daga, la cual el oficial desviaría con la suya propia. En lugar de eso, Ashak intentó darle un puñetazo. Sabía que su torso quedaba libre y que su rival no dudaría, así que a medio camino del golpe, bajó repentinamente el brazo para mover el de su enemigo, que trataba de apuñalarle. Sabía que recibiría una puñalada, pero era su oportunidad. Notó como la daga se le clavaba profundamente entre las costillas, pero bloqueó en su mente todo el dolor, centrándose en lo que tenía que hacer a continuación.

Ahí estaba, su rival no tenía forma de detener su daga ahora. Apretando los dientes, tratando de ignorar el dolor, Ashak clavó su daba en el vientre de su enemigo con toda la rabia que sentía, y tiró hacia arriba, rajándole el abdomen. Escuchó vanamente el grito de sorpresa de su enemigo, y como este soltaba la daga, que estaba enterrada en el cuerpo de Ashak, mientras intentaba agarrarle del brazo para detenerlo. Con un brusco movimiento apartó fácilmente el brazo del oficial y volvió a clavar la daga en el abdomen, una y otra vez.

Al oficial le fallaron las piernas y soltó también la espada mientras caía de rodillas, tosiendo sangre. Ashak le puso el pie en el pecho y lo tumbó en el suelo. Entonces soltó sus armas y se abalanzó encima suya, y comenzó a propinarle puñetazos en la cara mientras descargaba todo su dolor, rabia y frustración. Durante un rato solo se escucharon los golpes de sus puños contra la cara del oficial, y su respiración sistemática tras cada golpe. Después del cuarto golpe el oficial ya había dejado de defenderse, pero Ashak siguió durante un largo rato.
No sabría decir cuanto tiempo estuvo así, pero cuando paró ya no golpeaba una cabeza, si no una masilla de sesos y trozos de hueso. Se miró las manos, y vio que sus nudillos estaban hinchados y sangraban profusamente. Trató de tomar aire y un dolor agudo en su pecho le hizo doblarse, y vio la daga clavada entre sus costillas. Por el dolor supo que tenía un pulmón perforado y que no tenía mucho tiempo. Con un poco de esfuerzo y apoyándose en la pared, cortó la cabeza del muerto y la clavó en su propia espada, porque ya no la necesitaría más. Estaba hecho.

Salió del pueblo como pudo, dejando un rastro de sangre tras de sí. Llegó al bosque y deambuló un poco hasta que encontró un claro con una pequeña cueva. Se arrastró hasta su interior y se quedó allí.


Iba a morir, lo sabía, y por primera vez en su vida tras lo de la granja, Ashak volvió a sentir. Sintió miedo, miedo a lo que venía a continuación, la muerte, el cese de su existencia. Su mente se apagaría y ya nunca volvería a despertar. Nunca, esa palabra era difícil de asimilar, pero así era. Entre lágrimas, Ashak sonrió, puesto que por primera vez en muchos años, se sentía vivo. Volvía a sentir algo que no fuese rabia y dolor. Era el miedo a la muerte, pero era mejor que nada. Estaba tranquilo, porque sabía que ese momento llegaría y sabía que moriría solo, como todo el mundo, porque todo el mundo muere, y todo el mundo muere solo.

Capítulo 18: Elendal

domingo, 19 de diciembre de 2010

El ejército de Enanos y Humanos tomó posiciones frente a Rumaë rápidamente. Formaron un sólido bloque en una zona con unos pocos árboles, para no ser un blanco fácil. No rodearon la ciudad porque no eran suficientes. El campamento pronto estuvo instalado y a las pocos minutos avistaron a los Hezshrak de las murallas dar la voz de alarma.
-Deberíamos instalar tiendas de campaña alrededor de la ciudad, y poner vigías para que piensen que somos más- propuso Shulliandlir.
-¡Gran idea!- le respondió un estratega Enano.
Se hallaban reunidos entorno a una mesa en la tienda de campaña de los oficiales del ejército. En la mesa había un mapa detallado de la ciudad y sus alrededores.
-No podemos hacer nada hasta que aparezca el Ejército Blanco, pero podemos empezar a preparar la estrategia.- comentó un Humano- Creo que esta zona de la muralla…
-No servirá de nada.- cortó Shadak-Uhr- Pronto se darán cuenta de nuestra inferioridad y la situación desesperada en la que nos encontramos y atacarán. Debemos preparar una defensa.
-¿Y qué proponéis?- preguntó Izindriel.
-Evitar el contacto físico lo máximo posible- explicó un Humano- Debemos preparar trampas y situar arqueros en posición. La lucha cuerpo a cuerpo deberá ser nuestro último recurso.
-Que ironía- dijo Shulliandlir mientras esbozaba una sonrisa siniestra- Establecemos un asedio y nos preparamos para ser asediados.

Al final se colocaron murallas de madera improvisadas, se cavaron fosos y se colocaron trampas mágicas. Antes y después de la muralla se colocaron varios troncos de madera alineados para formar escudos; esparcidos por todo el campo como cobertura para las tropas.
También se instalaron campamentos fantasma alrededor de toda la ciudad y se establecieron vigías en cada uno de ellos.
Se construyeron plataformas en los árboles para los arqueros.
Comenzaron por el cuartel principal y después por los falsos.
Shadak-Uhr y el resto de magos establecieron una red de defensas mágicas.
-Ahora solo queda esperar- dijo Shadak-Uhr sin apartar la vista de Rumaë.

El tramo del río de la leyenda era una curva donde las turbulentas aguas se movían con rapidez y furia. La orilla estaba mojada por el constante chapoteo del agua. Unos escasos árboles se aventuraban a vivir al lado del río.
-Romdrin, es muy profundo. ¿Estás seguro?- pregunto Glomli.
-Soy el Elegido, debo conseguirlo- respondió.
Y antes de cambiar de opinión se lanzó al río.
Las aguas lo engulleron y sintió un entumecimiento al tomar contacto con el río, que estaba frío como el hielo. Las corrientes amenazaron con llevárselo, pero lucho contra la corriente y comenzó a descender.
Al poco rato las corrientes cesaron y todo quedó en calma.
Romdrin seguía bajando pero no veía nada, y cuando estaba a punto de darse la vuelta vio un destello en el fondo, un reflejo de algo metálico.
Comprobó que si iba hasta allá no tendría aire suficiente para volver superando las corrientes, pero decidió arriesgarse.
Siguió descendiendo, un pitido insoportable comenzó a adueñarse de su oído.
Una brazada más, sintió como la cabeza iba a reventarle.
Vio la empuñadura de la espada, semienterrada en el lecho del río, solo una brazada más.
Entonces estiró la mano y cogió a Elendal.
Le pareció escuchar una voz en su cabeza que decía: “La profecía está casi completa”, pero tenía cosas más importantes de las que preocuparse.
Descubrió el gran poder de la espada y lo usó. La espada comenzó a brillar con luz propia y todo se ralentizo, todo menos él.
Nado sin esfuerzo hasta la superficie, pero comprobó que cuanto más mantenía el poder de la espada en activo, la cabeza comenzaba a dolerle cada vez más.
Cogió aire ruidosamente y levantó la espada.
Todos gritaron de júbilo, y entonces la flecha envenenada salió disparada hacia Romdrin.

Shadak-Uhr fue despertado por los gritos de ira y dolor, los que caracterizan una batalla. Se levantó y salió de la tienda, el infierno estaba ante él.
El campo de batalla estaba sembrado de cuerpos, las flechas llovían por doquier y el sonido del metal contra metal se escuchaba por todo el lugar.
Shadak-Uhr se encontró con Izindriel, que estaba tan desconcertada como él.
-¿Qué esta ocurriendo?- le preguntó.
-No lo sé- respondió él.- Mira, allí está Shulliandlir.
Shulliandlir estaba aguardando a un Hezshrak de tamaño descomunal que se dirigía hacia el corriendo.
El Elfo Oscuro aguardaba sin moverse al enemigo, pero sus manos comenzaron a cargarse con la magia de batalla. Cuando este levantó su hacha y la descargó sobre él, una racha de viento se llevo su cuerpo, que se transformó en arena un segundo antes de que el arma se abatiese sobre él.
Shulliandlir se materializó a la espalda del Hezshrak con Shillun en alto y la clavó en la espalda de su enemigo. Otro oponente se dirigía hacia él. Lanzó el Arma del Destino, que desapareció en el aire y apareció en la garganta de su enemigo. Un tercer Hezshrak se dirigía hacia él.
Shulliandlir corrió hacia éste desarmado y, tras esquivar una estocada mortal, saltó apoyándose en el hombro del Hezshrak y levantó la otra mano cómo si tuviese un arma. En el último momento Shillun apareció con un fogonazo de luz en su mano y se la clavó al Hezshrak en el cuello. Aterrizó con un ágil movimiento y llegó hasta sus amigos.
-Es un grupo de reconocimiento Hezshrak- explicó rápidamente.- Son pocos, aunque nos han cogido por sorpresa. Ya saben que somos pocos, en breves lanzarán un ataque definitivo. Todo se ha acabado.
Los últimos Hezshrak caían abatidos.

Los lanceros del ejército Humano se encontraban en primera fila formando una herradura. Detrás estaban los guerreros Enanos con hacha y los espadas Humanos, en las últimas filas, los arqueros y magos preparaban hechizos y flechas, protegidos por una línea de Enanos que llevaban unos escudos enormes, con una pequeña daga para situaciones extremas.
Cerdriander se quedó en silencio, el mundo aguardaba expectante.
Las respiraciones de los soldados se escuchaban en medio del silencio sobrenatural.
Los portones de Rumaë se abrieron lentamente. Los Hezshrak salieron corriendo hacia ellos sin formación aparente, pero comprobaron como se dirigían al punto más débil de su formación, el centro.
-¡Aguantad!- gritó el comandante de los Enanos.
Los Hezshrak estaban cada vez más cerca.
-¡Aguantad!
Los lanceros se posicionaron bien en el suelo y agarraron sus lanzas con más fuerza.
-¡Aguantad!
Los primeros Hezshrak impactaron con el centro de la formación, pero los lanceros resistieron.
-¡Un poco más!
Entonces la mayoría de los Hezshrak se entraron en el centro de la herradura.
-¡AHORA!
La cerradura se cerró sobre los enemigos, encerrándolos.
Los Enanos con hacha y los espadas que se encontraban a los lados de los lanceros ocuparon los flancos y los arqueros comenzaron a disparar a los que no habían caído en la trampa.
La lucha dio comienzo. Al principio, los Hezshrak se sorprendieron por la trampa, y los que se encontraban en la retaguardia comenzaron a caer, hostigados por los Enanos, pero pronto se repusieron y se reagruparon formando un rectángulo. Los Enanos comenzaron a caer.
Mientras tanto, en los flancos los soldados con hacha aguantaban a los que no habían entrado en el centro de la herradura.
Entonces, los Hezshrak abrieron un hueco en el círculo Enano y comenzaron a salir. Una lluvia de flechas cayó sobre ellos matando a muchos y desperdigando al resto, pero se reagruparon y cargaron contra los Enanos, que no estaban preparados. Resistieron la embestida, pero no sin sufrir numerosas bajas. A partir de ese momento, la estrategia dio paso a la pelea, las formaciones se rompieron y comenzaron a formarse escaramuzas.
Tras media hora de batalla, los Hezshrak cayeron, aunque apenas quedaban lanceros Enanos, y un grupo de Hezshrak consiguió llegar asta los escudos y los arqueros y magos, entre los que se encontraban Shadak-Uhr y Izindriel. Mataron a casi todos los escudos y a muchos arqueros, pero los soldados con hacha llegaron para evitar más pérdidas, aunque el daño estaba hecho.
Los Elegidos se reunieron. Shadak-Uhr e Izindriel estaban intactos, pero Shulliandlir había recibido una estocada en el hombro, aunque había detenido la hemorragia y llevaba una venda. Shadak-Uhr se apresuró a curarlo con magia.
-Algo va mal- dijo Shulliandlir, mientras movía el hombro para comprobar que estaba bien- Ha sido demasiado fácil.
Entonces sus sospechas se confirmaron. Mientras los Enanos y Humanos socorrían a los heridos y se hallaban desperdigados por el campo de batalla, una segunda oleada de Hezshrak salió de Rumaë. Los soldados que estaban cerca del campamento se reagruparon como pudieron. Los demás comenzaron a correr hacia el grupo. Aunque todos se reagrupasen, no podrían aguantar la embestida.
-¡Soldados, este es el fin!- gritó Shadak-Uhr- ¡Pero antes de abandonar Cerdriander, me llevaré a unos cuantos Hezshrak por delante!
Todos les respaldaron y, mientras esperaban su muerte, algo mágico ocurrió.
Una persona apareció por detrás del ejército y se lanzó hacia los enemigos el solo. Portaba una extraordinaria espada.
-¡Es Romdrin!- exclamó Izindriel- ¡Tiene a Elendal!
Romdrin cargó contra una veintena de enemigos el solo. Cuando llegó hasta ellos todos comprobaron como todo sucedía a cámara lenta, todo menos lo que hacía Romdrin.
Los Hezshrak comenzaron a caer bajo su nueva espada, sin poder defenderse debido al poder de ralentizar el tiempo de Elendal. Mientras, con la otra mano, Romdrin usaba la magia de fuego para lanzar una llamarada continua contra otros Hezshrak.
Cuando el efecto de la espada se acabó, Romdrin había acabado con los veinte Hezshrak.
Entonces el Ejército Blanco apareció por detrás del campamento y se lanzó contra la oleada enemiga.
-¡Han llegado los refuerzos!- gritó Shulliandlir al ejército Enano y Humano.
Entonces todos se lanzaron a la batalla.

Capítulo 17: Reencuentros

miércoles, 25 de agosto de 2010

-No está mal- comentó Shadak-Uhr- Son buenas defensas mágicas, pero con Paantrio no suponen un problema. Si pasamos de este lugar, nos desorientaremos y acabaremos dando vueltas hasta salir por donde hemos venido. A no ser, claro, que se lleven unas buenas defensas mágicas.
-Es bueno saberlo- dijo Izindriel.
-Bueno, voy a lanzar un aviso mágico para que no se alarmen- informó el Orco.
Realizó un hechizo, y pasados cinco minutos, una barrera invisible tembló.
-Ya podemos pasar- dijo Shadak-Uhr.
Los bosques de pinos ocupaban aquella parte del reino, aunque también pasaron por llanuras verdes con colinas. En ellas se veían campamentos de soldados afilando sus armas y entrenándose.
Al verlos pasar giraban la cabeza, pero luego seguían a lo suyo. Al parecer, era habitual que llegaran personas nuevas.
Cruzaron varios ríos hasta llegar a Remun. La antes pequeña ciudad rebosaba ahora de actividad. Habían colocado una improvisada empalizada y, unos metros más atrás, estaban construyendo una muralla de piedra, que ya casi estaba terminada. Había mucha gente en las calles, refugiados que habían construido pequeñas casas en las afueras. Todos ayudaban en lo que podían. Llevaban comida a los campamentos militares, ayudaban a los herreros con las armas…
Al llegar a las puertas, una comitiva de soldados los estaba esperando.--¿Sois vosotros los del mensaje?- preguntó directamente el líder en cuanto se acercaron. Al ver que asentían añadió- Nuestros magos dijeron que queríais ver a los Elegidos, ¿no?
Volvieron a asentir.
-Tenemos malas noticias. Al salir del túnel, les tendieron una emboscada y se los llevaron. No pudimos impedirlo. Llegamos a tiempo para ayudar a los Enanos, pero no para salvarles. Hoy partirá una tropa de doscientos soldados para intentar rescatarlos, aunque será muy difícil.
-No serán suficientes- afirmó Shulliandlir.
-Lo sabemos, pero debemos intentarlo, y no podemos enviar a demasiados soldados fuera.
Los Elegidos se miraron entre ellos y tomaron una decisión.
-Iremos con ellos.
La comitiva avanzaba traqueteando por el sendero de tierra.
-¿Están todos listos?- preguntó el Jinete Blanco sin perder de vista el grupo- No podemos fallar.
-Nunca lo hacemos, mi señor- le respondió el general.
-Que así sea.
El grupo estaba formado por un medio millar de Hezshrak, y en el medio se veía una jaula con ruedas en la que iban Romdrin y Glomli. Se dirigían hacia una curva del camino que describía un ángulo recto alrededor de una gran roca.
-Los arqueros están listos.
-Que canten los arcos, entonces- ordenó el Jinete Blanco.- Pero apuntad con cuidado.
El soldado se acercó corriendo al peñasco de la curva y transmitió la orden a los arqueros, que se hallaban allí escondidos.
En unos segundos, una andanada de flechas cayó sobre los Hezshrak, y más de un centenar cayeron. El resto se protegió tras los escudos y retrocedieron para ocultarse detrás de carros y caballos.
Otra descarga cayó sobre ellos, pero ya estaban preparados, por lo que solo una veintena cayeron.
Los soldados Blancos- ese era el nombre que recibían los partidarios del Jinete Blanco- salieron de sus escondites y se lanzaron al ataque, con su jefe al frente. Antes de que sus enemigos pudieran reaccionar, sacaron a Romdrin y Glomli de la jaula y les devolvieron sus pertenencias.
Con un grito de guerra, los dos se lanzaron a la contienda. Tras una dura batalla, los Hezshrak se rindieron.
Escoltados por unos cuantos soldados, los dos Elegidos avanzaron por entre las filas del Ejército Blanco, que golpeaba sus escudos con el pomo de sus espadas o levantaban sus armas para aclamarlos.
Llegaron hasta donde estaba el Jinete Blanco.
Se encontraba en su tienda, despojándose de su armadura.
Tenía poca decoración, tan solo un camastro y algunos muebles para guardar sus pertenencias.
Aguardaron hasta que terminó. Llevaba una túnica roja con una capucha.
-Habéis llegado- dijo, y se quitó la capucha.

Shulliandlir, Shadak-Uhr e Izindriel se encontraban en el campamento del grupo de búsqueda, montando guardia. Habían acampado en un terreno bastante pedregoso, al lado de una gran roca, para resguardarse de las condiciones meteorológicas y de sus enemigos.
Ellos estaban en lo alto de una roca, cubiertos por varios arbustos y charlando en voz baja.
-Yo creo que deberíamos movernos también de noche- dijo Shulliandlir.
-Pero nosotros no vemos tan bien como tú en la oscuridad, y necesitamos descansar.- respondió Izindriel.
-Son soldados, deberían…
En ese momento vieron a un jinete ondeando una bandera blanca.
Todos comprobaron sus armas y descendieron.
Cuando el jinete estuvo lo suficientemente cerca, se interpusieron en su camino.
-Hola- saludó el jinete al comprobar que el escudo de las armaduras de las personas que tenía delante eran de lo Enanos.- Soy un emisario del Ejército Blanco. Vengo a deciros que los Elegidos Romdrin y Glomli han sido rescatados por nosotros y que en una semana llegaremos a Rumaë para lanzar el ataque definitivo contra los Hezshrak.
-Es un alivio saberlo- aseguró Izindriel con una sonrisa, pero luego se puso seria.- Nuestro ejército ha salido ya hacia Rumaë.
-Pues en una semana llegaremos nosotros, creo que necesitareis ayuda. Ahora debo irme.
Dicho esto el mensajero dio la vuelta y comenzó a desandar el camino.
-Ahora podremos concentrarnos en el ataque- dijo Shadak-Uhr.
-Volvamos al campamento, tenemos que volver con el ejército- recordó Shulliandlir.
Se despidieron de él y emprendieron la marcha hacia el campamento.
-¿Confiáis en él?-preguntó Shulliandlir.
-No mucho- respondió Shadak-Uhr- Pero debemos hacerlo, tres Elegidos en el asedio de Rumaë ayudarán.
-Si el Ejército Blanco no llega pronto, los Hezshrak vencerán- aseguró Izindriel.
Tres horas más tarde el grupo de búsqueda se encontraba de camino para reunirse con el ejército.

-No puede ser- dijo Romdrin- Es imposible que lo hayas conseguido.
-Ahora no es el momento de hablar- respondió el Jinete Blanco- Tenemos que ponernos en marcha. Cuando estemos todos reunidos os lo explicaré. Necesitamos a Elendal.
-Pero aún no sabemos donde está- les recordó Glomli.
Se hallaban en la tienda del Jinete Blanco, delante de un mapa detallado de Rogonar.
-Espera…- pidió Romdrin- ¡Ya se donde está! Existe una leyenda sobre una espada que se encuentra en el fondo del río Manuriel, hay personas que han afirmado verla relucir mientras nadaban, y que desde entonces su percepción del tiempo ha cambiado. La llaman la Espada de las Edades, porque las personas que dicen haberla visto pertenecen ha diferentes eras. Es imposible llegar hasta ella, porque se encuentra muy abajo. Pero si es Elendal, yo lo conseguiré.
-Entonces ya sabemos donde debemos ir- dijo el Jinete Blanco.

Partieron al día siguiente por las praderas de Rogonar. El paisaje consistía en pequeñas elevaciones y planicies cubiertas de hieba. De vez en cuando atravesaban algún bosque, pero era pequeño. También había muchos arbustos. Parecía un lugar como otro cualquiera, pero había una cosa escalofriante, el silencio. No se oía nada, ni siquiera las hojas de los árboles azotadas por el viento, tan solo las pisadas del Ejército Blanco. Los soldados murmuraban inquietos, sin atreverse a levantar la voz para romper aquella quietud.
-Algo se acerca, la naturaleza lo presiente- dijo el Jinete Blanco.
-Esto nunca había estado así- aseguró Romdrin.
Tras varias horas de camino, llegaron al río.

Capitulo 16: El último reino

martes, 25 de mayo de 2010

Un enano con aspecto hosco estaba apoyado contra el marco del túnel. Al verlos acercarse dijo amenazadoramente:
-Aquí no se os ha perdido nada.
-“No nos esconderemos como ratas”-recitó Glomli recordando la contraseña que les había dicho el posadero.
El rostro del enano paso a ser de amabilidad.
-Pasad por aquí, aún queda mucho trabajo.
Al entrar en el túnel vieron que unos metros más allá una gran mole de rocas lo taponaba. Los guiaron a través de un orificio que había en la izquierda y que quedaba disimulado por la oscuridad.
Tras avanzar unos diez minutos, bajo el constante ruído del metal contra la roca, llegaron a una zona donde unos veinte enanos y algún humano picaban las rocas que obstruían el túnel. Varios llevaban armas y cotas de malla. Al verlos entrar se llevaron la mano a la empuñadura de sus hachas, pero el enano que había guiado a Romdrin y Glomli hasta allí los tranquilizó con un gesto de la mano.
-Bueno, compañeros- dijo en voz bastante alta para hacerse oír por encima del estruendo de los picos y las palas.- Quiero presentaros a Glomli y Romdrin, que han decidido unirse a nuestra causa.
Todos alzaron los picos y gritaron unas palabras de bienvenida, luego siguieron su trabajo.
Glomli se acercó al que los había guiado hasta allí y le dijo mientras asía a Thror:
-Diles que se pongan detrás de mí.
El enano lo miró desconcertado, pero asintió
-Así descansarán un rato. ¡Venid todos aquí!
Todos dejaron sus picos y se situaron donde les dijeron, sin dejar de murmurar.
Glomli se situó en el extremo del túnel, cerró los ojos, se concentró y lanzó un golpe con Thror a las piedras.
Se escuchó un crujido como el que hacen dos piedras al chocar y, súbitamente, las piedras que obstruían el paso se esfumaron.
-Ya podemos pasar- dijo Glomli satisfecho.



Después de una semana construyeron el carromato.
-No es una obra de arte, ni de lejos- opinó uno de los enanos- pero servirá.
Siguieron por el frondoso bosque que tenía muchos hongos y árboles muy verdes, que dejaban filtrarse de vez en cuando pequeños rayos de sol.
El musgo y las rocas abundaban mucho, y todo estaba cubierto por una mullida capa de hierba.
-Es precioso- comentó Izindriel.
Al ser Elfa, los Enanos se habían mostrado hoscos con ella en un principio, pero pronto descubrieron que los viejos odios no iban con ella.
Salieron por la parte norte del bosque cinco días después.
-Nosotros nos dirigimos hacia Thraban.- les recordó un Enano- Os invitamos a venir, es una maravilla arquitectónica.
-Lo siento,- rechazó amablemente Shadak-Uhr- pero tenemos que resolver unos asuntos muy urgentes en Bhor.
-Allí casi no queda nada, desde que cerraron el túnel- informó una Enana.- Pero si debéis hacer algo allí, id.
Se despidieron y Izindriel, Shulliandlir y Shadak-Uhr pusieron rumbo a Bhor.
-¿Cómo creéis que les irá a nuestros amigos?- preguntó alegremente Izindriel.
-Seguro que bien.- respondió con una sonrisa Shadak-Uhr

-Después de hacer una gran proeza, el héroe no puede descansar, que va. Debe caminar al frente de un ejército. ¿Por qué?
-Ya lo sabes Glomli, debemos darnos prisa- respondió Romdrin ocultando su sonrisa.
Solo un día después de que Glomli abriera el túnel ya se habían puesto en marcha hacia Rogonar y en estos momentos se encontraban atravesando el túnel. Los rebeldes habían comprendido que se encontraban ante dos de los Elegidos y se habían postrado ante ellos. Romdrin dijo que seguirían a su jefe, y al día siguiente un ejército de mil Enanos- cifra considerable, teniendo en cuenta que eran rebeldes- se encontraba marchando a través del túnel de Bhor. Tuvieron que hacer cinco pausas para atravesar el túnel. Los Enanos no dejaban de bromear y reírse, aunque también se insultaban a veces. La mayor parte de las bromas consistían en especular sobre la cara que se le quedaría al rey cuando descubriera que el túnel había sido abierto. Cuando salieron por el otro lado, escucharon gritos de alarma:
-¡Emboscada!
De ambos lados de la salida del túnel comenzaron a surgir Hezshrak. También aparecieron por las calles de Bhor del Norte y se lanzaron contra la retaguardia del ejército Enano.
-Glomli, saben que estamos aquí- le dijo Romdrin mientras desenvainaba su espada.- Prepárate.
Glomli preparó a Thror y dijo:
-Déjalos venir.
Espadas y hachas y martillos chocaron estruendosamente. Los Hezshrak conocían la posición exacta de los Elegidos, por lo que pronto ellos y un grupo de veinte Enanos quedaron aislados del ejército, rodeados por Hezshrak.
-Tenemos…- Romdrin se agachó para esquivar un ataque y atravesó el pecho de su enemigo.-…que seguir adelante.- Paró un ataque interponiendo su espada entre su cuerpo y la espada enemiga, y empujó con esta a su enemigo, haciéndolo trastabillar y caer, donde fue ensartado.- ¡Todos conmigo!
Los que se encontraban de cara al ejército comenzaron a pelear con más saña y comenzaron a ganar terreno.
-¡No os paréis!- gritó Glomli mientras usaba magia para crear una piedra que aplasto a varios enemigos.- ¡Avanzad en bloque!
Todo parecía ir bien, ya casi habían alcanzado al resto de Enanos, pero entonces una flecha mató a un Enano de la retaguardia de la avanzadilla, y las cosas comenzaron a torcerse. Uno tras uno, los últimos de la tropa fueron cayendo.
Entonces, en una colina apareció un grupo de jinetes Humanos. Su líder exclamó:
-¡Jinetes de Remun! ¡Cabalgad!
Se lanzaron con las lanzas en ristre contra los Hezshrak. Eran solo un centenar, pero bastaron, ya que cogieron a los enemigos por la espalda y desprevenidos.
Romdrin alzó la espada y gritó:
-¡Rogonar!
Entonces solo pudo detener el mandoble de su enemigo antes de que este le diera una patada en el estómago, haciéndolo doblarse de dolor y después le diera con la empuñadura de la espada en la cabeza, desmayándolo. Glomli no llegó a tiempo para ocupar el puesto de su amigo, por lo que los Hezshrak penetraron en el interior del escuadrón y mataron a todos excepto a Romdrin y a Glomli, a quienes cogieron prisioneros.
Los hombres de Remun y los Enanos ganaron la batalla, pero no pudieron impedir que los Hezshrak huyeran llevándose a los Elegidos.
-Han partido sin nosotros…- comentó Shadak-Uhr ligeramente irritado.
-Era una buena oportunidad- le recordó Izindriel.
-Ya, ya… Pero ahora tendremos que localizarlos- respondió el Orco.
Se encontraban en el túnel de Bhor. Cinco días antes habían llegado a la posada y allí el tabernero los había puesto al día sobre las actividades de sus amigos y la posibilidad de supervivientes en Remun.
-Al fin la salida- suspiró Izindriel- Odio estar bajo tierra.
Al llegar la luz del sol los cegó. Shulliandlir fue el primero en adaptarse al cambio, e inmediatamente se puso alerta.
-¿Qué pasa?- le preguntó Shadak-Uhr alarmado.
-Aquí ha habido una batalla- respondió.
Y, en cuanto Izindriel y Shadak-Uhr pudieron ver, vieron armas esparcidas por el suelo y piras en las que ardían los cadáveres.
-Espero que no hayan sufrido muchas bajas- dijo Shulliandlir.
Avanzaron cautelosamente por el campo de batalla, con las armas siempre a mano hacia el rastro de montones de pisadas, que comprobaron que era de Enanos, por su tamaño.
-Fijaos, hay huellas de Humanos,- observó Shulliandlir- entonces debe de ser cierto lo de Remun.
-Si, también hay de caballos, y los Enanos no suelen montar.- añadió Izindriel.
-Bueno, sigámosles.- propuso Shadak-Uhr.
-Espera- dijo Izindriel- Lanzaré una de las flechas de Amanriel.
Cargó el arco, apuntó alto y disparó.
Se tambaleó unos segundos y luego se recuperó.
-Están a medio día de viaje aproximadamente, y son bastantes.- informó.
-Pues adelante.

Capítulo 15: Divide y vencerás

martes, 6 de abril de 2010

Era de noche. Habían llegado a Throien. El paisaje había cambiado bruscamente. Los pantanos se convirtieron en cerros con hierba y rocas. En el horizonte se avistaban numerosas montañas rocosas. Los árboles escaseaban, pero ellos habían hecho alto a los pies de un grupo de árboles, para resguardarse un poco. En la lejanía divisaban el fuego de sus enemigos.
Nadie decía nada. La muerte de Cairlin pesaba sobre ellos. Por fin, Izindriel habló:
-¿Cuántos más?- había lágrimas en sus ojos.- ¿Cuántos más tienen que morir por nosotros?
-Menos de los que morirán si fracasamos- respondió Romdrin.- Es un alto precio el que estamos pagando.
-No podemos quedarnos a llorar nuestras penas- dijo Shadak-Uhr.- Sé que es duro, pero hemos de continuar. Por él.
-Shadak tiene razón- afirmó Shulliandlir.- Tenemos que pensar. Nuestros enemigos se dirigen al este, probablemente para intentar regresar a Omendal. Pero no podemos perder tiempo yendo hacia el este, dado que Thror se encuentra en el oeste.
-Estoy de acuerdo.- apoyó Glomli.- Podríamos ir Romdrin y yo hacia el oeste. Necesitareis las flechas de Izindriel y la habilidad de rastreo de Shulliandlir.
Todos asintieron, desganados. A ninguno le hacía gracia separarse después de lo que acababa de ocurrir.
A la mañana siguiente se repartieron las provisiones y se despidieron amargamente.
-Recordad, la Posada Mestiza en Bhor del Sur.- insistió Glomli.
Entonces cada grupo siguió su camino.

-Creo que en dos semanas estaremos en la posada, quizás antes que ellos- Izindriel charlaba tranquilamente con Shadak-Uhr.- Aunque hemos perdido el rastro.
-Tenlo por seguro- respondió Romdrin.- Shulliandlir y éramos mercenarios, estamos acostumbrados a…
En ese momento Shulliandlir se tiró al suelo y comenzó a hacerles gestos con la mano para que se tumbaran como él. Después realizó una seña que significaba que le siguieran y comenzó a arrastrarse silenciosamente hasta unos arbustos. Cuando llevaban unos minutos allí escondidos aparecieron diez Hezshrak por el camino. Todos presentaban heridas de todo tipo, pero todas producidas por una espada. Shulliandlir desenvainó una daga pero cuando se iba a lanzar a por ellos Shadak-Uhr lo asió por el hombro.
-No, ellos nos guiarán hasta los demás.
Asintiendo, Shulliandlir guardó la daga.
-Ahí está la marca de Cairlin- susurró tristemente refiriéndose a los cortes de los Hezshrak.- Parece que estos ya se han repuesto lo suficiente.

Les llevó cinco días llegar a Thraban. Romdrin se quedó impresionado mientras Glomli sacaba pecho orgulloso.
-¿Preciosa, eh?
La gran ciudad-montaña de Thraban se alzaba ante ellos. Una muralla en espiral ascendía por la escarpada ladera hasta llegar a la cima, donde se erigía la cara esculpida del dios Throrniel. Por donde no se encontraba la muralla, numerosos salientes tallados por los Enanos en forma de ventanas sobresalían de las rocas. Había una gran puerta por la que entraba el río. Por encima de éste desfilaba un puente que tenía rampas a ambos lados de las aguas para que la gente pudiera subir y entrar a la ciudad. El puente terminaba en la calle de piedra de la ciudad, que estaba atravesada por el río, que discurría por un cauce artificial. De vez en cuando había pequeños puentes para cruzarlo.
-Todas las calles están surcadas por el río- explicó Glomli.
-¿Y cómo se cierran las puertas?- preguntó Romdrin.
-Si te fijas, verás que donde termina el puente para acceder a la ciudad hay dos portones, que se cierran dejando el viaducto fuera.
Entraron en la ciudad, todo en ella estaba construido de piedra, y Romdrin comprobó, asombrado, que la montaña estaba completamente hueca por dentro. Mientras paseaban recibió una interesante lección sobre arquitectura enana por parte de Glomli.
Le explicó que las ventanas que habían visto desde el exterior servían para renovar el aire de la ciudad y, mediante un sistema de espejos, hacían entrar la luz en el interior de Thraban.
-¿Qué lugar deberíamos visitar?- preguntó Romdrin.
-La Plaza Mayor, sin duda- respondió Glomli- Es el mejor sitio para empezar a buscar el Arma.
Llegaron a la Plaza Mayor, donde había multitud de puestos de comercio en los que los Enanos vendían sus valiosos trabajos de herrería a los soldados y campesinos que se acercaban hasta allí. En el centro de la plaza había una escultura, también de piedra, que representaba un atril y un libro abierto encima.
Al ver que Romdrin miraba interesado hacia allí, Glomli se apresuró a explicarle:
-Ese libro contiene un acertijo que mucha gente ha intentado resolver, pero nunca nadie lo ha conseguido.
-Podría ser la clave para encontrar a Thror.- aventuró Romdrin.
-Ahora que lo mencionas, me parece recordar que dice algo sobre un Elegido.- dijo Glomli entusiasmado.- Acerquémonos a leerlo.
El enigma decía así:
"Cuando el sol esté en su cúspide,
Throrniel entregará su legado al Elegido a través de los ojos de Thraban."

-Ahora lo entiendo- murmuró Glomli.- La gente pensaba que con lo de Elegido se refería a algún afortunado.
-Bueno, según esto, Throrniel entregará su legado al mediodía, pero si menciona el sol, significará que éste debe estar presente, y en el interior de la ciudad solo recibe luz solar por las ventanas de piedra…- caviló Romdrin.
-¡Pues claro, los ojos de Thraban!- exclamó Glomli.
-¿A qué te refieres?- inquirió Romdrin intrigado.
-¿No lo entiendes? Los ojos de Thraban. La estatua…
Entonces Romdrin comprendió a lo que se refería Glomli.
-Tenemos que subir allí arriba al mediodía.- afirmó Romdrin.

Los siguientes días los pasaron siguiendo a los Hezshrak. Ocultos en la maleza, no podían hacer ruido, y tuvieron que comer sin fuego. Tras varios días de viaje, los Hezshrak se reunieron con los otros.
Shulliandlir, Izindriel y Glomli empezaron a pensar en un plan. Hablaban por la red de comunicación tejida por Shadak-Uhr.
-La cuestión es hacerles creer que somos muchos- explicó Shulliandlir.
-Podría invocar golems y crear espectros, que son copias incorpóreas, para que parezcan más. También hacerlo con las flechas de Izindriel.- dijo el Orco.
-Soy rápida con el arco, puedo lanzar una flecha cada cinco segundos, así mataré algunos Hezshrak y dará la impresión de que las flechas espectro son de verdad.
-Vale, entonces tú, Izindriel, puedes subirte a un árbol y disparar desde allí. Yo usaré una capa y una capucha negras, para así asustarlos, mientras los golems atacan sus flancos. Después, Shadak, tu irás detrás de mí lanzando ataques mágicos.- propuso Shulliandlir.
-Bien- respondió Shadak-Uhr- pero entonces tendremos que esperar dos días para lanzar el ataque. Invocar golems requiere una gran cantidad de energía que consume toda la mágica y un poco de la vital, así que me dejará exhausto invocar a uno solo, y encima me pedís dos.

-Adelante.
Una densa niebla comenzó a surgir alrededor del campamento Hezshrak. Por un lado del claro apareció una figura envuelta en una capa negra. Llevaba una capucha también negra. Al verle, los Hezshrak se quedaron sobrecogidos, pero uno rápidamente se repuso y desenvainando la espada, se lanzó hacia el con un grito. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Shulliandlir extrajo a Shillun de su vaina y, poniendo el filo al revés, se lo clavó en el pecho al Hezshrak antes de que éste pudiera reaccionar. Lo arrancó bruscamente de su enemigo y lo guardó mientras sacaba una espada que llevaba en el cinturón. Haciéndola girar en su mano, aguardó al siguiente Hezshrak, que no tardó en atacar. Atacó por arriba, y Shulliandlir desvió fácilmente la espada a un lado y le atravesó con la suya, desclavándola al instante. Girando una vez más la espada en su mano, se colocó en posición de ataque. Entonces reinó el caos en el campamento enemigo. Comenzaron a llover miles de flechas de entre los árboles y numerosos golems- criaturas del tamaño de un Humanos, pero hecho de pequeñas piedras- empuñando garrotes de madera irrumpieron en el claro atacando a los Hezshrak. Detrás de Shulliandlir apareció Shadak-Uhr, que comenzó a lanzar rayos a sus enemigos. Tres Hezshrak se lanzaron contra Shulliandlir, pero este ya los aguardaba. Desviando el ataque del primer enemigo, realizó un giro hasta quedar de espaldas a él y entonces lanzó un ataque como si se fuera atravesar a si mismo, pero la espada pasó por su flanco izquierdo matando al estupefacto Hezshrak. Entonces se giró y le lanzó a Shullin al siguiente Hezshrak. El Arma del Destino desapareció en el aire con un fogonazo de luz y apareció con otro clavado en el pecho del Hezshrak. Shulliandlir extrajo su espada del primer Hezshrak, que aún seguía en pie, y con ella mató al último Hezshrak, que no se esperaba esa jugada.
Tras veinte minutos de batalla, la veintena de Hezshrak fue exterminada. Uno de los dos golems murió, y Shulliandlir recibió un corte en una pierna. Esos fueron los únicos daños que recibió el bando de los Elegidos.
-Viva el factor sorpresa- dijo Shulliandlir mientras envainaba su espada.
-Viva…- murmuró Shadak-Uhr distraído.
Se dirigió a la tienda más grande y allí encontró, envuelto en una manta, a Paantrio.
Entonces lo asió.

Glomli había comprado un equipo entero de herramientas para tallar.
-Todos los Enanos aprendemos a usarlas en nuestra infancia- explicó- además, tengo el presentimiento de que las voy a necesitar.
Media hora más tarde llegaron a la cima, desde allí, la estatua de Throrniel los hacía sentirse minúsculos. Había varios guardias apostados allí, custodiando la estatua que los saludaron al pasar. Allí había un camino que rodeaba la estatua y había numerosas terrazas que se usaban para observar el paisaje y vigilar la ciudad.
-Quedan unas horas para el mediodía, ¿por qué no damos un paseo?- propuso Romdrin.
Cuando faltaban unos minutos para el mediodía, los dos se situaron enfrente de la estatua y la contemplaron. De repente, Glomli frunció el ceño.
-Mira, las pupilas de la estatua, están como desplazadas, ¿no ves los huecos que hay a un lado?
-Tienes razón- respondió Romdrin.- Quizás si las movemos nos muestren donde está Thror.
-Yo tengo las piernas y los brazos demasiado cortos para escalar bien, Romdrin- dijo Glomli- Con escalar aquella maldita pared de Shan.
Con un suspiro de resignación Romdrin comenzó a izarse agarrándose a los pliegues de la armadura de piedra de la estatua. Cuando llegó al ojo izquierdo, se apoyó en la nariz con los pies y comenzó a hacer impulso. El ojo se movió lentamente hasta alcanzar su sitio.
Abajo, Glomli hablaba con los alterados guardias intentando apaciguarlos.
Romdrin se colgó del ojo y observó que tenía un cristal a modo de pupila. Saltó para encaramarse a la nariz mientras se quejaba de la ausencia de Shulliandlir. Repitió el proceso con el otro ojo, pero al acabar los pies le resbalaron y cayó al suelo provocando un buen estruendo. Por suerte no estaba muy alto y solo le salieron un par de verdugones. Con un quejido se levantó y fue hasta Glomli.
Al llegar hasta él y los guardias se dio cuenta de que habían dejado de discutir y miraban embobados a un sitio. Romdrin se giró despacio hacia la estatua y vio asombrado lo que ocurría.
Los cristales de las pupilas de la estatua reflejaban la luz del sol hacia una gran roca que había cerca de la ciudad.
-Es allí… -murmuraba Glomli cuando Romdrin llegó junto a él.- Lleva todos estos años allí…
-Pues a qué esperamos- dijo Romdrin.

Un torrente de conocimientos se precipitó hacia Shadak-Uhr. Éste perdió el equilibrio y casi cae al suelo, pero consiguió mantenerse. Sus amigos contemplaban inquietos el proceso. A cada segundo, Shadak-Uhr se ponía peor. Al final, Shulliandlir actuó, separó a su amigo del Arma del Destino.
Con un rugido, Shadak-Uhr pronunció un hechizo que lanzó por los aires a Shulliandlir. En el momento en que cruzaron sus miradas, el Elfo Oscuro pudo comprobar que su amigo estaba lejos, luchando por recuperar el control.
Comenzó a pronunciar otro hechizo, pero paró a mitad de la frase, ya que volvió a la realidad.
Se tambaleó, pero antes de caer Izindriel lo sujetó.
-Creo que ya está bien por hoy- le dijo amablemente.- Al parecer Paantrio tiene mucha sabiduría que transmitirte, demasiada para recibirla en un solo día.
-Tienes razón… Ahora conozco un montón de hechizos que nadie sabía de su existencia- respondió Shadak-Uhr aturdido.
-Uf, ahora se lo que sienten los que se enfrentan a ti…- se quejó Shulliandlir mientras se incorporaba.
-Lo siento, yo… no sé que me pasó…- se disculpó Shadak-Uhr.
-Tranquilo- le respondió Shulliandlir- lo vi en tu mirada, no eras tú.
Pasaron los siguientes tres días viajando hasta llegar al bosque Explan. Cada noche Shadak-Uhr cogía a Paantrio durante un minuto hasta que lo separaban de él. Se volvía enfurecido hacia quién lo había separado, pero luego se controlaba.
En los lindes del bosque se encontraron una caravana de enanos que se disponían a atravesar el bosque, y se unieron a ellos.

Romdrin y Glomli galopaban lo más rápido que los caballos les permitían. Llegaron allí en menos de diez minutos. La roca se alzaba ante ellos. Se sentían insignificantes a su lado. Parecía una roca normal, en forma de lágrima, pero se notaba que no era así por el aura de poder que desprendía. Se fijaron en que la luz de los ojos del dios apuntaba a un lugar en concreto de la base, así que Glomli se dirigió allí y comenzó a excavar.
-Está cerca… lo presiento…- murmuraba mientras trabajaba.
Romdrin le ayudaba en lo que podía, apartando los escombros que iba dejando su amigo, o picando la piedra donde éste no llegaba.
Tras varias horas el pico de Glomli hizo un ruido como los que hacen dos espadas al chocar.
Esperaron a que el polvo se asentara y allí vieron la parte rectangular del filo de un martillo de guerra.
Glomli comenzó a trabajar en la roca con más énfasis, aunque también con más delicadeza.
Tras unos intensos veinte minutos Glomli dejó al descubierto el martillo en su totalidad. Sin pensárselo dos veces lo cogió por el mango.
En cuanto lo tocó el martillo despidió un brillo gris un instante, y luego despareció.
-Siempre me han gustado los martillos- comentó Glomli.
Entonces, cómo le había ocurrido a Izindriel, supo como utilizarlo.
Dio un violento golpe al suelo con Thror y unos extraños símbolos que decoraban el filo comenzaron a brillar. Entonces la roca con forma de lágrima se elevó unos metros.
Romdrin contempló embobado la escena hasta que Glomli volvió a depositar la roca en el suelo.
-Bueno, ya podemos partir- dijo Glomli, satisfecho.

Tras varios días de viaje surgió un imprevisto. Mientras cenaban, estalló una tormenta que alcanzó un árbol que estaba al lado de su campamento y éste se derrumbó encima de un carromato.
-Tenemos que ayudarles a construir otro- dijo Izindriel- Han sido muy amables con nosotros, no podemos dejarles tirados.
-Además, así tendré más tiempo para seguir recibiendo información de Paantrio.
-Esto nos retrasará unos días, pero Glomli y Romdrin pueden esperar.
Informaron de sus intenciones a los enanos, que se mostraron muy agradecidos, y se pusieron a trabajar.

Tras cinco días de viaje llegaron a Bhor del Sur al anochecer. Era otra ciudad montaña como Thraban, solo que esta no estaba completamente metida en la montaña, ya que la excavación era para comunicar los reinos de Throien y Rogonar. Las casa estaban hechas de piedra, aunque también se podían ver casas de construcción humana, que mezclaban piedra- no tan bien tallada como las de los enanos- y madera. Las calles no estaban tan bien distribuidas como en Thraban, se notaba que la ciudad crecía continuamente por la presencia humana, ya que los Enanos vivían más y las nuevas generaciones tardaban en aparecer. Buscaron la Posada Mestiza y pidieron alojamiento y cena. Era una posada agradable y, como su nombre decía, era para Humanos y Enanos. La puerta era lo suficientemente alta para permitir pasar a Romdrin, y había mesas bajas y altas, al igual que las sillas. La barra tenía una mitad más elevada que la otra, y los taburetes estaban adaptados a cada altura. Según les explicó el posadero, lo mismo pasaba con las habitaciones, aunque también las había mixtas, que fue lo que ellos eligieron.
La cena fue abundante y rica. Tras entablar conversación con el posadero, un enano alegre- todo lo alegre que puede ser un enano-, surgió el tema del túnel.
-¿No os habéis enterado?- preguntó el tabernero incrédulo- El túnel ha sido derribado.
-¿Por qué?- preguntó Glomli alterado.
-La gente tiene miedo de los Hezshrak, así que el rey ha decidido cerrarlo. ¿Tenéis algún interés en cruzarlo?
-Nos dirigimos a Rogonar a combatir- explicó Romdrin.
El Enano se rió y dijo:
-Pues haber con quién, ya no quedan más que un puñado de soldados Humanos refugiados en los bosques, aunque se rumorea que la ciudad de Remun sigue en pie.
Se puso repentinamente serio y, tras asegurarse de que nadie escuchaba, les susurró al oído:
-Existe un grupo de desertores Enanos que pretenden ir a Rogonar a pelear. Están abriendo un camino en el túnel. No les vendría mal ayuda. Por suerte tienen un gran estratega como jefe, tienen posibilidades.
Glomli y Romdrin cruzaron una mirada.
-No podemos perder esta oportunidad- dijo Romdrin. Luego le dijo al posadero.- Mañana nos marchamos, pero… ¿Podría decirle a un grupo formado por un Elfo Oscuro, un Orco y una Elfa que hemos partido hacia allí?
Al Enano no le hizo mucha gracia oír que dos Elfos iban a venir a su posada, pero como eran amigos de los dos nuevos rebeldes, no le dio importancia.
-Por supuesto.
-Bien, ahora si nos disculpa, nos retiramos a descansar- dijo Romdrin.- Mañana nos espera un día de trabajo.

Capítulo 14: El Héroe

lunes, 1 de febrero de 2010

Los Elegidos cabalgaban desesperadamente. Sólo podían detenerse cada dos días para dormir, ya que los Hezshrak paraban ese tiempo.
-Ya que no tienen otro lugar por el que escapar, los Hezshrak tendrán que cruzar el desfiladero que lleva al reino de los Enanos.- comentó Romdrin en uno de los descansos.
-Allí les daremos caza- aseguró Cairlin- No podrán escapar.
Luego todos se retiraron a descansar mientras Shulliandlir hacía guardia.
A la mañana siguiente continuaron con su desesperada carrera. Cada día se encontraban más cerca de la frontera y sus esperanzas crecían con cada paso que daban.
Pero cuando se encontraban a unas horas del desfiladero las cosas se complicaron.
Llegaron sigilosos. Romdrin apenas tuvo tiempo de desenvainar su espada para rechazar a uno de ellos. Rápidamente gritó para despertar a sus amigos.
-¡Lobos Hezshrak!
Sabía esto porque aparecía el escudo Hezshrak sobre las corazas que llevaban.
Mientras sus amigos se despabilaban, Romdrin mantuvo a raya a diez lobos con su espada.
Tras unos segundos, todos se colocaron alrededor de Shadak-Uhr, que aún no se hallaba en condiciones para pelear.
Varios certeros flechazos de Izindriel, el poder del teletransporte de la daga de Shulliandlir y unos cuantos hachazos y espadazos por parte de Romdrin, Cairlin y Glomli fueron suficientes para ahuyentar a los lobos.
Se hallaban en un lugar del terreno que estaba seco, rodeados de pantano y matojos. Los cadáveres de varios lobos se encontraban esparcidos por el suelo. Los Elegidos, jadeantes, guardaron sus armas.
-¿Por qué habrán enviado lobos, sabiendo que podemos acabar con ellos fácilmente?- preguntó Glomli extrañado.
Romdrin, dándose cuenta de algo fue corriendo al lugar donde estaban los caballos y regresó muy alterado.
-Izindriel, lanza una flecha con Amanriel.- pidió éste.
Hizo lo que le dijo y al cabo de unos segundos explicó lo que había visto:
-Qué raro. Los Hezshrak que nos persiguen han aumentado su ritmo al máximo, no podrán aguantar así mucho más.
-No piensan hacerlo- informó Romdrin.- Los lobos han matado a nuestros caballos.
Todos se miraron sin saber qué hacer.
-No podemos quedarnos aquí parados- dijo Glomli enérgicamente- Hay que reanudar la marcha. Seguiremos a pie. Si conseguimos cruzar el desfiladero, mis hermanos nos ayudarán.

Los Elegidos corrían por entre los barrizales. La imponente figura del Desfiladero se alzaba sobre ellos. Dos gigantes montañas con una profunda grieta en el centro formaban el paso que comunicaba los dos reinos. Era bastante angosto, dado su altura.
Los Elegidos vieron en la lejanía a los Hezshrak que perseguían.
-Así que han decidido cruzar.- dijo Shadak-Uhr, al que llevaban en un camastro.
-Debemos apresurarnos, o los perderemos y nos cogerán- urgió Romdrin.

El paisaje seguía siendo igual de desértico, con árboles muertos, tierra árida…
Pero los Elegidos seguían corriendo incansablemente. Algunos pájaros revoloteaban en la cima del desfiladero.
Al volver la vista atrás veían cada vez más cerca a los Hezshrak, que con sus caballos no tardarían en darles alcance.
-Son demasiados, una treintena calculo- dijo Izindriel.- Si nos alcanzan no habrá nada que hacer.
-¿Qué tal estás, Shadak?- preguntó Shulliandlir al Orco.
Éste había insistido en ir a pie y ahora corría junto a ellos, pero se notaba que no estaba recuperado, ni mucho menos.
Siguieron corriendo durante una hora, en la que sus esperanzas fueron decayendo, ya que los Hezshrak que huían estaban cada vez más lejos y los que los perseguían les pisaban los talones. Izindriel disparó una flecha a uno que se acercó demasiado y éste cayó abatido. Desde entonces los Hezshrak sacaron sus escudos y se mostraron más precavidos, aunque no detuvieron su avance.
-Sigue insistiendo Izindriel- apremió Shulliandlir mientras la ayudaba con su arco.
Cada vez había más indicios de que no lo iban a conseguir.
Habían conseguido derribar un caballo, pero las buenas armaduras que estos llevaban les impidieron abatir más.
-Es imposible- dijo Romdrin.- Por mucho que corramos no podemos vencer a unos caballos.
-Tienes razón…- murmuró Cairlin pensativo- Tienes razón…
A partir de ese momento se quedo muy callado, y tenía cara de preocupación.
Tras unos minutos de carrera Cairlin pareció tomar una decisión.
-Elegidos…- comenzó, había lágrimas en sus ojos.- Ha sido un honor estar junto a vosotros, luchar codo con codo. Y ahora ha llegado el momento de ayudaros por última vez. Necesitáis tiempo, y yo puedo otorgároslo.
Sus manos se habían ido cargando de magia mientras hablaba.
-Cairlin… ¡Cairlin NO!- gritó Romdrin, pero ya era demasiado tarde.
El soldado desenvainó su espada, colocó su escudo en posición y se encaró con los Hezshrak.
-¡Cumplid la profecía!- fue lo que dijo.- ¡No hagáis que mi sacrificio y el de todos los que han luchado por vosotros sea en vano!
Y, con un rugido atronador se lanzó hacia los Hezshrak.
Allí fue donde Cairlin, el soldado de la resistencia, cayó defendiendo a los Elegidos. Dejo tan diezmados y malheridos a sus enemigos antes de morir que estos tuvieron que dar media vuelta. Su nombre fue recordado y el grito de guerra en numerosas batallas.

Capítulo 13: Persecución y huida

domingo, 3 de enero de 2010

El viaje hasta las lindes de Llimin transcurrió sin problemas. Las cosas se complicaron al llegar a las pantanosas tierras de los Orcos. Al parecer, los Hezshrak habían encontrado otra manera de cruzar el Pantano del Límite y ahora Omendal estaba en guerra, varias veces los Elegidos participaron en escaramuzas contra grupos de Hezshrak, afortunadamente todas tuvieron éxito.
Tras una de ellas consiguieron hablar con uno de los Orcos a los que habían ayudado.
-La cosa está muy fea –explicó el Orco- No se sabe como, los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano y han tomado Orundlur y Ohrlendur.
Han intentado conquistar Palantrio, pero hemos conseguido rechazarlos y hemos lanzado un contraataque pero al encontrar fuerte resistencia nos hemos dividido, como podéis comprobar, en grupos, aunque a los Hezshrak les ha pasado lo mismo.
Alarmados al escuchar que el lugar donde se dirigían estaba en manos de sus enemigos, partieron inmediatamente.
Durante tres días avanzaron a marchas forzadas hasta conseguir llegar a las inmediaciones de Orundlur. Allí se encontraron con algo que confirmó sus peores sospechas, la bandera Hezshrak ondeaba en las murallas de la ciudad.
Establecieron un campamento cerca de la ciudad para poder idear un plan.

Intentaron sin éxito hallar alguna forma de entrar, hasta que un día escucharon un fuerte alboroto a las puertas de la ciudad y vieron asombrados como un poderoso ejército de Orcos atacaba Orundlur.
-¿Cómo no los hemos escuchado llegar?, son centenares- preguntó Izindriel extrañada.
-Magia Orca- aclaró Shadak-Uhr- Y de un buen mago, Ohr. Aunque al parecer han conseguido desmantelar su conjuro de invisibilidad. Que extraño… solo hay un mago que supere a Ohr en todo Celdriander, y no creo que los Hezshrak consigan superar esa magia.
-¿Y quién es ese mago que le supera?- preguntó Cairlin.
-Mi maestro.- respondió Shadak-Uhr.

La batalla parecía ir a favor de los Orcos, ya que consiguieron derribar las puertas, pero las cosas se complicaron dentro. Se encontraron con fuerte resistencia en el interior, y pronto la batalla se volvió a igualar, ya que los Hezshrak dejaron de perder terreno ante los Orcos y se mantuvieron firmes.
Los Elegidos, que se habían unido a la batalla, se las ingeniaron para llegar hasta la gran torre donde los habían capturado los esqueletos gracias a sus poderes y al sigilo. Todo seguía igual, las riquezas, aunque un poco menguadas por las reparaciones de la ciudad, seguían esparcidas por el suelo alrededor de los tronos en la gran sala.
-Nosotros protegeremos la entrada, Shadak- le dijo Romdrin.
-Bien, ahora os protegeré con varios hechizos anti-magia. No sabemos a que os podéis enfrentar.
Tras formular varios hechizos sobre sus amigos, Shadak-Uhr se introdujo en un pasillo que llevaba a donde se encontraba Paantrio.

Dejando atrás el fragor de la batalla, Shadak-Uhr se internó en aquel pasillo que, tras recorrer durante diez minutos, desembocó en una amplia sala en la que en el centro se alzaba un majestuoso bastón de mago, Paantrio. Asombrado por la belleza y el poder que emanaban del Arma del Destino, Shadak-Uhr se acercó cautelosamente.
Con una punta de lanza de acero en su base, el mango, cubierto de antiguas inscripciones y hermosas filigranas, ascendía hasta una especie de óvalo hueco, formado por tiras superpuestas de oro, dentro tenía una bola mágica, que era de donde emanaba su poder.
Tras contemplarla unos instantes Shadak-Uhr la asió.
Fue como si una corriente eléctrica le hubiese alcanzado. Se aparto de un salto y cayó de rodillas, mientras a su alrededor todo se oscurecía y terribles recuerdos asaltaban su mente.

Romdrin, Cairlin, Izindriel, Shulliandlir y Glomli conversaban tranquila mente en la sala de los tronos cuando vieron aparecer a un Orco anciano vestido con ropajes parecidos a los de Shadak-Uhr por la puerta paseando tranquilamente.
-¿Qué hace aquí, mago?- inquirió Romdrin- ¿No debería estar ayudando a los Orcos?
-Oh, no –respondió riéndose el Orco- ¿Para qué ayudaría a mis enemigos? Además, lo que he venido a hacer aquí es a hacerme con Paantrio, con la ayuda de los Hezshrak conseguiré el Arma del Destino y crearé un gran reino.
-Ahora lo entiendo- gruñó Glomli, con el hacha en ristre- Tú eres el que ha destruido el hechizo de Ohr y gracias a ti los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano.
-Tienes una mente brillante, Enano- dijo irónicamente el Orco- Ahora, si me disculpáis, tengo asuntos importantes que atender.
Dicho esto comenzó a caminar por hacia el pasillo por donde Shadak-Uhr había desaparecido.
-No tan deprisa, viejo- exclamó Cairlin mientras todos le cerraban el paso al Orco.
-Bien, vosotros lo habéis querido- respondió el Orco.
Acto seguido pronunció un hechizo y Cairlin y el resto salieron volando contra la pared y cayeron desmayados.
Entonces el viejo siguió caminando.

“-Hoy es el gran día Shadak-Uhr
-Lo sé, maestro. Lo haré lo mejor que pueda.
Entonces comenzó la lucha, Shadak-Uhr no podía derrotarla.
Llegó el dolor…
Shadak-Uhr se retorcía…
Un último hechizo… La bestia en el suelo.
-Nunca serás nadie, Shadak-Uhr, nadie…”
Las últimas palabras flotaron en el aire antes de desvanecerse mientras Shadak-Uhr despertaba del sueño imbuido por la magia.
Recordó donde estaba y entonces se dio cuenta de que esa magia solo podía provenir de su maestro, lo que quería decir que los había traicionado.
Paantrio descansaba en el suelo a unos metros de él. No se atrevió a tocarlo, ya que sabía que la maldición solo se destruiría matando a su creador.
Escuchó pasos en los pasillos y se giró alarmado.
Allí estaba. Su maestro, el hombre que tanto le había hecho sufrir.
-Bien, aquí estás Shadak-Uhr- le dijo el mago- ¿Sigues intentando cumplir la profecía? Con un mago como tú los Elegidos no llegarán muy lejos. Me sorprende que hayáis conseguido llegar hasta aquí.
-Te sorprendería hasta donde podemos llegar- le respondió Shadak-Uhr, que ya se había repuesto de la impresión.
-Bien, los dos queremos el Arma del Destino. Así que, luchemos por ella.
Al decir la última palabra alzó la mano y una oleada de energía cargó contra Shadak-Uhr, que la detuvo con un escudo mágico.
Seguidamente el maestro lanzó una serie de rayos mágicos que Shadak-Uhr fue deteniendo a duras penas. El último le alcanzó y salió despedido por los aires.
Cayó al suelo pesadamente, y al alzar la vista vio como su maestro lanzaba un hechizo de oscuridad sumiéndolo todo en penumbra.
-No puedes vencerme- la voz parecía venir de todas partes.
Shadak-Uhr se puso en pie y consiguió encender en su mano una pequeña bola de fuego que apenas iluminaba a un metro de distancia.
Una bola de energía le alcanzó la espalda. Shadak-Uhr se retorció de dolor entre gritos.
-No puedes hacer nada- esta vez la voz sonó más cerca.
Una serie de hechizos alcanzaron a Shadak-Uhr por todos los flancos.
Se hallaba al límite de sus fuerzas.
-No eres nadie.
Entonces Shadak-Uhr estalló.
A pesar de los continuos hechizos que le hostigaban, el Orco se puso en pie y gritó alto y claro:
-¡¡YO SOY SHADAK-UHR!!
Una onda expansiva brotó de su cuerpo y deshizo el hechizo de oscuridad. Cuando pudo ver de nuevo se encontró a su maestro en el suelo, el ataque también le había hecho efecto a él.
Corrió hacia él, se situó a su lado y colocó las palmas de sus manos apuntando hacia su cuerpo.
-Muere, traidor.
Y lanzó una llamarada de fuego que consumió a su maestro.
Shadak-Uhr comenzó a avanzar a trompicones hacia Paantrio, pero cayó al suelo a mitad de camino. Escuchó pasos en el pasillo y rápidamente usó un hechizo de invisibilidad sobre él, lo que terminó de agotar sus fuerzas y le impidió moverse.
Por la puerta apareció un grupo de veinte Hezshrak que hablaban entre ellos.
-Os dije que hicimos bien en escondernos en el acceso secreto. El viejo y el mago se han matado entre ellos.
-Rápido, cojamos el Arma del Destino y larguémonos por donde hemos venido.
Uno de ellos asió Paantrio desconfiadamente y lo guardó en una bolsa.
Entonces se fueron por el pasillo.
Con la fuerza que la rabia le proporcionó, Shadak-Uhr lanzó una señal mágica de peligro por el pasillo antes de desmayarse.

Sus amigos, que se acababan de despertar tras el ataque recibido, recibieron la señal y se lanzaron al pasillo, donde se encontraron a Shadak-Uhr tirado en el suelo.
En una hora despertó y les explicó lo ocurrido.
-Debemos partir inmediatamente.- concluyó
-Pero mírate, no puedes caminar.- respondió Shulliandlir.
-Tendréis que llevarme- le respondió con una sonrisa Shadak-Uhr.
El trecho que debían recorrer era boscoso, apenas había pantanos. La luz rojiza del amanecer le confería un aspecto místico. Los Elegidos salieron temprano. A lo lejos veían la comitiva formada por los cinco Hezshrak.
-Nos han visto, y están desesperados. No saben a donde ir- informó Izindriel, tras lanzar una de sus flechas mágicas.
-No les daremos tregua- aseguró Romdrin.- Espero que te recuperes pronto, Shadak-Uhr, este viaje va a ser duro.
El Orco se encontraba recostado contra su caballo, al que le habían puesto una silla lo más acolchada posible para que el mago pudiera descansar.
-No te preocupes por mí, estaré bien.
Pararon tras doce horas de persecución para hacer un corto descanso.
Shulliandlir salió a inspeccionar el terreno y volvió muy agitado.
-Nos persiguen. Son unos treinta. Hay que ponerse en marcha, ¡ya!
Todos recogieron apresuradamente y en silencio y reanudaron la marcha.
Mientras cabalgaban Glomli dijo amargamente:
-Que ironía. Los cazadores cazados.

Capítulo 12: Shan

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A la noche cinco sombras se movían por los lindes del bosque hasta alcanzar el imponente acantilado que separaba Shan del mar.
Entonces, una de ellas saltó al vacío con elegancia y se aterrizó en un saliente que hubiera pasado inadvertido a cualquiera a menos que fueras un Elfo Oscuro y conocieras bien el terreno.
-Todo en orden- informó la sombra desde el saliente.
-Las damas primero- dijo una de las sombras, con voz burlona.
-Gracias, Cairlin- respondió otra con el mismo tono.
Y dicho esto Izindriel se dejó caer al vacío y cayó sin hacer ruido sobre el saliente.
Los tres siguientes hicieron bastante más ruido al saltar, pero no sufieron percances.
-Bien, ahora comprobad las cuerdas- ordenó Shulliandlir.
Todos tironearon de ellas para comprobar que ninguna estuviera rota.
Cuando acabaron Shulliandlir inició la marcha, primero debían situarse bajo la ciudad, ya que se encontraban bastante desplazados por la derecha para que los vigías no los avistaran.
Les había costado mucho que Alzim les permitiera ir a ellos, ya que no se podían permitir los Elegidos murieran. Al final lo habían conseguido tras tres horas discutiendo.
Todo iba bien hasta que Cairlin resbaló y cayó deslizándose por la pared unos metros hasta quedar colgado con las dos manos de un saliente.
-¡Cairlin!- exclamó Glomli alarmado.- ¿Estás bien?
-Si de momento duros años de batalla no han acabado conmigo, no lo hará un acantilado- gruñó éste.
Dicho eso se puso en pie sobre el saliente gracias a sus poderosos brazos, se desplazó pegado a la pared hasta quedar bajo otro saliente y realizó un temerario salto para colgarse de este. Después se izó sobre él y se subió de nuevo al camino.
-Continuemos- dijo como si nada.
Continuaron el camino y al final llegaron a la ciudad con varios sustos y algunos arañazos de recuerdo.
Cuando subieron se escondieron tras un edificio y repasaron su plan:
-Aquí está el plano de la ciudad- explicó Shulliandlir mediante susurros.- Si seguimos ésta calle, torcemos por este callejón y…
La frase quedó interrumpida por una gran explosión en la Torre.
-Están ya muy cerca de Shillun. No hay tiempo, Shulliandlir, debes subir y hacerte con tu Arma del Destino.
-Glomli y yo podemos quedarnos a impedir que nadie entre por la puerta de la Torre- propuso Izindriel.
-Me parece bien, pero ten cuidado Shulliandlir- dijo Romdrin- No sabemos que fuerzas enemigas te esperan ahí dentro.
-Descuida Romdrin.- respondió Shulliandlir- Cairlin, Shadak-Uhr y tú encargaos de abrir las puertas.
Se separaron rápidamente.

Shulliandlir, Izindriel y Glomli llegaron hasta las puertas de la torre. Una flecha, un hacha y una daga derribaron a los tres guardias apostados en la entrada.
Una patrulla que pasaba por allí comenzó a correr en dirección a ellos.
-Shulliandlir, es tu oportunidad- le apremió Glomli- Hazlo rápido, me temo que Izindriel y yo vamos a tener mucho trabajo.
El Elfo Oscuro asintió, lanzó una mirada a sus compañeros y entro en la Torre mientras Izindriel abatía a varios Hezshrak de la patrulla.

Shadak-Uhr, Romdrin y Cairlin corrían por la calle cuando una patrulla de Hezshrak, con las espadas en la mano, doblaba la esquina. Supusieron que iban a la Torre, donde Izindriel y Glomli habían armado un estruendo.
Romdrin desenvainó y salió corriendo hacia los enemigos, que eran diez. Cinco quedaron calcinados por una llamarada de Shadak-Uhr, y el resto tomó la precaución de poner sus escudos entre ellos y el mago. Romdrin detuvo una estocada que iba directa a su cuello, contraatacó por el flanco izquierdo, pero su atacante detuvo la espada. Éste trazó un arco con la espada con la intención de alcanzar el corazón de Romdrin, pero él saltó a tiempo hacia atrás esquivando el arma de su enemigo y rebanándole el cuello con la suya. Paró la estocada del siguiente enemigo e hizo un amago de atacarle por arriba y cuando su enemigo levantó el escudo, Romdrin hizo presión en el mango con la mano libre volteando la espada y perforando con ella el pecho de su enemigo.
Shadak-Uhr había levantado una corriente de aire que había dejado tumbado boca arriba a un Hezshrak, que seguidamente fue atravesado por un haz de luz.
Cairlin se había agachado cuando dos Hezshrak le habían intentado atravesar a la vez y había agarrado sus cabezas haciéndolas entrechocar.

En la Torre, Izindriel y Glomli se habían atrincherado en la puerta volcando sillas y mesas sobre la puerta. Izindriel disparaba flechas desde una ventana. La puerta comenzó a ceder.
Shulliandlir se tumbó en las escaleras al sentir los pasos de dos Hezshrak en el piso superior mientras sacaba dos de las múltiples dagas que llevaba en su traje de cuero negro que se había equipado en el campamento. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, se levantó con un fuerte impulso y le atravesó sus corazones sin darles tiempo a reaccionar.

Shadak-Uhr, Cairlin y Romdrin corrían por las empedradas calles de Shan hacia la torre donde estaban los engranajes que abrían la puerta. Cuando llegaron se encontraron con una desagradable sorpresa, una veintena de Hezshrak estaban apostados delante de la entrada.
-¿Creíais que podíais infiltraros, eliminar a una de nuestras patrullas y pasar inadvertidos?- preguntó el que parecía ser el jefe adelantándose- Tenemos espías por todas partes. Pero basta de explicaciones. Matadlos.

Las flechas de Izindriel no eran suficientes para evitar que los Hezshrak continuaran atacando la puerta. Además algunos portaban arcos con flechas y respondían a sus disparos obligándola a apartarse de la ventana. Entonces la puerta cedió y Glomli e Izindriel se colocaron en la barricada que habían colocado tras la puerta que obligaba a los enemigos a entrar de dos en dos.

Shulliandlir llegó hasta el último piso de la Torre y se encontró a un Hezshrak con túnicas de mago, y con una espada al cinto inclinado sobre una pared en la que había un pequeño agujero en el se atisbaba un altar en el que reposaba… Shillun.
Alrededor del Hezshrak estaba lo que parecía su guardia personal, unos diez hombres. Estaban tan absortos contemplando la daga que no se fijaron en Shulliandlir, que extrajo una bomba mágica y, tras lanzarla se refugio en el piso inferior hasta sentir la explosión y volvió a subir con una espada en la mano y una daga en la otra. Se encontró con cinco Hezshrak en el suelo y el resto con las espadas desenvainadas. Antes de que reaccionaran lanzó la daga clavándosela en el pecho a un Hezshrak. Consiguió repetir la operación con el mismo resultado antes de que los tres Hezshrak que quedaban de la guardia personal se lanzaran contra el. Extrajo una tercera daga, la colocó con el filo hacia atrás,- su traje de asesino le permitía llevar más de treinta- y con ella detuvo un ataque de un enemigo y con la espada le atravesó. Seguidamente rodó por el suelo y, mientras rodaba, le puso la zancadilla a un Hezshrak y cuando cayó fue atravesado por la daga de Shulliandlir. Éste, tumbado boca arriba, levantó la espada para parar la estocada del Hezshrak restante y con la daga le abrió un tajo en el pecho.
Cuando se incorporó casi no pudo evitar la espada que se le venía encima.

Romdrin, Shadak-Uhr y Cairlin habían conseguido abrirse paso hasta la rueda que abría la puerta, pero allí los Hezshrak les estaban acosando y no podían abrir la puerta.
-¡Tenemos que intentarlo!- gritó por encima del estruendo de la batalla Shadak-Uhr- ¡Cairlin, abre la puerta, te cubrimos!
El Humano saltó hacia atrás y se giró para empujar la pesada manivela en forma de timón que salía de la pared.
La planta baja de la torre era cuadrada, con accesos por el norte, este y oeste. En la zona sur estaba la rueda que habría la puerta. Ellos se encontraban en una desesperada lucha alrededor de la manivela.
Cuando Cairlin dejó de luchar para abrir la puerta las cosas se pusieron feas, ya que eran demasiados para Romdrin y Shadak-Uhr.
-¡No resistiremos más de un minuto! ¡Date prisa, Cairlin!- le instó Romdrin.
-¡No es suficiente!- gruñó Cairlin con voz tensa por la fuerza que estaba haciendo- ¡Esto está diseñado para que lo abran cinco personas!

Glomli eliminaba a los Hezshrak que se acercaba con su hacha mientras Izindriel, desde detrás, lanzaba flechas a diestro y siniestro con Amanriel.
Entonces, un Hezshrak derribó un mueble de los que habían movido para formar el estrecho pasillo en el que ahora se encontraban, los Hezshrak comenzaron a entrar en tropel.
Con un grito de rabia, Glomli redobló sus esfuerzos, pero sabía que no sería suficiente.
Sin previo aviso, un Hezshrak atacó a Glomli por uno de los lados y le alcanzó un brazo.

La habitación era un caos, todos los muebles estaban destrozados y volcados. En el centro Shulliandlir y el Hezshrak luchaban con todas sus fuerzas. Ninguno parecía imponerse.
En un momento dado chocaron contra el altar donde se encontraba Shillun y éste cayó al suelo girando y se detuvo a escasos metros de un ventanal que había en una pared. Por encima del fragor de la batalla les llegó el angustioso grito de dolor de Glomli. Esto distrajo momentáneamente a Shulliandlir, que se hallaba muy cerca del ventanal, de espaldas a él, lo que permitió al Hezshrak darle una patada en el pecho que lo lanzó hacia atrás.
Shulliandlir no pudo agarrarse a nada y, rompiendo el cristal debido a la fuerza de la patada se precipitó al vacío. Su última acción antes de caer fue arrastrar con su pie a Shillun, su Arma del Destino.

El Elfo Oscuro cayó de espaldas. Notó como varios huesos crujían. La vista se le nubló y noto que se ahogaba, por eso se dio la vuelta y vomitó sangre.
Se pasó la mano por los ojos para intentar disipar la neblina que le enturbiaba la vista, pero sabía que no iba a conseguir nada con eso. Se estaba desmayando, tal vez para siempre.
La caída había sido desde el piso más alto de la torre, y era capaz de matar a cualquiera, como probablemente haría con él. Pasó la vista por lo que tenía delante y vio, entre los cristales hechos añicos a Shillun, a unos cien metros de donde él se encontraba. Escuchaba los furiosos pasos de su oponente bajando de la Torre para recuperar el Arma del Destino.
Parpadeó y la niebla se hizo más densa, casi no veía nada.
Pensó en el resto de Elegidos, en todas las personas que morirían si el Hezshrak cogía a Shillun, todo Cerdriander caería.
Con un grito de rabia, ira y dolor comenzó a arrastrarse hacia Shillun. Los cristales se clavaban en su piel cada metro que avanzaba, pero no le importó. Solo tenía una cosa en mente, asir a Shillun.
Su oponente, que se había dado cuenta de la maniobra del Elfo Oscuro, se lanzó desde una ventana de los pisos superiores y aterrizó con una gracilidad sorprendente entre los restos del cristal que había roto.
Éste echó a correr hacia donde estaba Shillun.
Diez metros.
Shulliandlir seguía avanzando. Veía todo borroso.
Cinco metros.
La cabeza le daba vueltas. Un hilillo de sangre le brotaba por la comisura de los labios.
Un metro.
Sentía a su enemigo casi encima suya. Alargó la mano y sintió el tacto cálido de su Arma del Destino. El Arma hecha para él. Sintió que le proporcionaba la fuerza que necesitaba para impulsar su brazo.
Con un movimiento desesperado, Shulliandlir lanzó a Shillun hacia el Hezshrak. La daga desapareció en el aire con un fogonazo de luz y volvió a aparecer con otro fogonazo clavada en el pecho del Hezshrak, que se detuvo sorprendido.
Intentó extraerse la daga, pero las fuerzas le abandonaron y, con un grito de dolor sobrenatural, se desplomó.
Shulliandlir no lo pudo soportar más el dolor que le invadía y perdió la conciencia.

Al escuchar el grito agónico del Hezshrak mago, los demás Hezshrak dejaron de luchar un momento, intimidados. Romdrin y Shadak-Uhr se detuvieron, indecisos. Gracias a ese lapso de tiempo, Cairlin pudo terminar de levantar la puerta y agarrar a sus compañeros para arrastrarlos fuera del lugar. Los Hezshrak no hicieron nada por impedirlo, estaban aterrados. El Hezshrak mago era invencible, y ahora estaba muerto.

Lo mismo le ocurrió a los Hezshrak que peleaban contra Izindriel y Glomli, que aprovecharon para refugiarse en el piso superior. Cinco minutos después el ejército de Elfos Oscuros tomaba la ciudad fácilmente, ya que luchaban contra unos defensores sin esperanza.
Encontraron a Shulliandlir con vida, y fue rápidamente atendido por magos curanderos. A la semana siguiente estaba como nuevo y listo para su siguiente aventura: Paantrio.
Salieron al amanecer.
Seis figuras montadas a caballo por un sendero que serpenteaba por el borde del acantilado. El cielo era naranja, ya que el sol lo iluminaba así. Pronto se internaron en un bosque de altos pinos, en dirección a Orundlur.
Todos iban sumidos en sus pensamientos, ¿Qué les deparaba el destino?

Capítulo 11: El Doble Asedio

sábado, 21 de noviembre de 2009

El Jinete Blanco paseaba por delante de las filas de soldados gritando:
-¡Algún día, el enemigo nos abatirá, algún día nos rendiremos, algún día perderemos nuestras posesiones, pero hoy no es ese día, hoy lucharemos!
Todos gritaron enardecidos ante las palabras de su cabecilla.
-Soldados… ¡¡Por Cerdriander!!
Todos se lanzaron colina abajo gritando esa frase cubierto por las certeras flechas de los arqueros que luchaban bajo el estandarte del Jinete Blanco.
Los Hezshrak se habían confiado y habían lanzado las fuerzas que protegían la conquistada Elvéniador contra el bosque de Al y El Jinete Blanco había tomado la desprotegida ciudad y ahora atacaba a los Hezshrak por la retaguardia, acorralándolos.
Tal como esperaba, flechas provenientes del bosque se clavaron entre las filas de los Hezshrak. Sus soldados se dividieron en dos grandes escuadrones que formaron semicírculos y sitiaron a los Hezshrak, que estaban sufriendo desastrosas bajas debido a la puntería de los Elfos.
Un tercer escuadrón, en el que se encontraba El Jinete Blanco se dirigió hacia los enemigos formando un rectángulo y chocaron con las fuerzas contrarias. Los Hezshrak, acosados desde todos los flancos, rompieron filas y con ello perdieron la batalla.
En un determinado momento El Jinete Blanco peleaba contra un Hezshrak que enarbolaba una maza de pinchos unida con una cadena a un palo que servía de mango. Éste lanzó un ataque que alcanzó la cabeza del Jinete Blanco arrancándole el yelmo. El cabecilla acabó rápidamente con el Hezshrak.
-Esto va por Izindriel.-murmuró.
Los Elfos resultaron vencedores y pudieron fortificarse. Todos se fijaron en que su líder era un Elfo.

Antes de marcharse se Shimmiel pidieron un estandarte del rey de los Elfos Oscuros para el asedio. También les proporcionaron armaduras con el escudo de la realeza. Pasaron el resto de la mañana renovando armas y pertrechos. Shadak-Uhr aprovechó para comprar ingredientes para pociones.
Salieron de Shimmiel después de una deliciosa comida en una taberna.
Por el camino se encontraron una pequeña tropa de cien soldados que se dirigía a Shemil y se unieron a ellos. Entre los soldados había varios Humanos, pero en su mayoría eran Elfos Oscuros. Pasaron dos días de viaje en los que convivieron con el grupo. Fueron agradablemente acogidos.
Tras varios días de viaje enviaron a un explorador a caballo para asegurarse de que no había ningún imprevisto. Comenzaron a preocuparse al comprobar que tardaba más de los previsto, y éste, al volver, no anunció nada bueno:
-Los de Neldul han rodeado completamente la ciudad, el sitio ha comenzado.
Todos se miraron sin saber que hacer. No encontraban forma de acceder a la ciudad.
-Si perdemos esta batalla Neldul gobernará Llimin- dijo un soldado apesumbrado.
Romdrin decidió que era hora de intervernir:
-Puedo trazar un plan para acceder a la ciudad y romper el cerco, pero necesito vuestra total disposición.
Los soldados, que habían perdido toda esperanza, aceptaron a Romdrin como cabecilla.
-Bien, he oído que Shemil se encuentra en un claro gigante de un espeso bosque. ¿Es eso verdad?- preguntó Romdrin.
-Sí- le respondieron- y gracias a una antigua magia y a la espesura del bosque han creado una barrera que impide la entrada al bosque para protegerlo.
-Entonces era cierto…- murmuró Romdrin para sí, cavilando.- Bien, necesito madera para hacer una empalizada. ¡Ya!
Todos se desperdigaron por el bosque, recogieron y le dieron forma a la madera durante dos horas hasta tener cientos de palos en forma de estacas para formar una empalizada.
-Bien, ahora distribuidlas entre los caballos.
En diez minutos la orden quedó cumplida.
-Ahora os explicaré mi plan. Si queremos que Shemil reciba refuerzos y provisiones debemos romper el cerco que la rodea.
Entonces atacaremos por la noche incendiando su campamento y colocando las estacas que hemos fabricado a cada los lados de la muralla creando una improvisada muralla. Entonces confiaremos nuestras vidas a los guardianes de la ciudad, si nos ayudan a eliminar a los enemigos que hemos dejado encerrados, sobreviviremos, sino, nuestro intento ha sido en vano. No podemos hacer otra cosa. ¿Estáis conmigo?
Todos se dieron cuenta de que Romdrin tenía razón. ¿Qué otra cosa podían hacer, abandonar Llimin, morir en Shimmiel? No era unos cobardes. Lucharían.
Todos levantaron sus armas y gritaron en señal de afirmación.
Tras recoger el campamento se encaminaron a la batalla.

Estaban de pie en el linde del bosque. La noche había caído en Cerdriander.
El grupo se había dividido en dos, cada grupo tenía cinco jinetes que portaban la muralla.
-Soldados- dijo Romdrin.- Pueden aplastarnos, pueden torturarnos, pueden destrozarnos. ¡Pero nunca vencernos! ¡¡Por Llimin!!
Todas las dudas que guardaban sobre el ataque quedaron disipadas por el breve discurso de Romdrin.
El campamento se alzaba ante ellos surcado de hogueras en las que los Elfos Oscuros calentaban sus entumecidas manos. Todo parecía haberse quedado en silencio, hasta los sonidos del bosque se acallaron, a la espera de lo que se avecinaba.
Con un rugido los soldados los soldados se lanzaron a cumplir su misión. Los arqueros encendieron con fuego las flechas que seguidamente fueron lanzadas contra las tiendas enemigas. Éstos, que pensaban que si recibían algún ataque sería desde la ciudad, tardaron en darse cuenta de lo que ocurría. Todos se preocuparon en librarse de las llamas y el acero que caía sobre ellos y por eso no se fijaron en que por cada lado del campamento cinco jinetes escoltados por varios soldados se deslizaban a toda velocidad hacia el centro del claro y comenzaban a clavar estacas formando una muralla. Entonces ocurrió lo que todo el grupo de Romdrin estaba esperando. Los defensores de la ciudad comenzaron a disparar flechas incendiaras contra la parte delantera del cerco distrayendo así a los atacantes de ese sector, que se concentraron en apagar las llamas en vez de ayudar a sus compañeros.
Los Elegidos habían decidido permanecer juntos. Iban en el grupo de la derecha. Romdrin se dio cuenta de que los guardianes no podían salir a ayudarles ya que si abrían las puertas serían invadidos.
-Elegidos, llegó nuestra hora- informó Romdrin.
Todos sus amigos supieron a que se refería e invocaron su nuevo poder.
Separándose del resto del grupo, los Elegidos comenzaron a correr con las manos cada uno del color de su poder hacia los hombres de Neldul que obstruían la puerta gritando:
-¡Por Cerdriander!
Entonces desataron su poder.
Dos llamaradas salieron hacia delante abrasando a los Elfos Oscuros que se encontraban ante ellos.
Una pared de roca se formó a cada lado de ellos obstruyendo el paso de los enemigos mientras que un torrente de agua salía de las manos de Izindriel y, empujado por el viento de Shulliandlir, causaba estragos en las filas enemigas. Valiéndose de sus armas y sus recién adquiridos poderes, los Elegidos protagonizaron una lucha que inclinó el peso de la guerra a su favor ya que los guardianes de la ciudad comenzaron a salir por las puertas lanzándose al ataque.
En poco tiempo los supervivientes del ejército de Neldul tiraban las armas y eran apresados por los shemilianos.
Así Shemil rompió su cerco.

La ciudad de Shemil era una ciudad bien fortificada y regularmente distribuida. Contaba con cuatro puertas de las que salían cuatro caminos que dividían la ciudad en cuatro sectores, también había serpenteantes callejuelas que se perdían entre las casas. En el centro había una plaza en la que se encontraba una fuente en el medio.
Dos días más tarde se armó un gran revuelo en las lindes del campamento enemigo.
El sonido del acero al entrechocar y los gritos de los heridos llegaron a oídos de los defensores. Todos estaban desconcertados, hasta que un vigía gritó:
-¡Hezshrak!
-No podemos dejarles ahí- dijo inmediatamente Izindriel.
Alzim, que así se llamaba el Elfo Oscuro que estaba al mando de la ciudad estuvo de acuerdo con ella.
Las puertas de la ciudad se abrieron y los Elfos Oscuros de Neldul comenzaron a entrar en tromba en la ciudad para resguardarse de los mortíferos Hezshrak.
Muchos no lo consiguieron, y se desató una encarnizada lucha en la puerta para impedir el paso de los Hezshrak, al final consiguieron rechazarles y cerrar las puertas, iniciando así un nuevo asedio a Shemil.

Pasados varios días en los que los Elfos Oscuros y los Hezshrak recibieron incesantes lluvias de saetas que provocaron numerosas bajas en las filas de ambos bandos, un emisario fue enviado a Shimmiel para informar al rey de la situación.
Una semana más tarde el emisario volvió con nuevas noticias:
-El rey ha desplegado una poderosa fuerza armada que pretende capturar Shulen, que parece haber sido tomada por los Hezshrak. Neldul resiste en Shan y ha sentenciado la paz con el rey. Parece que los Hezshrak le han hecho recapitular.
-Entonces debemos aguantar aquí y creer en la victoria de las tropas de nuestro rey.-afirmó Alzim.

Esa misma tarde los Elegidos estaban reunidos con Alzim trazando una estrategia por si eran invadidos.
-Podríamos atrincherar los barrios posteriores de la ciudad y hacernos fuertes allí en el caso de que los Hezshrak consiguieran penetrar en la ciudad…- explicaba Romdrin cuando fue interrumpido por un vigía que parecía muy nervioso
-Señor, los Hezshrak se han decidido atacar y se dirigen hacia las muralla con arietes, catapultas y torres.
-Maldita sea, bien que los arqueros suban a las murallas y se formen pelotones de soldados en las puertas- ordenó Alzim tomando las riendas de la situación-, Romdrin, necesitamos llevar acabo tu plan, nos hará falta, haz uso de todos los Elfos Oscuros que necesites.
Mientras se alejaba corriendo aún le escuchaban impartir órdenes a diestro y siniestro: “¡Preparad aceite!, ¡Que los magos se preparen!”
Los Elegidos se pusieron rápidamente en marcha y en cinco minutos tenían a veinte hombres atrincherando los del sector oeste.
Cuando esto estuvo terminado los Elegidos se reunieron con Alzim en las murallas, donde los arqueros comenzaban a disparar intentando detener el lento pero inexorable avance de los arietes.
-Va a ser una dura batalla- opinó Alzim sin despegar la vista de los Hezshrak.
-Sí, pero sabes que entrarán- le dijo Romdrin.- Y si queremos que mi plan tenga efecto tendremos que inutilizar sus máquinas de asedio.
Ahora Alzim le miraba.
-¿Cómo vamos a inutilizar sus catapultas si no disponemos de medios ni para impedir su paso?
-Primero, concentrándonos en destruir sus arietes- respondió Glomli- Soy experto en máquinas de asedio, si me permitís dirigir una creo que podré inutilizar las suyas.
-¡Pero solo tenemos dos, las necesitamos para impedir su paso!
-No hay otra opción- informó Cairlin.
Alzim giró la vista de nuevo hacia las filas enemigas.
-Esta batalla está perdida. Haced lo que queráis.

La catapulta se encontraba en una de las dos torres que sostenían la puerta, la otra se encontraba en el otro torreón. A su derecha se extendía la muralla protegiendo la ciudad con su abrazo protector.
Cairlin y Romdrin orientaban la catapulta hacia el lugar que les indicaba Glomli mientras que Izindriel y Shulliandlir comprobaban la catapulta. Shadak-Uhr empleaba su magia para transportar los pesados proyectiles de roca de la catapulta.
Cuando todo estuvo listo las primeras lluvias de flechas por parte de ambos bandos ya habían empezado.
El proyectil fue lanzado diestramente gracias a las expertas indicaciones de Glomli destruyendo una de las cinco catapultas enemigas.
La siguiente también fue destruida rápidamente antes de que los Hezshrak reaccionaran.
Pero los enemigos se dieron cuenta de la estrategia del otro bando y las tres catapultas restantes comenzaron a bombardearles. Dos de los proyectiles acabaron lejos, pero uno cayó cerca su posición arrancando las almenas de la muralla.
Otra catapulta Hezshrak fue aplastada por los proyectiles de los Elegidos.
El problema surgió cuando una piedra proveniente de las máquinas enemigas dio de lleno en su objetivo reduciendo a escombros la catapulta.
Todos salieron despedidos, pero ninguno se hirió gravemente.
Cuando todos se pusieron en pie y comprobaron los restos de su catapulta se desmoralizaron, pero Shulliandlir tuvo una idea:
-¿Por qué no unimos nuestros poderes para intentar destruir sus catapultas?
-Es verdad- dijo Glomli- Yo podría crear una piedra, Romdrin y Cairlin envolverla en llamas y Shulliandlir, Izindriel y Shadak-Uhr impulsarla con sus poderes.
La cuarta catapulta cayó bajo una llameante roca.
Mientras tanto los Hezshrak habían llegado a las puertas e intentaban derribarlas con pesados arietes mientras que los Elfos Oscuros disparaban flechas sobre ellos.
Con un gran esfuerzo, ya que el anterior hechizo les había dejado exhaustos, los Elegidos consiguieron derribar la última catapulta.

En la siguiente hora se desarrolló una cruenta batalla en la que los Hezshrak consiguieron penetrar en la ciudad, no sin sufrir cuantiosas bajas y los Elfos Oscuros se replegaron a los sectores recién amurallados de la ciudad.
Ambos ejércitos habían quedado con igualdad de fuerzas.
Alzim fue informado de que en tres días llegaría una tropa de cien soldados proveniente de Shimmiel.

Los tres días que siguieron se organizaron varias escaramuzas en las que los dos bandos ganaron y perdieron. Cuando la tropa llegó los soldados del rey lanzaron un ataque definitivo expulsando a los Hezshrak de la ciudad.
Los Elegidos subieron a la muralla para pensar.
El paisaje era desolador, el gran claro del bosque se hallaba sembrado de cuerpos de Elfos Oscuros y Hezshrak, había varias piras funerarias ardiendo y estandartes rotos ondeaban al viento.
El escenario de una batalla que sería recordada mucho tiempo.
-Debemos irnos y continuar nuestro viaje, ya estamos cerca de Shan.- dijo Izindriel.
-Podemos proponerle a Alzim que lance un ataque contra Shan, dado que es el último refugio de los Hezshrak dado que Shulen ya ha sido tomada por los Elfos Oscuros.-propuso Cairlin.
-Pero los soldados están exhaustos- protestó Romdrin.
-Cairlin tiene razón, Romdrin- afirmó Glomli- los Hezshrak no se esperan un ataque ahora y además han perdido la mayor parte del ejército que ha atacado Llimin.
Más tarde se organizó una reunión con Alzim y al día siguiente todo el ejército partió hacia Shan.
Enviaron un mensajero al ejército del rey y a los tres días volvió diciendo que en una semana llegaría para atacar Shan.
La gran ciudad de Shan se encontraba a sus pies. Ésta ciudad con forma de semicírculo consistía en una gran torre desde la cual se distribuía la ciudad. Las extensas calzadas de piedra se extendía como ramas que surgen de un tronco, la torre.
La Torre era donde el rey tenía su residencia, pero dada la rebelión había tenido que abandonarla y dirigirse a Shimmiel.
Los edificios eran todos altos e imponentes, y tenían la mezcla perfecta de madera y piedra. La ciudad contaba con un innovador sistema de defensa:
No había solo una muralla, la ciudad estaba dividida en sectores separados por tres murallas.
Un acantilado hacía que la parte trasera de la ciudad fuera inaccesible, y para los atrevidos que intentaran escalar el acantilado el mar le esperaba con sus dientes afilados, las rocas.
-Esta ciudad parece impenetrable- comentó Romdrin.
Los Elegidos y el ejército de Elfos Oscuros se hallaban ocultos en las lindes de un bosque y observaban la ciudad sobrecogidos por su esplendor.
-Somos Elfos Oscuros- le respondió Alzim- no solemos entrar por la fuerza, sino por la astucia. Los Hezshrak no conocen nuestras tretas.
Por ejemplo, que las puertas de las murallas interiores no pueden ser cerradas a menos que el rey o una persona de la realeza se encuentre en la ciudad. La exterior sí se puede por si alguna vez ninguna persona de la realeza se encuentra en la ciudad.
De repente una gran explosión surgió de una de las ventanas de la Torre.
-Shillun…- murmuró Shadak-Uhr
Todos supieron a qué se refería.
-Amigo Alzim, no podemos esperar a los ejércitos del rey- explicó Izindriel.- Los Hezshrak han encontrado el lugar donde se esconde Shillun. Esa explosión era una trampa, pero no se rendirán.
-Bueno, tendremos que pensar que hacer- dijo Alzim- Reuniré a mis generales y haremos una estrategia.
Cuando se disponía a marcharse Shulliandlir dijo:
-No hará falta, sé como entrar.

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