Capítulo 13: Persecución y huida

domingo, 3 de enero de 2010

El viaje hasta las lindes de Llimin transcurrió sin problemas. Las cosas se complicaron al llegar a las pantanosas tierras de los Orcos. Al parecer, los Hezshrak habían encontrado otra manera de cruzar el Pantano del Límite y ahora Omendal estaba en guerra, varias veces los Elegidos participaron en escaramuzas contra grupos de Hezshrak, afortunadamente todas tuvieron éxito.
Tras una de ellas consiguieron hablar con uno de los Orcos a los que habían ayudado.
-La cosa está muy fea –explicó el Orco- No se sabe como, los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano y han tomado Orundlur y Ohrlendur.
Han intentado conquistar Palantrio, pero hemos conseguido rechazarlos y hemos lanzado un contraataque pero al encontrar fuerte resistencia nos hemos dividido, como podéis comprobar, en grupos, aunque a los Hezshrak les ha pasado lo mismo.
Alarmados al escuchar que el lugar donde se dirigían estaba en manos de sus enemigos, partieron inmediatamente.
Durante tres días avanzaron a marchas forzadas hasta conseguir llegar a las inmediaciones de Orundlur. Allí se encontraron con algo que confirmó sus peores sospechas, la bandera Hezshrak ondeaba en las murallas de la ciudad.
Establecieron un campamento cerca de la ciudad para poder idear un plan.

Intentaron sin éxito hallar alguna forma de entrar, hasta que un día escucharon un fuerte alboroto a las puertas de la ciudad y vieron asombrados como un poderoso ejército de Orcos atacaba Orundlur.
-¿Cómo no los hemos escuchado llegar?, son centenares- preguntó Izindriel extrañada.
-Magia Orca- aclaró Shadak-Uhr- Y de un buen mago, Ohr. Aunque al parecer han conseguido desmantelar su conjuro de invisibilidad. Que extraño… solo hay un mago que supere a Ohr en todo Celdriander, y no creo que los Hezshrak consigan superar esa magia.
-¿Y quién es ese mago que le supera?- preguntó Cairlin.
-Mi maestro.- respondió Shadak-Uhr.

La batalla parecía ir a favor de los Orcos, ya que consiguieron derribar las puertas, pero las cosas se complicaron dentro. Se encontraron con fuerte resistencia en el interior, y pronto la batalla se volvió a igualar, ya que los Hezshrak dejaron de perder terreno ante los Orcos y se mantuvieron firmes.
Los Elegidos, que se habían unido a la batalla, se las ingeniaron para llegar hasta la gran torre donde los habían capturado los esqueletos gracias a sus poderes y al sigilo. Todo seguía igual, las riquezas, aunque un poco menguadas por las reparaciones de la ciudad, seguían esparcidas por el suelo alrededor de los tronos en la gran sala.
-Nosotros protegeremos la entrada, Shadak- le dijo Romdrin.
-Bien, ahora os protegeré con varios hechizos anti-magia. No sabemos a que os podéis enfrentar.
Tras formular varios hechizos sobre sus amigos, Shadak-Uhr se introdujo en un pasillo que llevaba a donde se encontraba Paantrio.

Dejando atrás el fragor de la batalla, Shadak-Uhr se internó en aquel pasillo que, tras recorrer durante diez minutos, desembocó en una amplia sala en la que en el centro se alzaba un majestuoso bastón de mago, Paantrio. Asombrado por la belleza y el poder que emanaban del Arma del Destino, Shadak-Uhr se acercó cautelosamente.
Con una punta de lanza de acero en su base, el mango, cubierto de antiguas inscripciones y hermosas filigranas, ascendía hasta una especie de óvalo hueco, formado por tiras superpuestas de oro, dentro tenía una bola mágica, que era de donde emanaba su poder.
Tras contemplarla unos instantes Shadak-Uhr la asió.
Fue como si una corriente eléctrica le hubiese alcanzado. Se aparto de un salto y cayó de rodillas, mientras a su alrededor todo se oscurecía y terribles recuerdos asaltaban su mente.

Romdrin, Cairlin, Izindriel, Shulliandlir y Glomli conversaban tranquila mente en la sala de los tronos cuando vieron aparecer a un Orco anciano vestido con ropajes parecidos a los de Shadak-Uhr por la puerta paseando tranquilamente.
-¿Qué hace aquí, mago?- inquirió Romdrin- ¿No debería estar ayudando a los Orcos?
-Oh, no –respondió riéndose el Orco- ¿Para qué ayudaría a mis enemigos? Además, lo que he venido a hacer aquí es a hacerme con Paantrio, con la ayuda de los Hezshrak conseguiré el Arma del Destino y crearé un gran reino.
-Ahora lo entiendo- gruñó Glomli, con el hacha en ristre- Tú eres el que ha destruido el hechizo de Ohr y gracias a ti los Hezshrak han conseguido atravesar el Pantano.
-Tienes una mente brillante, Enano- dijo irónicamente el Orco- Ahora, si me disculpáis, tengo asuntos importantes que atender.
Dicho esto comenzó a caminar por hacia el pasillo por donde Shadak-Uhr había desaparecido.
-No tan deprisa, viejo- exclamó Cairlin mientras todos le cerraban el paso al Orco.
-Bien, vosotros lo habéis querido- respondió el Orco.
Acto seguido pronunció un hechizo y Cairlin y el resto salieron volando contra la pared y cayeron desmayados.
Entonces el viejo siguió caminando.

“-Hoy es el gran día Shadak-Uhr
-Lo sé, maestro. Lo haré lo mejor que pueda.
Entonces comenzó la lucha, Shadak-Uhr no podía derrotarla.
Llegó el dolor…
Shadak-Uhr se retorcía…
Un último hechizo… La bestia en el suelo.
-Nunca serás nadie, Shadak-Uhr, nadie…”
Las últimas palabras flotaron en el aire antes de desvanecerse mientras Shadak-Uhr despertaba del sueño imbuido por la magia.
Recordó donde estaba y entonces se dio cuenta de que esa magia solo podía provenir de su maestro, lo que quería decir que los había traicionado.
Paantrio descansaba en el suelo a unos metros de él. No se atrevió a tocarlo, ya que sabía que la maldición solo se destruiría matando a su creador.
Escuchó pasos en los pasillos y se giró alarmado.
Allí estaba. Su maestro, el hombre que tanto le había hecho sufrir.
-Bien, aquí estás Shadak-Uhr- le dijo el mago- ¿Sigues intentando cumplir la profecía? Con un mago como tú los Elegidos no llegarán muy lejos. Me sorprende que hayáis conseguido llegar hasta aquí.
-Te sorprendería hasta donde podemos llegar- le respondió Shadak-Uhr, que ya se había repuesto de la impresión.
-Bien, los dos queremos el Arma del Destino. Así que, luchemos por ella.
Al decir la última palabra alzó la mano y una oleada de energía cargó contra Shadak-Uhr, que la detuvo con un escudo mágico.
Seguidamente el maestro lanzó una serie de rayos mágicos que Shadak-Uhr fue deteniendo a duras penas. El último le alcanzó y salió despedido por los aires.
Cayó al suelo pesadamente, y al alzar la vista vio como su maestro lanzaba un hechizo de oscuridad sumiéndolo todo en penumbra.
-No puedes vencerme- la voz parecía venir de todas partes.
Shadak-Uhr se puso en pie y consiguió encender en su mano una pequeña bola de fuego que apenas iluminaba a un metro de distancia.
Una bola de energía le alcanzó la espalda. Shadak-Uhr se retorció de dolor entre gritos.
-No puedes hacer nada- esta vez la voz sonó más cerca.
Una serie de hechizos alcanzaron a Shadak-Uhr por todos los flancos.
Se hallaba al límite de sus fuerzas.
-No eres nadie.
Entonces Shadak-Uhr estalló.
A pesar de los continuos hechizos que le hostigaban, el Orco se puso en pie y gritó alto y claro:
-¡¡YO SOY SHADAK-UHR!!
Una onda expansiva brotó de su cuerpo y deshizo el hechizo de oscuridad. Cuando pudo ver de nuevo se encontró a su maestro en el suelo, el ataque también le había hecho efecto a él.
Corrió hacia él, se situó a su lado y colocó las palmas de sus manos apuntando hacia su cuerpo.
-Muere, traidor.
Y lanzó una llamarada de fuego que consumió a su maestro.
Shadak-Uhr comenzó a avanzar a trompicones hacia Paantrio, pero cayó al suelo a mitad de camino. Escuchó pasos en el pasillo y rápidamente usó un hechizo de invisibilidad sobre él, lo que terminó de agotar sus fuerzas y le impidió moverse.
Por la puerta apareció un grupo de veinte Hezshrak que hablaban entre ellos.
-Os dije que hicimos bien en escondernos en el acceso secreto. El viejo y el mago se han matado entre ellos.
-Rápido, cojamos el Arma del Destino y larguémonos por donde hemos venido.
Uno de ellos asió Paantrio desconfiadamente y lo guardó en una bolsa.
Entonces se fueron por el pasillo.
Con la fuerza que la rabia le proporcionó, Shadak-Uhr lanzó una señal mágica de peligro por el pasillo antes de desmayarse.

Sus amigos, que se acababan de despertar tras el ataque recibido, recibieron la señal y se lanzaron al pasillo, donde se encontraron a Shadak-Uhr tirado en el suelo.
En una hora despertó y les explicó lo ocurrido.
-Debemos partir inmediatamente.- concluyó
-Pero mírate, no puedes caminar.- respondió Shulliandlir.
-Tendréis que llevarme- le respondió con una sonrisa Shadak-Uhr.
El trecho que debían recorrer era boscoso, apenas había pantanos. La luz rojiza del amanecer le confería un aspecto místico. Los Elegidos salieron temprano. A lo lejos veían la comitiva formada por los cinco Hezshrak.
-Nos han visto, y están desesperados. No saben a donde ir- informó Izindriel, tras lanzar una de sus flechas mágicas.
-No les daremos tregua- aseguró Romdrin.- Espero que te recuperes pronto, Shadak-Uhr, este viaje va a ser duro.
El Orco se encontraba recostado contra su caballo, al que le habían puesto una silla lo más acolchada posible para que el mago pudiera descansar.
-No te preocupes por mí, estaré bien.
Pararon tras doce horas de persecución para hacer un corto descanso.
Shulliandlir salió a inspeccionar el terreno y volvió muy agitado.
-Nos persiguen. Son unos treinta. Hay que ponerse en marcha, ¡ya!
Todos recogieron apresuradamente y en silencio y reanudaron la marcha.
Mientras cabalgaban Glomli dijo amargamente:
-Que ironía. Los cazadores cazados.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno, ahora intentaré leer este... pero no hoy, ya es tarde aquí y no creo que pueda leerlo con tranquilidad, pero prometo regresar =S... Saludos =)

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