Asesino solitario

viernes, 11 de marzo de 2016

Salió de la taberna sabiendo que le seguirían, tal como había previsto. Era noche cerrada y la lluvia caía copiosamente, por lo que la calle, ya de por sí no muy transitada a altas horas de la noche, estaba desierta. Perfecto, no quería testigos. Siguió caminando sin mirar atrás, con la capucha puesta, y no tardó en oír el esperado ruido de la puerta abriéndose de nuevo, y el tintineo metálico que las fundas de las espadas de los dos hombres que salían dispuestos a darle una lección.
Giró en dirección a un callejón sin salida, y no tardó en escuchar como los dos hombres aceleraban el paso. Parecía que hoy tacharía a otro de la lista.

Se ocultó en las sombras que proporcionaba la esquina que acababa de girar y sacó el puñal, sujetándolo con la mano derecha. Dejó entrar al primero, prefería que tuviese que girarse para ayudar a su compañero. En cuanto el segundo hombre entró en el callejón salió de entre las sombras y entró en acción. Agarró al segundo del brazo de la espada y tiró de el hacia adelante con la intención de asestarle un golpe mortal, pero no era la primera pelea del hombre, por lo que en cuanto notó el agarrón se retorció, haciendo que el golpe no fuese mortal, sino que se le clavó profundamente en el hombro. Ashak no perdió el tiempo y sacó el puñal de la herida con un golpe seco, mientras reculaba y desenvainaba con la otra mano su espada, puesto que el otro hombre se le echaba encima.

-Hijo de puta, ahora si que acabas de perder la vida- el hombre que había hablado era su objetivo- Primero nos tiras la bebida y ahora apuñalas a mi amigo.

Ashak apretó el cuero de la empuñadura de su espada, haciendo que el cuero mojado crujiese bajo su mano. Cuero mojado y acero bañado en sangre. Que la ejecución de uno de los hombres que le había arrebatado todo así fuese.

Evitó el primer ataque de su oponente inclinando su torso hacia atrás, por lo que la estocada dirigida a su cara pasó a unos palmos de él, inofensiva. Detuvo el segundo golpe levantando su espada, y contraatacó con el puñal que tenía en la mano derecha, haciéndole un corte superficial en el brazo a su rival, lo cual lo enfureció aun más.

Mientras continuaba el combate, Ashak percibió por el rabillo del ojo que el hombre apuñalado, que había caído de rodillas, estaba recuperándose, y pronto se vería envuelto en un nada favorable combate. Tras un ataque que desvió sin problemas, Ashak lanzó una patada a la pierna de su oponente con la intención de derribarlo, pero la respuesta de éste no se la esperaba. El puñetazo le alcanzó en plena mejilla, con tal fuerza que lo lanzó al suelo.

Todo dio vueltas unos segundos, pero Ashak no se permitió flaquear. Rodó por instinto, evitando un golpe que seguramente lo habría matado. Había perdido su espada en la caída y no sabía donde estaba, pero aún conservaba el puñal. Se levantó aprovechando el impulso del giro y se encontró con el hombre apuñalado cargando contra él con la espada levantada, mientras el otro se recuperaba de la patada, que no había sido completamente inútil.

Esquivó el ataque del rival que cargaba agachándose, casi rodando, y pasó por debajo del cuerpo de su enemigo, de forma que le agarró las piernas y lo lanzó por encima suya. El espaldarazo contra el suelo y el golpe en la herida dejaron al hombre fuera de combate momentáneamente, de forma que Ashak pudo rematarle clavándole el puñal en el pecho.

No se paró a extraer el puñal, porque sabía que el enemigo que seguía con vida no dudaría en matarlo, así que se alejó y recuperó su espada; en el momento justo para detener otro golpe mortal.
A ese le sucedió un rápido intercambio de golpes, en el que Ashak, gracias a su enorme entrenamiento y dedicación, sacó una clara ventaja de su rival, al que ganó cuando éste lanzó un golpe intentando ensartarle, cosa que Ashak evitó desviando la espada del rival hacia un lado con la suya, desequilibrándole. El cuello del hombre quedó al descubierto, y Ashak agarró su espada con las dos manos y lanzó un poderoso madoble que separó la cabeza del tronco de su enemigo sin problemas. La sangre salió como un torrente, bañando a Ashak en sangre, el cual apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo, donde recuperó el aliento.

La lluvia seguía cayendo, y Ashak levantó el rostro hacia el cielo con los ojos cerrados para aliviar un poco el dolor pulsante que sentía en la cara tras el tremendo puñetazo que había recibido. Luego bajó la vista y contempló el resultado de la lucha. La sangre se diluía en los charcos que la lluvia había formado en el callejón. La cabeza cercenada tenía una grotesca expresión en la cara. Ashak la contempló con indiferencia.

Ellos le habían quitado todo, habían violado y matado a su familia delante de sus ojos por diversión, con la excusa de que no tenían suficiente para pagar los impuestos. Le habían quitado todo menos la vida, y era lo que él les quitaría a ellos.

Con un bufido de dolor Ashak se levantó. Había trabajo que hacer.

Al día siguiente los vecinos vieron con horror la cabeza que estaba empalada en el asta de la bandera de una casa.



Le llevó un par de semanas recuperarse completamente del combate. No dejó de entrenar ni un sólo día a pesar del dolor que lo atormentaba. Había alquilado una habitación en una posada en las afueras del pueblo para poder salir y entrenar en el bosque. Mientras caminaba por la calle miraba a la gente a los ojos e intentaba dilucidar qué pensaban. No podía evitar sentir cierta lástima de ellos, inocentes personas que creían ser felices. Pero él sabía la verdad, el había visto la verdadera naturaleza humana en su estado más puro y sabía que todo el mundo estaba solo. Lo había comprendido en los meses que había pasado deambulando por las calles de la ciudad, sin nadie a quien recurrir y sin nadie que le ayudase. Al principio había llorado y había suplicado ayuda, pero se le había negado. Luego sus lágrimas se secaron, cuando comenzó a comprender al ser humano.

Cuando veía a las personas sonreír y divertirse notaba una punzada de envidia, pero luego recordaba, y no podía evitar apenarse por ellos, tan inocentes, tan alejados de la cruda verdad, de que todo lo que hacían no era más que una mentira, una vida con la promesa de un paraíso al final, que todos sus males no eran más que penurias que tenían que soportar hasta alcanzar el tan ansiado final del viaje. Pero Ashak sabía que no había nada después, que no eran más que una casualidad del destino, escalofriante y hermosa la vez. En un mundo en el que todo tenía una causa y una razón de ser, la vida misma de los seres vivos que se plantean esa cuestión, lo único que no tiene la razón que define todo, es la vida misma.



Su siguiente objetivo vivía en una casa alejada del pueblo, lo cual haría el trabajo más fácil. Ashak deambuló por los alrededores, observando a la gente y pasando desapercibido, cómo el sabía. Esperó hasta bien entrada la noche para saltar el muro y entrar.
Era una granja no muy grande, con una casa austera pero por encima de la media de los granjeros normales. Ashak sabía por que; ese hombre era uno de los recaudadores de impuestos, así que seguramente hubiese ahorrado suficiente para esa casa. Se acercó a la pared de la casa y escuchó.
El crepitar de la chimenea aún se oía, pero no había conversaciones, así que forzó la cerradura con una ganzúa, tal como había aprendido en las calles durante su “infancia”, y se coló dentro.
Con el sigilo de un ladrón profesional se coló dentro y llegó hasta la chimenea, donde encontró a su objetivo sentado mirando al fuego, de espaldas a él.

Podría simplemente decapitarlo y acabar con eso, pero no era su estilo. A la derecha de la estancia vio una espada colgada de la pared, y se acercó a ella, la cogió y apareció delante del hombre, apuntándole con ella.
-He venido a quitarte lo único que vosotros me dejasteis- dijo Ashak con una voz fría y tranquila- Un solo grito y no te daré la oportunidad de defenderte.
El hombre, claramente sobresaltado, apenas pudo recuperarse de la sorpresa.
-¿Qué es esto? - preguntó sin apenas levantar la voz, pues tenía una espada a escasos centímetros de su garganta. - Por favor, llévate lo que quieras, pero déjanos en paz a mi y a mi familia.
Ashak sonrió y contestó:
-Sólo hay una cosa que quiero, y es tu vida – los ojos del hombre se abrieron un poco más.- ¿Recuerdas aquella granja en las afueras? - la sonrisa había desaparecido y una mueca de rabia se iba apropiando de su rostro – Violasteis a mis hermanas y a mi madre, arrastrasteis a mi padre por el fango y lo desangrasteis como a un cerdo, todo mientras me obligabais a verlo. “Así aprenderás a pagar”, me decíais. Bueno, pues aquí estamos, ahora es mi turno de cobrarte algo.
La expresión de su objetivo había cambiado. En su cara había una expresión de tristeza, y las lágrimas asomaban a sus ojos.
-Dios, no sabes cuanto lo siento. Yo me opuse desde el primer momento, dije que no participaría en eso, – a Ashak le vino vanamente un recuerdo de uno de los soldados discutiendo con su superior- en ningún momento les ayudé y…
-¿¡ Y por qué no pediste ayuda o trataste de impedirlo!? - la expresión de Ashak se había descompuesto totalmente en una horrible mueca de furia - ¿¡Crees que tus explicaciones sirven de algo!? Suficiente cháchara.
Dicho esto lanzó la espada que sujetaba al regazo del hombre, retrocediendo un par de pasos y desenvainando su propia espada.
El otro no dudó, cogió la espada y se levantó dispuesto a defenderse.
No fue un combate largo, la víctima de Ashak había colgado la espada hacía tiempo y estaba desentrenado. No tardó en caer a sus pies sangrando profusamente por una herida en el hombro. El hombre levantó la vista, con la cara ensangrentada y una expresión de miedo en su cara, suplicando por su vida.
Ashak miró la cara del hombre y no sintió nada. Levantó la espada dispuesto a acabar el trabajo, cuando un grito lo interrumpió. Miró a la izquierda y vio a una mujer y a dos niñas pequeñas mirando la escena desde la puerta con cara de horror.
Quizás en ese momento el niño que vivía con su familia en una granja se hubiese dado cuenta de la atrocidad que estaba cometiendo, similar quizás a lo que le había hecho a él; pero el Ashak que sostenía la espada seguía sin sentir nada, y con un golpe secó descargó su espada contra el cuello del hombre.
Al día siguiente los vecinos desenterraban la lanza con la cabeza del antiguo cobrador de impuestos que estaba clavada en la entrada de su casa.


Ya estaba muy cerca, su último objetivo era el jefe de la cuadrilla, que había ascendido hasta ser el capitán de la guardia de la comarca, por lo que Ashak se enfrentaba a su misión más difícil. Estuvo días observando el cuartel de la guardia, buscando la forma de colarse, pero una noche se presentó su ocasión.
La pelea de taberna se había descontrolado, y era bien entrada la noche, por lo que solo el capitán y otros dos hombres fueron a tratar de controlarla.
Ashak estaba apostado en un tejado de una casa baja, y el grupo pasó por delante sin verlo, dispuestos a acabar el trabajo cuanto antes para volver a sus lechos. Cuando pasaron de largo, Ashak tensó la cuerda del arco, cogió aire y cerró los ojos. En su mente se hizo el silencio, y abrió los ojos mientras soltaba el aire poco a poco. En cuanto sus pulmones quedaron vacíos soltó la cuerda. La flecha encontró su objetivo en el cuello de uno de los soldados, que cayó llevándose las manos al cuello mientras emitía un gorgoteo agónico.

Mientras la flecha surcaba el aire, Ashak ya había lanzado el arco, había saltado al edificio de al lado y se abalanzaba sobre el otro soldado, sin que apenas los otros dos hombres tuviesen tiempo de reaccionar.

A pesar de haber calculado bien el salto sobre el otro rival, fue un golpe aparatoso que dejó sin respiración a Ashak, aunque no perdió el tiempo y clavó su puñal en el pecho del soldado. Sabía que no tenía tiempo para reponerse, así que sacó el arma de la herida abierta del agonizante guardia y rodó hacia atrás mientras sacaba su espada, y en menos de un segundo tuvo encima a su enemigo, el que había dirigido a los hombres que le habían quitado todo.

La enorme desventaja de Ashak se empezaba a notar en el intercambio de golpes. Aunque no se había roto ni torcido nada en la caída, no había tenido tiempo de recuperarse de la caída, y su rival era superior a él en el arte de la espada, y también tenía un puñal y una espada y sabía manejar ambas con gran destreza, por lo que tampoco podía sacar ventaja en eso.

Estaba ahí, delante suya, derrotándolo en el combate para el que llevaba entrenándose toda su vida, la razón por la que seguía viviendo en un mundo extraño y aterrador, la persona que le había quitado todo y a la que quería matar, ganándole en un duelo singular. Ashak redobló sus esfuerzos, lanzando golpes y desviando los de su enemigo en una defensa impecable, pero sabía que era una batalla perdida, su enemigo era mejor que él.

Los golpes se sucedían a una velocidad vertiginosa, y la espalda de Ashak estaba casi tocando la pared de la calle. Lágrimas de rabia y frustración asomaban a sus ojos, porque sabía que estaba a punto de perder sin cumplir su objetivo. Tenía que haber una manera, no podía acabar tan cerca del final, ese hijo de puta tenía que morir. Entonces lo entendió. Tenía que crear una distracción, y sólo había una cosa que podía distraer a su enemigo.

Tras realizar una parada con la espada, bloqueando la de su rival encima de su cabeza, Ashak podría haber intentado apuñalarle con la daga, la cual el oficial desviaría con la suya propia. En lugar de eso, Ashak intentó darle un puñetazo. Sabía que su torso quedaba libre y que su rival no dudaría, así que a medio camino del golpe, bajó repentinamente el brazo para mover el de su enemigo, que trataba de apuñalarle. Sabía que recibiría una puñalada, pero era su oportunidad. Notó como la daga se le clavaba profundamente entre las costillas, pero bloqueó en su mente todo el dolor, centrándose en lo que tenía que hacer a continuación.

Ahí estaba, su rival no tenía forma de detener su daga ahora. Apretando los dientes, tratando de ignorar el dolor, Ashak clavó su daba en el vientre de su enemigo con toda la rabia que sentía, y tiró hacia arriba, rajándole el abdomen. Escuchó vanamente el grito de sorpresa de su enemigo, y como este soltaba la daga, que estaba enterrada en el cuerpo de Ashak, mientras intentaba agarrarle del brazo para detenerlo. Con un brusco movimiento apartó fácilmente el brazo del oficial y volvió a clavar la daga en el abdomen, una y otra vez.

Al oficial le fallaron las piernas y soltó también la espada mientras caía de rodillas, tosiendo sangre. Ashak le puso el pie en el pecho y lo tumbó en el suelo. Entonces soltó sus armas y se abalanzó encima suya, y comenzó a propinarle puñetazos en la cara mientras descargaba todo su dolor, rabia y frustración. Durante un rato solo se escucharon los golpes de sus puños contra la cara del oficial, y su respiración sistemática tras cada golpe. Después del cuarto golpe el oficial ya había dejado de defenderse, pero Ashak siguió durante un largo rato.
No sabría decir cuanto tiempo estuvo así, pero cuando paró ya no golpeaba una cabeza, si no una masilla de sesos y trozos de hueso. Se miró las manos, y vio que sus nudillos estaban hinchados y sangraban profusamente. Trató de tomar aire y un dolor agudo en su pecho le hizo doblarse, y vio la daga clavada entre sus costillas. Por el dolor supo que tenía un pulmón perforado y que no tenía mucho tiempo. Con un poco de esfuerzo y apoyándose en la pared, cortó la cabeza del muerto y la clavó en su propia espada, porque ya no la necesitaría más. Estaba hecho.

Salió del pueblo como pudo, dejando un rastro de sangre tras de sí. Llegó al bosque y deambuló un poco hasta que encontró un claro con una pequeña cueva. Se arrastró hasta su interior y se quedó allí.


Iba a morir, lo sabía, y por primera vez en su vida tras lo de la granja, Ashak volvió a sentir. Sintió miedo, miedo a lo que venía a continuación, la muerte, el cese de su existencia. Su mente se apagaría y ya nunca volvería a despertar. Nunca, esa palabra era difícil de asimilar, pero así era. Entre lágrimas, Ashak sonrió, puesto que por primera vez en muchos años, se sentía vivo. Volvía a sentir algo que no fuese rabia y dolor. Era el miedo a la muerte, pero era mejor que nada. Estaba tranquilo, porque sabía que ese momento llegaría y sabía que moriría solo, como todo el mundo, porque todo el mundo muere, y todo el mundo muere solo.

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