Salió de la taberna sabiendo que le
seguirían, tal como había previsto. Era noche cerrada y la lluvia
caía copiosamente, por lo que la calle, ya de por sí no muy
transitada a altas horas de la noche, estaba desierta. Perfecto, no
quería testigos. Siguió caminando sin mirar atrás, con la capucha
puesta, y no tardó en oír el esperado ruido de la puerta abriéndose
de nuevo, y el tintineo metálico que las fundas de las espadas de
los dos hombres que salían dispuestos a darle una lección.
Giró en dirección a un callejón sin
salida, y no tardó en escuchar como los dos hombres aceleraban el
paso. Parecía que hoy tacharía a otro de la lista.
Se ocultó en las sombras que
proporcionaba la esquina que acababa de girar y sacó el puñal,
sujetándolo con la mano derecha. Dejó entrar al primero, prefería
que tuviese que girarse para ayudar a su compañero. En cuanto el
segundo hombre entró en el callejón salió de entre las sombras y
entró en acción. Agarró al segundo del brazo de la espada y tiró
de el hacia adelante con la intención de asestarle un golpe mortal,
pero no era la primera pelea del hombre, por lo que en cuanto notó
el agarrón se retorció, haciendo que el golpe no fuese mortal, sino
que se le clavó profundamente en el hombro. Ashak no perdió el
tiempo y sacó el puñal de la herida con un golpe seco, mientras
reculaba y desenvainaba con la otra mano su espada, puesto que el
otro hombre se le echaba encima.
-Hijo de puta, ahora si que acabas de
perder la vida- el hombre que había hablado era su objetivo- Primero
nos tiras la bebida y ahora apuñalas a mi amigo.
Ashak apretó el cuero de la empuñadura
de su espada, haciendo que el cuero mojado crujiese bajo su mano.
Cuero mojado y acero bañado en sangre. Que la ejecución de uno de
los hombres que le había arrebatado todo así fuese.
Evitó el primer ataque de su oponente
inclinando su torso hacia atrás, por lo que la estocada dirigida a
su cara pasó a unos palmos de él, inofensiva. Detuvo el segundo
golpe levantando su espada, y contraatacó con el puñal que tenía
en la mano derecha, haciéndole un corte superficial en el brazo a su
rival, lo cual lo enfureció aun más.
Mientras continuaba el combate, Ashak
percibió por el rabillo del ojo que el hombre apuñalado, que había
caído de rodillas, estaba recuperándose, y pronto se vería
envuelto en un nada favorable combate. Tras un ataque que desvió sin
problemas, Ashak lanzó una patada a la pierna de su oponente con la
intención de derribarlo, pero la respuesta de éste no se la
esperaba. El puñetazo le alcanzó en plena mejilla, con tal fuerza
que lo lanzó al suelo.
Todo dio vueltas unos segundos, pero
Ashak no se permitió flaquear. Rodó por instinto, evitando un golpe
que seguramente lo habría matado. Había perdido su espada en la
caída y no sabía donde estaba, pero aún conservaba el puñal. Se
levantó aprovechando el impulso del giro y se encontró con el
hombre apuñalado cargando contra él con la espada levantada,
mientras el otro se recuperaba de la patada, que no había sido
completamente inútil.
Esquivó el ataque del rival que
cargaba agachándose, casi rodando, y pasó por debajo del cuerpo de
su enemigo, de forma que le agarró las piernas y lo lanzó por
encima suya. El espaldarazo contra el suelo y el golpe en la herida
dejaron al hombre fuera de combate momentáneamente, de forma que
Ashak pudo rematarle clavándole el puñal en el pecho.
No se paró a extraer el puñal, porque
sabía que el enemigo que seguía con vida no dudaría en matarlo,
así que se alejó y recuperó su espada; en el momento justo para
detener otro golpe mortal.
A ese le sucedió un rápido
intercambio de golpes, en el que Ashak, gracias a su enorme
entrenamiento y dedicación, sacó una clara ventaja de su rival, al
que ganó cuando éste lanzó un golpe intentando ensartarle, cosa
que Ashak evitó desviando la espada del rival hacia un lado con la
suya, desequilibrándole. El cuello del hombre quedó al descubierto,
y Ashak agarró su espada con las dos manos y lanzó un poderoso
madoble que separó la cabeza del tronco de su enemigo sin problemas.
La sangre salió como un torrente, bañando a Ashak en sangre, el
cual apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta quedar
sentado en el suelo, donde recuperó el aliento.
La lluvia seguía cayendo, y Ashak
levantó el rostro hacia el cielo con los ojos cerrados para aliviar
un poco el dolor pulsante que sentía en la cara tras el tremendo
puñetazo que había recibido. Luego bajó la vista y contempló el
resultado de la lucha. La sangre se diluía en los charcos que la
lluvia había formado en el callejón. La cabeza cercenada tenía una
grotesca expresión en la cara. Ashak la contempló con indiferencia.
Ellos le habían quitado todo, habían
violado y matado a su familia delante de sus ojos por diversión,
con la excusa de que no tenían suficiente para pagar los impuestos.
Le habían quitado todo menos la vida, y era lo que él les quitaría
a ellos.
Con un bufido de dolor Ashak se
levantó. Había trabajo que hacer.
Al día siguiente los vecinos vieron
con horror la cabeza que estaba empalada en el asta de la bandera de
una casa.
Le llevó un par de semanas recuperarse
completamente del combate. No dejó de entrenar ni un sólo día a
pesar del dolor que lo atormentaba. Había alquilado una habitación
en una posada en las afueras del pueblo para poder salir y entrenar
en el bosque. Mientras caminaba por la calle miraba a la gente a los
ojos e intentaba dilucidar qué pensaban. No podía evitar sentir
cierta lástima de ellos, inocentes personas que creían ser felices.
Pero él sabía la verdad, el había visto la verdadera naturaleza
humana en su estado más puro y sabía que todo el mundo estaba solo.
Lo había comprendido en los meses que había pasado deambulando por
las calles de la ciudad, sin nadie a quien recurrir y sin nadie que
le ayudase. Al principio había llorado y había suplicado ayuda,
pero se le había negado. Luego sus lágrimas se secaron, cuando
comenzó a comprender al ser humano.
Cuando veía a las personas sonreír y
divertirse notaba una punzada de envidia, pero luego recordaba, y no
podía evitar apenarse por ellos, tan inocentes, tan alejados de la
cruda verdad, de que todo lo que hacían no era más que una mentira,
una vida con la promesa de un paraíso al final, que todos sus males
no eran más que penurias que tenían que soportar hasta alcanzar el
tan ansiado final del viaje. Pero Ashak sabía que no había nada
después, que no eran más que una casualidad del destino,
escalofriante y hermosa la vez. En un mundo en el que todo tenía una
causa y una razón de ser, la vida misma de los seres vivos que se
plantean esa cuestión, lo único que no tiene la razón que define
todo, es la vida misma.
Su siguiente objetivo vivía en una
casa alejada del pueblo, lo cual haría el trabajo más fácil. Ashak
deambuló por los alrededores, observando a la gente y pasando
desapercibido, cómo el sabía. Esperó hasta bien entrada la noche
para saltar el muro y entrar.
Era una granja no muy grande, con una
casa austera pero por encima de la media de los granjeros normales.
Ashak sabía por que; ese hombre era uno de los recaudadores de
impuestos, así que seguramente hubiese ahorrado suficiente para esa
casa. Se acercó a la pared de la casa y escuchó.
El crepitar de la chimenea aún se oía,
pero no había conversaciones, así que forzó la cerradura con una
ganzúa, tal como había aprendido en las calles durante su
“infancia”, y se coló dentro.
Con el sigilo de un ladrón profesional
se coló dentro y llegó hasta la chimenea, donde encontró a su
objetivo sentado mirando al fuego, de espaldas a él.
Podría simplemente decapitarlo y
acabar con eso, pero no era su estilo. A la derecha de la estancia
vio una espada colgada de la pared, y se acercó a ella, la cogió y
apareció delante del hombre, apuntándole con ella.
-He venido a quitarte lo único que
vosotros me dejasteis- dijo Ashak con una voz fría y tranquila- Un
solo grito y no te daré la oportunidad de defenderte.
El hombre, claramente sobresaltado,
apenas pudo recuperarse de la sorpresa.
-¿Qué es esto? - preguntó sin
apenas levantar la voz, pues tenía una espada a escasos centímetros
de su garganta. - Por favor, llévate lo que quieras, pero déjanos
en paz a mi y a mi familia.
Ashak sonrió y contestó:
-Sólo hay una cosa que quiero, y es
tu vida – los ojos del hombre se abrieron un poco más.- ¿Recuerdas
aquella granja en las afueras? - la sonrisa había desaparecido y una
mueca de rabia se iba apropiando de su rostro – Violasteis a mis
hermanas y a mi madre, arrastrasteis a mi padre por el fango y lo
desangrasteis como a un cerdo, todo mientras me obligabais a verlo.
“Así aprenderás a pagar”, me decíais. Bueno, pues aquí
estamos, ahora es mi turno de cobrarte algo.
La expresión de su objetivo había
cambiado. En su cara había una expresión de tristeza, y las
lágrimas asomaban a sus ojos.
-Dios, no sabes cuanto lo siento. Yo
me opuse desde el primer momento, dije que no participaría en eso, –
a Ashak le vino vanamente un recuerdo de uno de los soldados
discutiendo con su superior- en ningún momento les ayudé y…
-¿¡ Y por qué no pediste ayuda o
trataste de impedirlo!? - la expresión de Ashak se había
descompuesto totalmente en una horrible mueca de furia - ¿¡Crees
que tus explicaciones sirven de algo!? Suficiente cháchara.
Dicho esto lanzó la espada que
sujetaba al regazo del hombre, retrocediendo un par de pasos y
desenvainando su propia espada.
El otro no dudó, cogió la espada y
se levantó dispuesto a defenderse.
No fue un combate largo, la víctima
de Ashak había colgado la espada hacía tiempo y estaba
desentrenado. No tardó en caer a sus pies sangrando profusamente por
una herida en el hombro. El hombre levantó la vista, con la cara
ensangrentada y una expresión de miedo en su cara, suplicando por su
vida.
Ashak miró la cara del hombre y no
sintió nada. Levantó la espada dispuesto a acabar el trabajo,
cuando un grito lo interrumpió. Miró a la izquierda y vio a una
mujer y a dos niñas pequeñas mirando la escena desde la puerta con
cara de horror.
Quizás en ese momento el niño que
vivía con su familia en una granja se hubiese dado cuenta de la
atrocidad que estaba cometiendo, similar quizás a lo que le había
hecho a él; pero el Ashak que sostenía la espada seguía sin sentir
nada, y con un golpe secó descargó su espada contra el cuello del
hombre.
Al día siguiente los vecinos
desenterraban la lanza con la cabeza del antiguo cobrador de
impuestos que estaba clavada en la entrada de su casa.
Ya estaba muy cerca, su último
objetivo era el jefe de la cuadrilla, que había ascendido hasta ser
el capitán de la guardia de la comarca, por lo que Ashak se
enfrentaba a su misión más difícil. Estuvo días observando el
cuartel de la guardia, buscando la forma de colarse, pero una noche
se presentó su ocasión.
La pelea de taberna se había
descontrolado, y era bien entrada la noche, por lo que solo el
capitán y otros dos hombres fueron a tratar de controlarla.
Ashak estaba apostado en un tejado de
una casa baja, y el grupo pasó por delante sin verlo, dispuestos a
acabar el trabajo cuanto antes para volver a sus lechos. Cuando
pasaron de largo, Ashak tensó la cuerda del arco, cogió aire y
cerró los ojos. En su mente se hizo el silencio, y abrió los ojos
mientras soltaba el aire poco a poco. En cuanto sus pulmones quedaron
vacíos soltó la cuerda. La flecha encontró su objetivo en el
cuello de uno de los soldados, que cayó llevándose las manos al
cuello mientras emitía un gorgoteo agónico.
Mientras la flecha surcaba el aire,
Ashak ya había lanzado el arco, había saltado al edificio de al
lado y se abalanzaba sobre el otro soldado, sin que apenas los otros
dos hombres tuviesen tiempo de reaccionar.
A pesar de haber calculado bien el
salto sobre el otro rival, fue un golpe aparatoso que dejó sin
respiración a Ashak, aunque no perdió el tiempo y clavó su puñal
en el pecho del soldado. Sabía que no tenía tiempo para reponerse,
así que sacó el arma de la herida abierta del agonizante guardia y
rodó hacia atrás mientras sacaba su espada, y en menos de un
segundo tuvo encima a su enemigo, el que había dirigido a los
hombres que le habían quitado todo.
La enorme desventaja de Ashak se
empezaba a notar en el intercambio de golpes. Aunque no se había
roto ni torcido nada en la caída, no había tenido tiempo de
recuperarse de la caída, y su rival era superior a él en el arte de
la espada, y también tenía un puñal y una espada y sabía manejar
ambas con gran destreza, por lo que tampoco podía sacar ventaja en
eso.
Estaba ahí, delante suya, derrotándolo
en el combate para el que llevaba entrenándose toda su vida, la
razón por la que seguía viviendo en un mundo extraño y aterrador,
la persona que le había quitado todo y a la que quería matar,
ganándole en un duelo singular. Ashak redobló sus esfuerzos,
lanzando golpes y desviando los de su enemigo en una defensa
impecable, pero sabía que era una batalla perdida, su enemigo era
mejor que él.
Los golpes se sucedían a una velocidad
vertiginosa, y la espalda de Ashak estaba casi tocando la pared de la
calle. Lágrimas de rabia y frustración asomaban a sus ojos, porque
sabía que estaba a punto de perder sin cumplir su objetivo. Tenía
que haber una manera, no podía acabar tan cerca del final, ese hijo
de puta tenía que morir. Entonces lo entendió. Tenía que crear una
distracción, y sólo había una cosa que podía distraer a su
enemigo.
Tras realizar una parada con la espada,
bloqueando la de su rival encima de su cabeza, Ashak podría haber
intentado apuñalarle con la daga, la cual el oficial desviaría con
la suya propia. En lugar de eso, Ashak intentó darle un puñetazo.
Sabía que su torso quedaba libre y que su rival no dudaría, así
que a medio camino del golpe, bajó repentinamente el brazo para
mover el de su enemigo, que trataba de apuñalarle. Sabía que
recibiría una puñalada, pero era su oportunidad. Notó como la daga
se le clavaba profundamente entre las costillas, pero bloqueó en su
mente todo el dolor, centrándose en lo que tenía que hacer a
continuación.
Ahí estaba, su rival no tenía forma
de detener su daga ahora. Apretando los dientes, tratando de ignorar
el dolor, Ashak clavó su daba en el vientre de su enemigo con toda
la rabia que sentía, y tiró hacia arriba, rajándole el abdomen.
Escuchó vanamente el grito de sorpresa de su enemigo, y como este
soltaba la daga, que estaba enterrada en el cuerpo de Ashak, mientras
intentaba agarrarle del brazo para detenerlo. Con un brusco
movimiento apartó fácilmente el brazo del oficial y volvió a
clavar la daga en el abdomen, una y otra vez.
Al oficial le fallaron las piernas y
soltó también la espada mientras caía de rodillas, tosiendo
sangre. Ashak le puso el pie en el pecho y lo tumbó en el suelo.
Entonces soltó sus armas y se abalanzó encima suya, y comenzó a
propinarle puñetazos en la cara mientras descargaba todo su dolor,
rabia y frustración. Durante un rato solo se escucharon los golpes
de sus puños contra la cara del oficial, y su respiración
sistemática tras cada golpe. Después del cuarto golpe el oficial ya
había dejado de defenderse, pero Ashak siguió durante un largo
rato.
No sabría decir cuanto tiempo estuvo
así, pero cuando paró ya no golpeaba una cabeza, si no una masilla
de sesos y trozos de hueso. Se miró las manos, y vio que sus
nudillos estaban hinchados y sangraban profusamente. Trató de tomar
aire y un dolor agudo en su pecho le hizo doblarse, y vio la daga
clavada entre sus costillas. Por el dolor supo que tenía un pulmón
perforado y que no tenía mucho tiempo. Con un poco de esfuerzo y
apoyándose en la pared, cortó la cabeza del muerto y la clavó en
su propia espada, porque ya no la necesitaría más. Estaba hecho.
Salió del pueblo como pudo, dejando un
rastro de sangre tras de sí. Llegó al bosque y deambuló un poco
hasta que encontró un claro con una pequeña cueva. Se arrastró
hasta su interior y se quedó allí.
Iba a morir, lo sabía, y por primera
vez en su vida tras lo de la granja, Ashak volvió a sentir. Sintió
miedo, miedo a lo que venía a continuación, la muerte, el cese de
su existencia. Su mente se apagaría y ya nunca volvería a
despertar. Nunca, esa palabra era difícil de asimilar, pero así
era. Entre lágrimas, Ashak sonrió, puesto que por primera vez en
muchos años, se sentía vivo. Volvía a sentir algo que no fuese
rabia y dolor. Era el miedo a la muerte, pero era mejor que nada.
Estaba tranquilo, porque sabía que ese momento llegaría y sabía
que moriría solo, como todo el mundo, porque todo el mundo muere, y
todo el mundo muere solo.